Apenas la noche caída, una mano dispone una vela en el alféizar de una ventana. Una segunda y una tercera candela la acompañarán. Progresivamente, el resto del edificio se irá iluminando. La escena se contagia de un edificio a otro hasta dotar a los plácidos barrios de Lyon de un hermoso manto místico. La agitación se apodera entretanto del centro en esa noche de principios de diciembre.