Nîmes es la capital del departamento francés de Gard y uno de los enclaves más vibrantes de la región histórica de Occitacia, animado por su actividad vinícola y artística. Pero lo que hace más especial a esta ciudad (accesible en tren desde Barcelona) es el legado que conserva de cuando fue la colonia romana de Augusta Nemausensis (año 25 a.C.), en tiempos en que el Imperio decidió expandirse por el sur de Francia bajo el gobierno del emperador Augusto. Ahora la Unesco ha confirmado la importancia del legado romano de Nîmes incluyendo la Maison Carré, el principal icono de la ciudad, en su lista del Patrimonio de la Humanidad.
LA MAISON CARRÉ, EL SÍMBOLO DE NÎMES
En una plazoleta del corazón de Nîmes, alzado sobre un podio y con una escalinata de acceso desde la fachada que miraba al antiguo foro, se alza desde el siglo I d.C. la Maison Carré, flamante incorporación francesa al patrimonio de la Unesco. De proporciones modestas, pero armoniosas, muda y milenaria, sobrecoge cuando se la mira de frente, resistiendo impasible el paso del tiempo y a la vez contemplándolo desde la plaza a la que da su nombre.
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CULTO AL IMPERIO ROMANO
El monumento es un ejemplo temprano de templo romano asociado al culto imperial en las provincias de Roma. Dedicado a los herederos prematuramente fallecidos de Augusto, apodados los Príncipes de la Juventud, este edificio ayudaba a fomentar el poder de Roma sobre el territorio conquistado en el sur de Francia, al tiempo que propagaba la lealtad de la colonia a Augusto. La arquitectura y la elaborada decoración propagaban el programa ideológico del emperador, que inició una nueva era dorada para el Imperio, conocida como la Pax Romana.
Su fachada de acceso está presidida por un friso y seis columnas frontales (en total tiene 30), mientras en los laterales ocho de las diez columnas decorativas están integradas en los muros. Su estructura rectangular, que mide 26 m de largo y 15 m de ancho con una altura de 17 m, tiene una cubierta a dos aguas. Fue erigido en mármol y en estilo corintio. Y hoy su interior exhibe piezas de mosaicos, una estatua de Apolo, su busto en bronce, otra cabeza de Júpiter y cipos funerarios.

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UN TEMPLO VIVO
La Maison Carrée ha sobrevivido al paso del tiempo, exhibiendo un excelente estado de conservación. Ello se debe a su ocupación continuada y con usos diversos desde la Edad Media, cuando ya fue restaurado para ser utilizado como Ayuntamiento entre los siglos XIII y XV. En 1670 fue vendida a la Orden de los Agustinos que la convirtieron en una iglesia. Tras la Revolución francesa de 1789 albergó los archivos departamentales, para ser convertida en 1823 en el primer Museo de Nîmes. Poco después, en 1840 fue declarada Monumento Histórico de Francia. En la actualidad, el monumento convive en la misma plaza con el Carré d'Art, un museo de arte contemporáneo que diseñó el arquitecto Norman Foster, y que incluye una biblioteca municipal.

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EL MUSEO DE LA ROMANITÉ
Para exhibir el legado que se almacenaba en diversas dependencias de Nîmes, el año 2018 se inauguró el Museo Romano de Nimes, donde se revive el pasado imperial de la ciudad. Se trata de un moderno edificio recubierto por una fachada ondulante de vidrio en la que se refleja su famosa Arena, otro edificio del siglo I y uno de los anfiteatros romanos mejor preservados. La colección permanente invita a viajar al pasado romano de esta ciudad gala, que los emperadores embellecieron con obras como la Maison Carré y el Templo de Diana, ambas aún en pie. Entre las obras que exhibe destaca el Mosaico de Penteo, del siglo III, descubierto en Nimes durante unas obras. El museo incluye un jardín interior, una terraza-mirador y un restaurante con estrella Michelin. Otra visita cultural recomendables es el Museo del Vieux Nimes, donde se muestra la vida de la ciudad desde la Edad Media.

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LA MÁS ROMANA DE FRANCIA
Nîmes se construyó de manera excepcional ya con sus monumentos romanos. Esta antigua arquitectura le otorgó al enclave su identidad y singularidad, además de un excepcional valor monumental. Tras tanto siglos, la ciudad todavía evoca la imagen de una colonia romana, con un tejido urbano salpicado por monumentos heredados de la Antigüedad, que ha sabido integrar armoniosamente en el tiempo. Nîmes se convertía en el siglo I en una «colonia de derecho latino» y se llenaba de construcciones suntuosas. El emperador Augusto y sus sucesores la embellecieron para promover la romanización en la Galia. Entrados en el siglo II, Nîmes ya constituye una etapa estratégica en la vía Domitia que unía Roma e Hispania. Se estima que entonces tenía unos 25.000 habitantes. Las invasiones sucesivas del siglo III y la conquista visigoda del V ponen fin al esplendor de la antigua ciudad imperial.