Los montes Dolomitas, en la región italiana del Trentino-Alto Adigio, son la cara amable de los Alpes: un jardín que recibe los aires cálidos del Mediterráneo, punteado por moles rocosas que parecen cinceladas a manos de gigantes y por pueblos de tradición tirolesa. La ruta desde Trento hasta Bressanone discurre por muchos de los enclaves que contribuyeron a declarar Patrimonio de la Humanidad esta sierra.
Trento, la denominada splendidum municipium por el emperador Tiberio, es una ciudad tranquila, asentada a orillas del río Adigio, que invita a conocer sus tesoros artísticos sin prisas. El mejor paseo es el que conecta la plaza del Duomo y su catedral del siglo XIII con el Castillo del Buonconsiglio.
Rumbo nordeste el viaje se adentra en la comarca vitivinícola de Cembra y después remonta el valle de Fiemme hasta, 70 kilómetros más adelante, alcanzar el desvío al Parque Natural de Paneveggio-Pale di San Martino. Conocido como el «Bosque de los Violines» por sus abetos rojos, cuya madera ha sido desde siempre muy apreciada por los lutiers, esta frondosa reserva es el hogar de rebecos, marmotas y águilas doradas, entre otros. A poca distancia se encuentra la estación de esquí de San Martino di Castrozza, que forma parte de la inmensa red de pistas de la región.
El pueblo de San Martino tiene uno de los tres centros de visitantes del parque, desde los que se emprenden excursiones con raquetas hasta puntos panorámicos que muestran las formas y las tonalidades de la roca dolomítica. El nombre procede del geólogo francés Déodat de Dolomieu quien, en 1789, identificó la composición de esa piedra de origen coralino, capaz de cambiar de color a lo largo del día y de las estaciones. Siguiendo 40 kilómetros hacia el norte aparece Moena. Apodada el «Hada de los Dolomitas», esta localidad es la puerta de entrada al valle de Fassa, un importante núcleo para disfrutar del esquí nórdico. El nombre de Moena significa «pantano» y recuerda que, hace 200 millones de años, aquí hubo un mar tropical rebosante de corales, peces, moluscos y algas que han dejado sus huellas fosilizadas en la roca.
La cultura ladina
Moena es, además, el acceso a la Ladinia, antiguo territorio de orígenes celtas y romanos donde aún se habla una lengua retorromance, el ladino, utilizado por apenas un tres por ciento de la población, que suele expresarse en italiano o en alemán. Al poco de dejar Moena, el pueblo de Vigo di Fassa exige una parada para visitar el Museo Cultural Ladino y conocer una cultura popular cargada de leyendas sobre hadas, gnomos, gigantes y brujas. También es muy rica la artesanía en madera, como las máscaras de su Carnaval, uno de los más antiguos de los Alpes.
Ladinia es un antiguo territorio de orígenes celtas y romanos donde aún se habla una lengua retorromance, el ladino
El pueblo de Canazei, el corazón de los montes Dolomitas, cierra por el norte el valle de Fassa. El mirador del Col di Rossi, emplazado a 2.280 metros de altitud y accesible en funicular, regala una de las mejores panorámicas. Al este se erige la Marmolada, con sus llanuras nevadas y su Ciudad de Hielo, un conjunto de galerías excavadas en 1917, cuando el frente de la Primera Guerra Mundial se disputaba en estas cumbres alpinas. Esta red de túneles mide unos doce kilómetros de largo y tiene hasta mil metros de profundidad.
Si se vuelve la mirada hacia el oeste, se puede abrazar el grupo del Catinaccio y los macizos de Sciliar y Rosengarten (jardín de rosas, en alemán), un interminable rosario de crestas dentelladas, cimas y agujas pétreas que albergó el reino del mítico rey Laurino. Cuenta la leyenda que el soberano únicamente amaba a su hija y a su jardín de rosas. Siguiendo el perfume de las flores, un día el príncipe Latemar llegó al reino y raptó a la chica. Laurino maldijo por ello a las rosas y las condenó a ser invisibles de día y de noche. Pero se olvidó del amanecer y del atardecer, cuyas luces aún hoy dan lugar a la «enrosadira», el fenómeno que enciende las cumbres de morados y rojos.

Descanso en Santa Cristina
El grupo rocoso del Sella se sitúa en el confín entre el valle de Fassa y el de Gardena. El viaje prosigue hacia la ciudad de Bressanone por este último y, en algo más de media hora, alcanza la localidad de Santa Cristina, punto de inicio de excursiones senderistas en verano y con esquís o raquetas en invierno. Uno de los paseos más populares es el que conduce al castillo de Gardena o Fischburg, rodeado por bosques de abetos nevados. Otro de los atractivos del valle de Gardena son sus fiestas paganas y la arquitectura de báitas o casas de montaña, un legado que, como el ladino, ha llegado hasta hoy gracias al histórico aislamiento del valle.
El recorrido invernal por los montes Dolomitas concluye en Bressanone, Brixen en alemán, en el corazón del valle del río Isarco. Para descubrir esta ciudad barroca del Tirol italiano, nada mejor que callejear partiendo de la plaza del Duomo. Las fachadas con frisos esculpidos y esgrafiados revelan el armonioso encuentro entre la cultura italiana y la alemana. Después de haber visitado obras arquitectónicas fundamentales como la catedral y el palacio del Arzobispo, hoy museo, resulta delicioso descansar en un café con un chocolate caliente entre las manos y saborear la rica repostería tradicional.
Para completar la curiosidad cultural y gastronómica es aconsejable desviarse hasta la abadía Novacella (siglo XIV), donde los monjes agustinos ofrecen una degustación de quesos y vinos elaborados con las viñas más altas de Italia. Tras esta última visita uno siente que la belleza de los Dolomitas también se paladea.
PARA SABER MÁS
Documentación: DNI o pasaporte.
Idioma: italiano, alemán y ladino.
Moneda: euro.
Cómo llegar: En avión. Hay diversas posibilidades: volar a Venecia, a Milán o al aeropuerto de Bolzano vía Roma. Durante la temporada de esquí, una línea de autobús conecta el aeropuerto de Milán con el valle de Gardena. En coche, Trento dista 1.189 km de Barcelona y 1.785 de Madrid.
Cómo moverse: El coche propio o de alquiler es la mejor opción. La región dispone de un buen servicio de autobuses que conecta los pueblos y las pistas de esquí. El Skibuss es un pase válido para siete días que permite trasladarse en autobús por el valle de Gardena.
Esquí: La mayoría de pueblos cuentan con tiendas de deportes, servicio de guías y oficinas de turismo que proponen desde rutas con esquís de travesía o raquetas de nieve hasta salidas con trineos de perros y escalada. El abono Dolomiti Superski permite acceder a los doce valles de la zona y a sus 1.200 km de pistas.
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