Todo viajero sabe que cuando visita una ciudad es preciso acercarse a alguno de sus mercados para empaparse de la esencia de su cultura y sus habitantes. La vida que desprenden, el ajetreo y el trajín nos dan una idea muy cercana a la realidad más cotidiana de los lugares que, como forasteros, a menudo resulta complicado captar.
Cuando además, al concepto de mercado tradicional le añadimos que dicho mercado se desarrolla sobre el agua resulta todavía más exótico y atractivo. Y esto es lo que sucede con la mayoría de mercados en la región del sur de Asia. La escasez de vías de comunicación en las zonas rurales junto con las condiciones climáticas, cuya principal característica es el elevado grado de humedad, llevó a sus habitantes a encontrar la mejor manera de desplazarse y hacer llegar los productos más lejos para poder comercializarlos.
Así, durante las primeras horas de la mañana, los canales, ríos y riachuelos cercanos a las ciudades se despiertan muy temprano, aprovechando las horas más frescas del día, y sus aguas hierven con el ir y venir de decenas canoas y barcos que intercambian los productos procedentes de los campos de cultivo. Vendedores, compradores y viajeros madrugadores comparten uno de los momentos más productivos de la jornada.