Nomadismo contemporáneo

Mongolia o el esplendor de la nada

Este país aún mantiene el carácter indómito de un imperio nómada que alcanzó las puertas de Europa.

La gloria de Gengis Kan resuena todavía en este país de grandes espacios abiertos, poco asfalto y una cultura nómada que se mantiene tan viva como en la época del legendario conquistador. Mongolia es, en su mayor parte, estepa y desierto –y 5000 lagos, uno de sus tesoros menos conocidos–, un territorio que parece haber sido creado para la vida nómada. Tal vez sea el carácter viajero de este pueblo lo que hace que cualquier ruta por el país depare siempre encuentros agradables y distendidos.

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iStock-1179161506. ADN Nómada

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ADN Nómada

Los mongoles son personas de medidas compactas, pequeñas pero robustas y amables. Llevan siendo nómadas desde tiempos inmemoriales. Su cultura es una historia de supervivencia en un medio hostil, compuesto por inmensas llanuras, desiertos, montañas de más de 4000 m de altura y ríos caudalosos que se esconden bajo tierra y reaparecen según la estación del año. Por su forma de vida en constante movimiento, buscando los pastos más favorables, siempre están dispuestos a ayudar al visitante y a ofrecerle su generosa hospitalidad.

iStock-1037562994. Mejor en primavera y verano

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Mejor en primavera y verano

La primavera y el comienzo del verano constituyen el mejor momento para visitar este país sin mar, anclado entre Asia Central y Oriental, que limita con Rusia por el norte y con China por el sur. En Mongolia los inviernos son duros y heladores, mientras que la época de lluvia anega cauces y empantana tierras. Este clima extremo y la escasez de asentamientos humanos han curtido a sus habitantes.

iStock-496260397. Más que una capital, un campamento base

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Más que una capital, un campamento base

Debido a su extensión –tres veces el tamaño de España– y a la cantidad de tesoros culturales y naturales que posee, se necesitarían meses para conocer el país a fondo. Una de las mejores maneras de abarcar el máximo de enclaves de interés consiste en tomar como base la caótica Ulán Bator. Un millón y medio de personas –la mitad de la población nacional– residen en esta capital de rascacielos y también de suburbios míseros, que sufre la contaminación causada por la quema de carbón y las emisiones de las centrales térmicas. Su nombre significa Guerrero Rojo en honor al joven líder Damdin Sukhbaatar, que en 1921 liberó Mongolia de la tutela china.

iStock-1181670437. ¡Hola Gengis!

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¡Hola Gengis!

El homenaje más grandilocuente a Gengis Kan se encuentra a una hora y media de Ulán Bator, en la ribera del río Tuul en Tsonjin Boldog, el denominado Valle Sagrado de los Nómadas. Se trata de un brillante hombre a caballo de

40 m de alto que, desde su elevado pedestal, mira hacia el sur orgulloso, potente. Esta gigantesca estatua ecuestre de 2008 se divisa desde mucho antes de llegar a ella por el brillo del acero pulido con que está construida. El viajero puede disfrutar de las vistas de la estepa desde la cabeza del caballo, a la que se accede en ascensor desde la base, y visitar después el museo localizado en el sótano de la misma estatua y que expone objetos de la Edad de Bronce.

iStock-509639782. A orillas del Orkhon

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A orillas del Orkhon

La cuna histórica de Mongolia se sitúa en el valle del río Orkhon, la primera etapa de este recorrido por el país. Este curso de más de 1100 km desagua en el gran río Selenga, que a su vez desemboca en el lago Baikal, en Rusia. Las verdes y fértiles riberas del Orkhon han ofrecido excelentes pastos y emplazamientos para diferentes grupos tribales nómadas, como los xiongnu alrededor del siglo iii a.C. o los turcos göktürks y los uigures durante el siglo i. La ancestral presencia de grupos humanos junto a los vestigios de asentamientos del siglo vi motivaron que la Unesco distinguiera el Valle del Orkhon con el título de Paisaje Cultural de la Humanidad. El sitio incluye también la ciudad de Karakorum, que durante los siglos xiii y xiv fue la capital del vasto imperio mongol. Las ruinas se hallan a las afueras de Kharkhorin, a 360 km de Ulán Bator, trayecto que se cubre en cinco o seis horas.

iStock-536812071. ¿Estupas o murallas?

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¿Estupas o murallas?

