Sin pisar la playa

Nueve excursiones para conocer Tarragona

Algunas de las propuestas que hacen de la provincia un destino cultural y gastronómico imbatible.

Cierto que Tarragona con su Costa Daurada se ha ganado a pulso la reputación de paraíso playero, pero no hay que dejar que el árbol tape el bosque cultural que se desparrama por toda la provincia. Se puede seguir la huella de genios como Miró o Picasso, sentir la emoción de paisajes místicos, disfrutar de la arquitectura, de los buenos vinos, del silencio del Císter. En toda la provincia se mira al presente (por supuesto, al futuro), pero no se olvida el pasado, ni el más remoto de los romanos, fenicios o templarios, ni tampoco del más reciente, aquel en el que muchos sufrieron las penalidades de una guerra fratricida. Imposible aburrirse en Tarragona.

1 /9
Siurana

Foto: iStock

1 / 9

Siurana, un pueblo colgado en las alturas

La carretera que une Poblet con Siurana se interna por el espacio natural que ocupan las Montañas de Prades, verdadero epicentro de una amplia red de caminos y senderos que son paraíso para senderistas. Si se sigue camino, la vía antes de llegar a Siurana serpentea apuntando hacia arriba, entre paredes rocosas de las que cuelgan habitualmente escaladores ajenos al vértigo: “Allà dalt és Siurana, aspra i ardida” (Allí arriba está Siurana, áspera y osada), dice el verso del poema que dedicó Josep Carner a este pueblo esculpido en la roca. En su breve entramado medieval de calles adoquinadas y esquinas de piedra halla el visitante un marco excepcional para todas las fotografías que se le ocurran. Los restos de un castillo árabe y una iglesia románica concentran toda la historia del lugar que llega a su máximo esplendor con el atardecer dorado, mejor en cuando ya va llegando el otoño y los sarmientos de las viñas próximas alimentan las brasas de las cocinas.

Miravet-iStock-540826082

Foto: iStock

2 / 9

Miravet, una de templarios

Siguiendo el curso del Ebro, esa especie de autopista que evoluciona y cambia con el paisaje, aparecen estampas de postal como el pueblo de Miravet, en Tarragona. Allí las fachadas de piedra se confunden con los trozos de peñascos desnudos, y en lo alto, corona la estampa un prodigioso castillo construido por los templarios. Lleva oteando el horizonte con autoridad desde que fuera reconstruido en 1153 sobre una antigua fortaleza de origen andalusí, el edificio es uno de los mejores ejemplos arquitectónicos de la Orden de los Templarios en Europa, pura evocación de uno de los episodios más enigmáticos y atractivos de la historia. Miravet forma parte de la Ruta Domus Templi, que recorre el trayecto que hacían los Caballeros Templarios (desde Aragón hasta Valencia).

 
Delta del Ebro

Foto: iStock

3 / 9

Delta del Ebro con prismáticos

Antes de pisarlo hay que observar desde arriba, lo más arriba posible, por ejemplo desde la ventana que brinda Google Maps. Solo así se podrá comprender de un único vistazo la singularidad del paisaje que forma el delta del Ebro. Su geografía parece poesía al adentrarse en el Mediterráneo casi como si fuera un ave con sus alas extendidas. Precisamente, las aves son uno de los elementos que despiertan mayor interés entre los muchos viajeros que llegan al lugar. Mucho se ha escrito del Parque Natural del Delta del Ebro, sus dunas, los paisajes de arrozales, su diversidad ecológica o sus playas, los humedales, lagunas, marismas… Y siempre son las aves el denominador común de toda esta belleza paisajística. Y es que el Delta del Ebro, con entre 50.000 y 100.000 ejemplares diferentes de aves que se pueden observar, lo cual representa el 60% de todas las especies de Europa.Así que será mejor no dejarse los prismáticos si no se quiere perder detalle alguno. El otro ingrediente es el gastronómico. Los arroces del Delta tienen su propio monumento en las paellas que salen diariamente de las cocinas de toda la zona.

