Por pueblos andalusíes
La toponimia es la más visible de las herencias árabes en una zona en la que abundan las alcazabas, las acequias y las almazaras. Y esa profunda huella también es evidente en la arquitectura –el propio Castillo de Serón es un buen ejemplo de ello– y en el gusto por las recetas elaboradas a base de almendras e higos secos.
Más allá de Serón, si bordeamos los meandros del río al-Mansura, que raramente lleva demasiada agua, topamos con otras aldeas morunas, como Tíjola, Bayarque o la más conocida Purchena, que fue la capital del reino rebelde de Abén Humeya. La localidad presume de haber recuperado los Juegos Moriscos, una competición con espíritu olímpico organizada por Humeya en 1569 y que incluía una serie de pruebas físicas, deportivas y culturales, entre las que se contaban la lucha, el lanzamiento con honda o el levantamiento de piedra, entre otros.
No muy lejos de ahí aparece en nuestra ruta otro recuerdo visible de la época andalusí. Se trata de las canteras –aún en uso– de la carcomida Macael. De ellas se extrajo el brillante mármol blanco que tanto empaque da a la Alhambra de Granada o a Medina Azahara.