Cerca se localiza el monasterio de Erdene Zuu, el primer centro budista establecido en Mongolia, construido en 1585 cuando el estado adoptó el budismo tibetano como religión oficial. Su nombre significa Cien Tesoros, en referencia a las estupas erigidas en la gran muralla cuadrangular que guarnece su recinto de 40.000 m2. Son pocos los templos que quedan en pie en Mongolia y este es un buen lugar para disfrutar de esta arquitectura sagrada con influencias chinas y tibetanas, visibles en los tejados y en la decoración.

iStock-1179055388. La cascada en el volcán

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La cascada en el volcán

El valle del Orkhon esconde la maravilla de Ulaan Tsutgalan o Cascada Roja, un salto que vierte las aguas del río Orkhon desde 20 m de altura. La cascada se encuentra incrustada en un paisaje volcánico, tapizado de verdor, con grietas y desniveles que revelan antiguos movimientos del terreno. Para disfrutar plenamente de este espectáculo natural se necesitan al menos dos horas. El paseo nos tralada a otro mundo, un lugar en el que se impone el majestuoso volcán que a través de sus erupciones ha dado forma al valle. Se recomienda llevar calzado cómodo y agua para recorrer el largo sendero de rocas que conduce a las cascadas desde donde se deja el vehículo. Primero se camina hacia el volcán sobre piedras negras y rojas, y después a través de unas tierras pantanosas que en verano exhiben fuertes contrastes ocres y verdes. Estas arenas, empapadas en época de lluvia, son lo que el visitante verá al contemplar el cráter de este volcán, sin actividad desde hace siglos.

iStock-833623980. Mejor a caballo

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Mejor a caballo

La excursión a lomos de un caballo mongol regala una experiencia mucho más intensa. Contemplar el valle del Orkhon así resulta fascinante: la piedra volcánica oscurece el fondo del río y hace que las aguas parezcan casi negras, en contraste con las orillas, ricas en tiernos pastos para el ganado de los nómadas que acampan durante la primavera. Está prevista la construcción de un campo de golf que atraerá, sin duda, a otro tipo de visitantes.

iStock-1173854497. A cuerpo de nómada

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A cuerpo de nómada

Dormir en un gher, la típica tienda circular de los nómadas es otra experiencia sensacional. Hay unos cuantos alojamientos de este tipo a lo largo del camino que va de Ulán Bator al valle del Orkhon. No ofrecen lujos, ni tampoco electricidad, pero son prácticas y cómodas, con un servicio amigable y atento. Algunos están gestionados por familias y disponen de caballos para realizar rutas a enclaves cercanos, como la Reserva Natural de Naiman Nuur, donde ocho lagos extienden sus aguas azules rodeados de bosques y prados con flores. Es un paisaje sorprendente para el viajero que llega a Mongolia con la idea de encontrar solo terrenos áridos y llanos, sin ningún asomo de verdor y aún menos del turquesa de un conjunto de lagos volcánicos apenas visitados por nadie.

En la capital mongol la oferta de alojamiento es mucho más variada, con hoteles que se adaptan a cada bolsillo. Algunos disponen de espacio para autocaravanas o tiendas de campaña, e incluso taller para reparar los vehículos y las motocicletas. Escogemos un hotel en las afueras de Ulán Bator y aprovechamos para preparar con calma la segunda parte del viaje: el mítico desierto del Gobi, que se extiende de este a oeste por el sur del país.

vince-gx-HxocnwsdYKI-unsplash. Camino al Gobi

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Camino al Gobi

Desde Ulán Bator hay que conducir algo más de 600 km hasta la entrada del Parque Nacional del Gobi Gurvansaikan, que se estableció en 1993 y es el más grande del país, con 27.000 km2. Otra forma más rápida consiste en tomar un vuelo a Dalanzadgad, capital de la provincia de Ömnögovi, y contratar en esta pequeña ciudad el vehículo, preferentemente con guía y chófer. De cualquier manera, nada ahorra las largas horas en coche, moto o furgoneta que implica viajar por Asia Central.

iStock-622193346. En busca de los dinosaurios

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En busca de los dinosaurios

La carretera se va deshaciendo según se avanza y en muchos tramos se rueda sobre la arena. La primera parada son los Acantilados de Bayanzag o Llameantes, famosos desde que en 1923 el estadounidense Roy Chapman Andrews descubrió huevos fósiles de dinosaurio. No es uno de los monumentos naturales más fáciles de encontrar: hay que descender del vehículo y caminar un rato.

sarah-lachise-SIX-q58-UMo-unsplash. La cima del Gobi

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La cima del Gobi

El paisaje comienza a variar suavemente hasta que el terreno pedregoso deja paso a las grandes planicies arenosas. Nos dirigimos hacia uno de los paisajes más característicos del Gobi, las dunas de Khongoryn Els. Estas dunas son las más altas de Mongolia, con cotas de 300 m de altura cerca de la frontera con China. Para llegar hasta ellas el viaje discurre por la estepa de Bayandalai, a través de un paisaje en que el tono dorado de la arena se alterna con el verde intenso de los oasis.

