ILLA ROJA (BEGUR), PARA DEJARSE EL BAÑADOR EN CASA
Se accede desde la playa vecina del Racó, y sin embargo no podría haber dos playas más diferentes. Si el Racó es extensa y siempre está concurrida, su vecina, es coqueta y está abrazada por un acantilado de tonos oxidados y rojos que le da da nombre. Además, es uno de los paraísos naturistas de la Costa Brava. El bañador no es necesario, pero sí se aconseja llevar escarpines.

Foto: iStock
PLATJA DE CASTELL (PALAMÓS), PARA COMPROMETIDOS CON LA NATURALEZA
El 12 de junio de 1994, la población de Palamós fue consultada en un referéndum sobre un proyecto que quería construir un campo de golf en el paraje natural de Es Castell. Más del 70% se opuso a la presión inmobiliaria. De ahí que ahora se pueda disfrutar de la brisa del mar, de las olas en la orilla y del sonido del viento a través de los cercanos pinos, sin que estorbe ningún golpe de hormigón. A pesar del entorno natural, es accesible y presenta un gran número de servicios.

Foto: iStock
CALA ESTRETA (PALAMÓS), PARA EQUILIBRISTAS EN CHANCLAS
El hecho de llegar a esta playa ya es de por sí un plan estupendo. Hay que caminar desde la playa El Castell (aproximadamente de unos 30 minutos) para ver a Estreta asomarse al final de un sendero entre pinares. Es una de las calas más recónditas de la Costa Brava y uno de los paisajes más bellos de Palamós. Es verla y entender su nombre: divida en dos por una saliente de roca, la arena dorada apenas ocupa unos quince metros.

Foto: iStock
CALA AIGUABLAVA (BEGUR), PARA IR CON LA CASA ENTERA
Este antiguo puerto natural es de esas playas familiares para quienes no quieren renunciar a un bello entorno natural. Rodeada de vegetación, ocupa un enclave privilegiado desde el que se divisa el imponente Cap de Begur. Aiguablava lo tiene todo para una jornada playera familiar perfecta: por supuesto, aguas cristalinas, una entrada al mar muy suave, poco oleaje y todos los servicios necesarios, desde duchas y zona de aparcamiento hasta alquiler de patines. Por supuesto, no le falta el chiringuito correspondiente.

Foto: iStock
PLATJA GRAN (CADAQUÉS), PARA BOHEMIOS EN BAÑADOR
Cierto que por ubicación es la más concurrida de Cadaqués, pero también es una de las más literarias. La gracia está más en la terraza del Marítim, un clásico donde los haya de la Costa Brava. Este bar a pie de playa ha tenido tertulianos tan ilustres como Gabriel García Márquez, Duchamp y muchos de la Gauche Divine. Las vistas al mar, o la blancura estética del pueblo, están aseguradas, tal vez, también la visita de las Musas.

Foto: iStock
SA BOADELLA (LLORET DE MAR), PARA TUMBARSE ENTRE ACANTILADOS
La turística Lloret de Mar tiene una guirnalda de playas a lo largo del litoral que ocupa, pero esta es la única que se mantiene prácticamente virgen. Su entorno es de postal clásica, rodeada de un extenso pinar que se asoma al borde del mar. Sobre este acantilado, se extienden los renacentistas Jardines de Santa Clotilde, un imprescindible de rincones ‘instagrameables’.

Foto: iStock
CALA MONTJOI (ROSES), PARA VER ATARDECERES
De arena oscura y bolos es una de las playas de la Costa Brava más familiares. El entorno es inmejorable, en el interior del Parque Natural del Cap de Creus. A su alrededor y a muy poca distancia, se encuentran algunos de los lugares de buceo más conocidos del litoral de Begur, por lo que es muy conocida entre los aficionados al submarinismo. También es conocida por brindar una de las mejores puestas de sol de toda Cataluña.

Foto: iStock
CALA SA TUNA (BEGUR), PARA NOSTÁLGICOS
Es una de las postales perfectas de la Costa Brava: aguas turquesas y calmas, pinos -aquí huele tanto a resina como salitre- y el encanto del antiguo barrio marinero del que sobresale su torre crestada. En ella, los pescadores aún varan sus embarcaciones. Lo que para algunos es un inconveniente, para otros puede ser una ventaja. Así que los muchos bañistas que se acercan a este paraje agradecen que la grava no se les pegue en el cuerpo al volver a casa.

Foto: iStock
EL PORTITXOL (EMPÙRIES), PARA HACER EL INDIANA JONES
A esta playa de arena fina y dorada y aguas tranquilas se llega a pie desde el paseo marítimo de Empúries. La facilidad del acceso y su belleza entre pinos y formaciones rocosas hace que su ambiente sea familiar. Muy próximo, hay un mirador con vistas a la bahía de Roses y el casco urbano de L’Escala. Tocando la arena, se reconoce el elegante edificio que ocupa el Hotel Empúries, un histórico de principios del s. XX que fue construido para alojar a los arqueólogos que trabajaban en las ruinas de Empúries bajo las órdenes de Puig i Cadafalch.

Foto: Shutterstock
AIGUA XELIDA (TAMARIU), PARA LOS QUE SUEÑAN CON LA LIBERTAD
Llegar hasta esta mítica playa de la Costa Brava es hacerlo a un paisaje que inspiró anhelos de libertad y una emocionante historia de amistad en Josep Pla, tal vez el autor cuya obra está más vinculada a este litoral de hombres de mar. La cala es una pequeña extensión de arena y grava que se abre entre dos escollos rocosos que emergen directamente del agua turquesa. “No hay ninguno, entre nosotros, que algún día no haya soñado con vivir la vida en pura libertad”, dejó escrito el autor catalán, inspirado por Aigua Xelida.

Foto: iStock
CALA JUGADORA (CADAQUÉS), PARA LOS MÁS NATURALES
El extremo oriental de los Pirineos se hunde en el Mediterráneo en el Cap de Creus, formando un paisaje rocoso, salpicado de oliveras y enebros, que parece de otro planeta. Es sin duda, uno de los paisajes más extraordinarios de la Costa Brava que inspiró sueños surrealistas a Salvador Dalí. Aquí se encuentran algunas de las calas más salvajes de Cataluña. De ellas, cala Jugadora es de las que tiene más fácil el acceso desde la carretera que lleva al faro. Se encuentra en la zona más oriental del Cap de Creus, protegida de la Tramuntana.

Foto: Shutterstock
PLAYA DE SANT PERE PESCADOR, PARA IR CON LA TABLA
Ubicada entre la desembocadura del río Fluvià y la del Riuet, esta es la playa más extensa de toda la bahía de Roses. Suma algo más de 6 kilómetros de arena fina donde hartarse a caminar con los pies descalzos en la orilla. Tanto espacio hace que esté dividida en diferentes zonas, cada una con su propio nombre. Es especialmente conocida por los aficionados al windsurf y kitesurf y por naturistas que se encuentran a sus anchas.