El camino viejo de Ferreries a Ciutadella
Andar por el camino viejo que unía Ferreries con Ciutadella es una excelente opción para los días menos calurosos del verano o cualquier día del resto del año. Se trata de una ruta que había sido muy frecuentada mucho antes de que la carretera de Maó a Ciutadella cruzara esa amplia explanada entre colinas verdes que antiguamente, al parecer, fue un gran marisma. El sendero desciende primero por uno de los barrancos más cercanos a Ferreries, un rincón sorprendentemente fresco, que antiguamente estaba repleto de huertos frutales y que guarda su propia leyenda, la que le da el nombre de Pas d’en Rebull. Después asciende entre rocas que parecen haberse abierto a golpe de pico hasta alcanzar un punto en lo alto desde el que el sendero continúa cresteando entre bosques, a cielo abierto, rumbo oeste hacia Ciutadella. Este corto tramo con inicio y salida desde Ferreries se puede realizar en una mañana.

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los tejados de la catedral de Ciutadella
En el centro del cogollo de la vieja Ciutadella se alza la catedral, edificada con la piedra marés, blanca y porosa, que puede verse en los pueblos de toda la isla. El fabuloso templo se levantó sobre la antigua mezquita, destruida por Alfonso III de Aragón en 1287; aún preserva el minarete, transformado en campanario, con una rampa que permitía al muecín subir a lomos de un burro hasta lo alto. La visita guiada a la catedral incluye salir a la terraza superior, a la altura de las gárgolas, un rincón mágico por las vistas que ofrece: calles que zigzaguean hasta desembocar en las grandes plazas o en Sa Contramurada, la avenida que rodea el casco antiguo, terrados con ropa tendida, campanarios de una docena de iglesias, palacios del siglo XVIII y el puerto, alargado bajo los muros del antiguo baluarte.

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la Cala Escorxada a pie
Entre Santa Galdana y SantoTomás, la costa sur de Menorca esconde una colección de playas de aguas turquesas bordeadas de pinos y acantilados blancos. Solo se accede a ellas por mar o a pie siguiendo el Camí de Cavalls. La ruta es fácil, pero que hay que tener en cuenta que toca el sol de lleno y que no hay servicios de bar ni baño. Se puede empezar en Cala Mitjana, con zona de aparcamiento propia a unos 15 minutos de la playa. El sendero se enfila por las rocas, se adentra por un pinar y desciende al cabo de 20 minutos a la primera playa, Trebalúger, una larga franja de arena con un río a la espalda que incluso podría remontarse en canoa. Al otro lado del arenal, la senda vuelve a empinarse y a bordear los acantilados durante otros 20/30 minutos hasta alcanzar la pequeña Cala Fustam, una delicia de aguas claras entre rocas. La última es Escorxada, al final del barranco de Sa Torra, uno de los muchos cañones fluviales que surcan la costa sur menorquina.
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Pedreres de s'Hostal
Un laberinto de paredes rectilíneas con escalones a media altura que no van a ninguna parte y una especie de plazoletas invadidas por algunos acebuches (ullastres) conforman el singular enclave cultural de Lithica. Se trata de las antiguas canteras de s’Hostal, en las afueras de Ciutadella, de donde procede la piedra con que se construyeron la mayoría de casas de la ciudad. La visita se realiza por libre y permite deambular sin prisas, observando los distintos periodos de extracción y la técnica empleada, desde las paredes excavadas a pico, hasta la marca de las sierras mecánicas. Las noches de verano acoge espectáculos de música y danza del Festival Pedra Viva, que aprovecha la magnífica acústica del espacio más amplio de Lithica, una gran plaza mayor, blanca y deslumbrante incluso de noche.