 
Horta de sant Joan, Tarragona

Foto: Shutterstock

4 / 9

Horta de sant Joan, el paisaje cubista

No se cansaba de decirlo Picasso, en lo que es tal vez sea uno de los casos más famosos de epifanía causada por un paisaje de la historia del arte: "Todo lo que sé lo he aprendido en Horta". Se refería a Horta de Sant Joan, en la Terra Alta, a donde llegó por primera vez en 1898, siendo un adolescente que buscaba curarse de la escarlatina, y volvió tiempo después en el verano de 1909, tras exprimir un tiempo la vida parisina. Alquilo una habitación en un hostal del pueblo, la convirtió en su taller y revolucionó su pintura con el cubismo. Hay que ver el pueblo, encaramado sobre una colina, rodeado de almendros, olivos y viñas, con todo su casco antiguo hecho de calles empinadas y tiempo lento, para buscar alguna pizca de aquella epifanía en la belleza del lugar.

shutterstock 1061380592. El Vendrell y Pau Casals

Foto: Shutterstock

5 / 9

El Vendrell con mucha melodía

Se puede decir que la Casa Museo Pau Casals es más un sentimiento que una casa. Pau Casals nació en 1876 en este pequeño pueblecito de Tarragona y años más tarde, cuando la vida le llevó hasta lugares que nadie podría haber imaginado cuando nació en el seno de una familia pobre, hizo construir su residencia de descanso en el barrio de Sant Salvador. Desafortunadamente el desenlace de la Guerra Civil le forzó a abandonarla y exiliarse a Puerto Rico. Hoy el museo brinda un itinerario por su vida y obra a través de diferentes espacios. Da por la parte de atrás a la playa y al paseo de esta localidad donde sentir cómo el Mediterráneo en la década de los 80, calma y belleza, ritmo cotidiano y saludos de buenos días al cruzarse la gente del lugar. Sigue emocionando ver en la sala de música cómo Pau Casals interpreta el Cant dels ocells con su prodigiosa entrada de arco. El Mediterráneo se hace olas en la playa cercana, es el paisaje añorado que nunca le abandonó. 

 
shutterstock 737695396. Priorat

Foto: Shutterstock

6 / 9

Priorat, vinos y misticismo

Las carreteras del Parque Natural de la Serra de Montsant son estrechas y parecen jugar con el viajero, le hacen subir y bajar, se acercan a pequeños pueblos que de pronto aparecen apiñados alrededor de la torre de la iglesia para luego alejarse. Lo que aparece por la ventanilla es un paisaje vinícola excepcional con viñas en talud que parece imposible poder trabajar. Y, sin embargo, se trabajan, se cuidan con paciencia y amor por la tierra y dan vinos de finca que son auténticos productos de autor.  Hay que buscar el origen de esta cultura vitivinícola del Priorat en la Cartoixa de Escala Dei, el lugar donde en el siglo XII, los monjes decidieron asentarse siguiendo el mandato de Alfonso II de repoblar la zona. Es la ruina hecha paisaje bucólico, toda belleza desde el primer arco de entrada con la silueta compacta de la Sierra del Montsant de fondo, es fácil hacerse a la idea de cómo fue vivir en aquel monasterio con el voto de silencio. El escenario transmite puro misticismo. De hecho, esta sierra es el hogar de Montserrat Domingo, una de las pocas eremitas que hay en Cataluña viviendo en un confinamiento escogido.

iStock-922397244. Santa María de Poblet y ruta del Císter

Foto: iStock

7 / 9

Santa María de Poblet y ruta del Císter

A unos 30 kilómetros de Valls, centro cultural del calçot, ese plato de la gastronomía catalana que tiene tanto de celebración como de juego en la mesa, aparece en el horizonte de Vimbodí la poderosa silueta del campanario de espadaña y del cimborrio del monasterio de Poblet, paradigma de la arquitectura cisterciense. La desamortización de Mendizábal lo dejó en ruinas, tal y como se puede observar en una fotografía del 25 de febrero de 1923 que muestra a Albert Einstein junto a su esposa bajo un arco caído, pero hoy llegar al Real Monasterio de Santa María de Poblet y traspasar la Puerta Real y caminar por el atrio cubierto con los arcos ojivales característicos de la arquitectura cisterciense es entrar en la Edad Media. Su origen se remonta al S.XII, cuando Ramón Berenguer IV cedió estas tierras a la comunidad de monjes cistercienses. Santa María de Poblet que, junto al de Santes Creus y Vallbona, forma parte de la Ruta del Císter forman parte de la Ruta del Císter que recorre Tarragona.

