La historia de la Vall de Boí, una de las áreas con más encanto del Pirineo Catalán, se remonta hasta los siglos XI y XII, cuando el obispo de Roda de Isabena consagra las iglesia de Santa María de Taüll y Sant Climent de Taüll. Unos prolíficos 200 años en los que no solo se levantan estos dos emblemas del románico catalán, sino un total de ocho y una ermita por todo el valle, un legado arquitectónico que diez siglos más tarde la Unesco ha declarado patrimonio mundial. El empeño del obispo y los señores de Erill la Vall por traer a estas tierras lo mejor del románico lombardo importado del norte de Italia obtuvo sus frutos en forma de estos templos cuya funcionalidad no solo se centraba en llamar a la misa, sino también utilizarlo como torres para vigilar el territorio. Hoy constituyen uno de los planes imprescindibles que hacer en la Vall de Boí además de esquiar.