Foto: Son Mercer de Baix
Quesería y ruinas de Son Mercer de Baix
Cerca del pueblo de Ferreries, la carretera que indica a Son Mercer de Baix sube por una colina y se pierde entre campos de labranza y bosquecillos que parecen hallarse a cientos de kilómetros de distancia del mar. La zona está delimitada por varios barrancos amplios, frescos y fértiles que los primeros menorquines ya utilizaban para cultivar y proveerse de agua dulce. Al cabo de unos minutos empiezan a verse algunas fincas agrícolas y ganaderas hasta que se llega a la de Son Mercer de Baix, productores de uno de los quesos más reconocidos de la DO Mahón-Menorca. En un edificio separado de la casa principal se halla la pequeña tienda y el almacén donde se curan y guardan los quesos: seco, tierno, fresco, en aceite, con hierbas… Una cancela de hierro, que puede abrirse sin pedir permiso, da paso a los establos de las vacas y a una pista en mal estado que conduce a otro lugar inesperado: las ruinas de un poblado talayótico que se asoman a un barranco espectacular.

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En barco por la Bahía de Fornells
La bahía de Fornells, en el nordeste de Menorca, es otro de los puertos naturales de la isla. Un refugio para las embarcaciones los días en que sopla el furioso viento del norte y un remanso de paz el resto del verano, ideal para iniciarse en los deportes de vela y a remo. A la entrada del pueblo hay varias empresas que alquilan kayaks o canoas para dos personas. Sin embargo, si se trata de la primera vez que se visita la zona, es recomendable contratar una ruta guiada, solo así será posible acercarse a los tres islotes de la bahía y conocer las playas salvajes de la costa opuesta al pueblo. Una de ellas es la cala de la Cabra Salada, a la que bajan las cabras para beber de una surgencia de agua dulce que mana a poca distancia de la arena. Otra opción es tomar rumbo hacia mar abierto para explorar las cuevas que se abren bajo los acantilados.

Foto: Visitalaior.com
LÔAC, Museo de Arte Contemporáneo de Alaior
Alaior o como la llaman los menorquines, Lô, es una localidad que suele pasar desapercibida por los turistas. Sin embargo, esta ciudad (la tercera en número de habitantes) de origen musulmán fundada en 1304 por el rey Jaume II de Mallorca tiene un casco antiguo bonito y bien cuidado con placitas animadas en verano por terrazas de bares y restaurantes. Y desde 2021 alberga un museo de arte contemporáneo con obras extraordinarias de artistas tan conocidos como Joan Miró, Miquel Barceló, Marina Abramović, Jaume Plensa, Antonio Saura o Antoni Tàpies. Se trata de LÔAC, Alaior Art Contemporani, que ocupa un edificio representativo del centro histórico en la calle Santiago Pons Quintana 56 (antes calle Baixamar).

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s’Albufera d'es Grau entre aves
Los aficionados a la ornitología tienen en Menorca una reserva sensacional en la costa oriental, a poca distancia de Maó. Se trata de la Albufera d’es Grau, que abarca 5000 hectáreas de territorio marino y terrestre que incluyen las islas de Addaia, s’Estany, Bassa de Morella, es Prat y la isla d’en Colom. En la aldea pesquera de Es Grau –con una playa de poca profundidad perfecta para familias con niños– se puede alquilar una canoa para explorar los islotes y calas cercanas. Tres senderos recorren el sector terrestre, pasan por zonas de dunas, marismas y zonas en las que se ha recuperado la vegetación de sabinas y matorral que atrae a numerosas aves.

Foto: Binissués
La casa señorial de Binissués
Binissués es la antigua casa de veraneo de una familia noble de Ciutadella que permite conocer la vida de la alta sociedad menorquina en los siglos XVIII y XIX. Esta casa señorial, de fachada color mostaza y situada en lo alto de una colina, conserva el mobiliario original de salones y dormitorios, los corrales y establos, el antiguo horno y las estancias de los criados. Todo se ha mantenido prácticamente igual que en su época de mayor esplendor. Más allá del jardín, se despliega un paisaje de campos delimitados por muros de piedra seca, olivos y árboles frutales. Se accede por el Camí dels Alocs, un desvío en el km 31 de la carretera de Maó a Ciutadella. Se puede visitar por libre, pero también se realizan actividades infantiles (elaboración de queso o contacto con los animales de la granja). Su restaurante es muy recomendable sobre todo las noches de verano.