Cuando el 21 de diciembre de 1967, el profesor M.J. O'Kelly y su esposa Claire vieron aparecer el rayo de luz dorada por el techo de la bóveda de la cámara y correr a lo largo del corredor de casi 19 metros, haciendo brillar las partículas de polvo del recinto, estaban contemplando por primera vez en más de 5.000 años el maravilloso espectáculo del solsticio de invierno en Newgrange.
Es asombroso cómo este prodigio de ingeniería y astrología de la Edad de Piedra sigue marcando con exactitud el amanecer invernal, siglo tras siglo. Tanto que son muchos los que sueñan con verlo, pero sólo unos pocos los que pueden imitar a los O’Kelly.
Por las condiciones de espacio de este pasaje funerario, y para su preservación, el espectáculo megalítico de luz sólo puede ser contemplado por aquellos afortunados que son seleccionados en un sorteo que se realiza cada año en el mes de septiembre.