Cierto que Tarragona con su Costa Daurada se ha ganado a pulso la reputación de paraíso playero, pero no hay que dejar que el árbol tape el bosque cultural que se desparrama por toda la provincia. Se puede seguir la huella de genios como Miró o Picasso, sentir la emoción de paisajes místicos, disfrutar de la arquitectura, de los buenos vinos, del silencio del Císter. En toda la provincia se mira al presente (por supuesto, al futuro), pero no se olvida el pasado, ni el más remoto de los romanos, fenicios o templarios, ni tampoco del más reciente, aquel en el que muchos sufrieron las penalidades de una guerra fratricida. Imposible aburrirse en Tarragona.