Forman parte del paisaje tanto como de la historia de los lugares que ocupan. Las ermitas que hay repartidas a lo largo y ancho de la geografía son mucho más que sencillas construcciones nacidas del fervor religioso; son, a su vez, una clara demostración de que hasta en las esquinas más sencillas hay siempre una buena dosis de belleza esperando. Entre las infinitas ermitas que salpican el territorio español, las que miran hacia el mar son un género aparte. Es el caso de las que se encuentran a lo largo de los 800 kilómetros de costa del Mar Cantábrico, desde Galicia al País Vasco. Hay de todo tipo, más o menos humildes, con leyenda o sin, recónditas o no… Pero todas tienen algo: vistas y paz natural.