 
shutterstock 86449774. Reus, esperando a Gaudí

Foto: Shutterstock

8 / 9

Reus, esperando a Gaudí

Aunque Reus y Riudoms siguen sin acabar de decidirse sobre cuál es de las dos el lugar de nacimiento de Gaudí, lo cierto es que vivió dieciséis años en la primera hasta su marcha a Barcelona para estudiar arquitectura. De algún modo, se puede decir que los inicios de su genialidad están en calles de Reus como la de Sant Vicenç, donde estuvo la casa familiar. Cerca de allí, una escultura de bronce rememora al Gaudí niño que jugó en el barrio. Pero en el abundante patrimonio modernista de Reus no hay más presencia de él que la que se encuentra en el Gaudí Centre de la popular Plaza de Mercadal, donde dan buena cuenta de la vida y obra del arquitecto con audiovisuales, maquetas e instalaciones interactivas. 

 

Al salir , en una de las esquinas de la plaza, destaca la Casa Navàs, una de las joyas que Domènech i Montaner. Él es el arquitecto estrella de Reus, suyas son también la Casa Gasull y la Casa Rull, tan pegadas y, sin embargo tan diferentes, porque la proximidad nada tiene que ver con la semejanza, y, sobre todo, el Instituto Pere Mata, en la afueras de la ciudad, una maravilla en la que ya se aprecian los elementos que desarrollaría con plenitud en el Hospital de Sant Pau de Barcelona. La ruta modernista prosigue en la con una treintena de fachadas modernistas, representativas del esplendor que vivió la ciudad cuando se codeaba con las urbes más importantes: "Reus, París y Londres", solía decirse ya a finales del siglo XVIII, cuando el comercio de los destilados la puso al nivel de las grandes capitales europeas.

 
shutterstock 1573513303 (1). Gandesa y la Guerra Civil

Foto: Shutterstock

9 / 9

Gandesa y la Guerra Civil

Ernest Hemingway fue uno de los que contó al mundo la Guerra Civil de España. Estuvo en el frente de la batalla del Ebro, en plena ofensiva fascista de 1938 y suyo es El viejo en el puente, uno de los relatos más poderosos y desoladores de la sinrazón de todas las guerras. En él narra el encuentro con un anciano que está siendo evacuado y que ha dejado en Sant Carles de la Rápita, su pueblo natal, a sus animales -”Era un día gris y las nubes iban bajas, por lo que sus aviones no volaban. Eso, y que los gatos supieran cuidarse solos, era toda la buena suerte que tendría aquel hombre”-.  Historias como la suya se pueden seguir en el Centro de Estudios de la Batalla del Ebro, en Gandesa, un espacio que ha recuperado toda clase de material bélico relacionado con la batalla, desde uniformes y documentos originales hasta testigos y recreaciones de las trincheras. 

 

Contó J. Erenesto Ayala en un artículo publicado ya hace un tiempo que quien visite Gandesa no podrá dejar de ver ciertas reminiscencias toscanas en el paisaje. Y esa es una buena pista viniendo de una gran conocedor del lugar como es él. Hay que dirigirse a las Tierras Altas, en el sur de  Tarragona, donde montañas y cortados encajonan al río, para disfrutar de este verdadero paraíso natural, mezcla de lo mejor de la ribera del río y de la sierra. Cerca, en la Cota 705 de la sierra de Pàndols hay un recuerdo a la paz. Se encuentra ya en el término de Pinell del Brai, donde se podrá parar a brindar por todos aquellos que sufrieron la guerra en el edificio de la cooperativa agrícola, una de las mejores obras del arquitecto Cèsar Martinell.