Naqsh-e Rostam, el Valle de los Reyes iraní

En él fueron enterrados cuatro de los antiguos reyes de Persia

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Roodiparse

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Naqsh-e Rostam

Es el cementerio de los emperadores de la dinastia aqueménida persa. En esta pared rocosa fueron enterrados Dario I, Jerjes I, Artajerjes I y Darío II. 

Fabienkhan

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Grabados de la tumba de Dario I

Es la única tumba de las cuatro que está identificada. Sus bajorrelieves representan algunas de las antiguas batallas persas. 

Fabienkhan

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El cubo de Zoroastro

La Persia aqueménida era zoroástrica, y su dios era Ahura Mazda. Tanto en sus tumbas como en Persépolis existen grabados donde se hace alusión a esta antigua religión que fue prohibida tras la invasión árabe, cuando se impuso el Islam

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Las cruces persas

La principal característica de Naqsh-e Rostam es que las entradas tienen forma de cruz. 

A solo tres kilómetros de Persépolis, Irán, la ciudad persa construida bajo las órdenes de Dario I el Grande y destruida en el 330 a.C por Alejandro Magno, se encuentra Naqsh-e Rostam. Un valle en cuyas paredes están escavadas varias cámaras donde en su día se enterraron a algunos de los reyes más significativos de la antigua Persia. Ellos son: Dario I, el único que cuenta con la inscripción de su nombre a la entrada; Jerjes I, Artajerjes I y Darío II, según han constatado algunos estudios arqueológicos.

Las cuatro tumbas fueron saqueadas por Alejandro Magno después de conquistar el imperio aqueménida, por lo que sus interiores están vacíos. Lo que no se alteró fue su arquitectura. Llamados como las “cruces persas”, cada una de estas cámaras se caracteriza por su forma de cruz y sus bajorrelieves, que representan algunas de las batallas más importantes de los persas. El Ka'ba-i Zartosht, conocido también como el cubo de Zoroastro, se encuentra justo enfrente de ellas y su presencia ha dado lugar a diferentes opiniones. Según algunos historiadores, este es una réplica del que había en Pasargadas, la anterior capital del imperio, y que sirvió como caja de seguridad para guardar enseres de valor. Otra de las opiniones es que se trata de un antiguo altar del fuego propio del zoroastrismo.

La religión Zoroastrista tuvo su momento álgido durante el período aqueménida. Su dios, Ahura Mazda, se puede ver en antiguos grabados de Persépolis, Naqsh-e Rostam y en muchas de las edificaciones iranís. También sus cementerios, llamados Torres del silencio por su altura, o sus templos del fuego, siendo el de Atashkadeh, en Yadz, el más famoso de todos por contar con la eternal flame, una llama que lleva encendida desde el siglo V.

Naqsh-e Rostam podría ser el equivalente al Valle de los Reyes en Egipto, o incluso la pequeña Petra de Jordania, donde muchas de las tumbas también están excavadas en la roca. Un lugar en medio del desierto donde, a través de sus grabados, se pueden llegar a entender parte de la historia de la época aqueménida.