A las dunas de Khongoryn se las conoce como «arenas cantantes» por el rumor que produce el viento cuando las acaricia y mueve de sitio. Es un curioso fenómeno que puede observarse desde la duna más alta. Situados en ese magnífico mirador, nos asomamos a un mar de arena que se extiende hacia el sur y se interna en territorio chino.

iStock-1182584291. Mucho más que una garganta

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Mucho más que una garganta

El parque Gurvansakan alberga otro enclave inesperado: el cañón de Yoliin Am, una garganta que puede explorarse en camello y que sorprende con un riachuelo que suele helarse en invierno. Si se espera a que llegue el atardecer quizá se pueden descubrir gacelas o algún grupo de argalis, la cabra salvaje de la zona; mucho más difícil será ver al esquivo leopardo de las nieves. La reserva es el hogar de 52 especies de mamíferos y hasta 246 de aves. Entre los pájaros endémicos destaca el perdigallo altaico; en la zona también habitan cernícalos y halcones.

iStock-133924118. Rumbo a las Altai

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Rumbo a las Altai

Las montañas Altai, en el extremo oeste del país, son el tercer objetivo de este viaje. Para arribar se suele volar desde Dalanzadgad o Ulán Bator hasta la ciudad de Ölgiy, donde se alquila un vehículo para recorrer esta cordillera. Otra opción consiste en conducir unos 1500 km desde Bayandalai y disfrutar así de varios días de ruta, pasando por poblaciones como Bayahondor y Altái, pernoctando en campamentos y compartiendo momentos –sobre todo comidas– con los habitantes de la región.

iStock-1195762828. Lo más indómito

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Lo más indómito

La cordillera del Altai (Altain-ula o Montañas de Oro) nace en la llanura siberiana, desciende por el extremo oriental de Kazajastán, bordea el noroeste de China y, ya plenamente dentro de Mongolia, desaparece en la arena del Gobi. Sus picos blancos superan los 4000 m, esconden glaciares eternos y dan origen a tres de los mayores ríos del norte de Asia: Intish, Obi y Yeniséi. De todo el viaje por Mongolia, aquí es donde el viajero hallará el paisaje más exuberante e indómito. Además de glaciares y cumbres, hay bosques, praderas y elevadas paredes rocosas que las aves de presa hicieron suyas hace miles de años.

iStock-458338771. Culto a las águilas

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Culto a las águilas

El águila es el ave nacional del país y en su honor se celebran diversos festivales en primavera y verano. El del lago Khuvsgul, en el norte, es uno de los más famosos de estos encuentros repletos de competiciones que prueban la destreza de los participantes y al que acuden nómadas de todo el país. Durante el Festival Naadam –en julio y en diferentes puntos del país– se disputan cuatro deportes tradicionales: la lucha mongol, el tiro con arco, las carreras de caballos y el lanzamiento de tabas.

El Festival del Águila Dorada es otra cita espectacular. Tiene lugar en la ciudad de Ölgiy, en el corazón del Altai mongol, en octubre. La caza del zorro a caballo con águilas es la prueba estrella, una demostración de habilidad del jinete que también pone a prueba el vínculo que lo une a la extraordinaria ave que lleva sobre su puño. Los caballos, omnipresentes y de vida semisalvaje, siempre han estado ligados al pueblo mongol y son venerados y cuidados como dioses. No resulta extraño que este fuera el pueblo inventor del primer pantalón y de las sillas de montar.

iStock-178108080. El caballo: la otra veneración

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El caballo: la otra veneración

El caballo de raza mongol, Ta­khi o Przewalski (Equus ferus prze­walskii) se caracteriza por sus patas cortas y cuello fuerte, resiste temperaturas de muchos grados bajo cero y vive la mayor parte del tiempo asilvestrado, en manada, buscando pastos. Se los ve galopando en los lugares de brotes más tiernos y también en los lagos con las patas metidas en el agua, refrescándose o bebiendo, o descansando sobre la hierba húmeda. A punto de desaparecer en los años 70, el caballo Takhi pudo reintroducirse con ejemplares de zoológicos de varios países del mundo gracias sobre todo a la creación, en 1993, del Parque Nacional Khustain. En las praderas de esta reserva situada a 100 km de Ulán Bator también habitan linces, lobos, el maral o ciervo rojo de Asia, gacelas de la estepa y más de 230 especies de aves.

iStock-614722666. Próximo objetivo: conquistar el mundo

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Próximo objetivo: conquistar el mundo

La primavera y el verano ofrecen el clima perfecto para disfrutar de los paisajes y la cultura mongoles, cuando los rigores del invierno parecen un lejano recuerdo y los nómadas exhiben su desarmante hospitalidad ante el viajero. Las últimas horas en Ulán Bator antes de subir al avión de regreso, se pueden aprovechar para visitar el Museo Nacional de Historia y dejarse inspirar por la frase de Gengis Kan que decora la entrada: «Hijos míos, mi vida fue demasiado corta para conquistar el mundo. Esa es la tarea que os lego»