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Once pueblos que guardan la esencia de la Costa Brava 115 años después

Hace 115 años que se acuñó una de las etiquetas turísticas más afortunadas de Cataluña con un conjunto de pueblos y playas que destilan belleza mediterránea.

Han pasado justo 115 años desde que el periodista Ferran Agulló bautizó al trazo de litoral que se extiende desde Blanes, al sur, hasta el Portbou pegado a Francia, como Costa Brava. Brava… o valiente, tanto da, pues son sinónimos que definen un paisaje de pinos que van a tocar el agua y de acantilados y rocas épicas que son el final de los Pirineos sumergiéndose en el Mediterráneo. 

Un estimulante paisaje en el que ya los griegos se fijaron para fundar colonias tan importantes como Emporion hace algo más de veintidós siglos y que hoy en día sigue cautivando a viajeros que van al encuentro de playas, sí, pero también de pueblos que con una porosidad urbana e histórica han ido acumulando las culturas y diferentes costumbres que se remontan a la Antigüedad. Gastronomía, historia, patrimonio arquitectónico… Estos pueblos de la Costa Brava lo tienen todo para disfrutar del Mediterráneo más puro.

Cadaqués
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CADAQUÉS

Unos 15 km de carretera de curvas pronunciadas son una de las posibles explicaciones para entender cómo Cadaqués ha conseguido mantener aquella belleza única que poseen los pueblos de pescadores que viven aislados y completamente abocados al mar. La brisa marina de la Costa Brava se cuela por las calles del casco antiguo en las que las casitas blancas de puertas y ventanas azules guían al visitante hacia el paseo marítimo, que ofrece una preciosa panorámica de la bahía y la playa principal. Desde luego, una vista de postal.

Pero más allá de ser un destino contemplativo, las actividades culturales también tienen un gran protagonismo. Por ejemplo, en la playa de Portlligat se puede visitar la Casa-museo de Dalí, el lugar que el artista convirtió en su residencia después de instalarse en 1930 en lo que comenzó siendo un pequeña barraca de pescadores y terminó siendo una más de sus creaciones.

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 L'Escala
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L'Escala

Hace más de veintidós siglos, los intrépidos griegos erigieron Emporion, dejando un legado duradero que trasciende los siglos. Más tarde, los romanos lo rebautizaron como Emporiae, y es precisamente en el nexo entre pasado y presente donde se encuentra el pequeño y cautivador pueblo de L'Escala. Enmarcada por el Golfo de Roses, este encantador pueblo mantiene un aspecto mágico y cautivador, que oscila entre lo agreste de la tierra y la majestuosidad del mar. En sus calles y playas, se pueden sentir aún hoy los ecos de aquellas culturas antiguas.

El yacimiento arqueológico de Empúries que se alza con elegancia frente al Mediterráneo, transporta a los viajeros en chanclas y bañador a un viaje en el tiempo hasta aquellos tiempos en que el turismo aún no se había inventado. Aunque el pasado es una parte fundamental de la identidad de L'Escala, también es un puerto activo y vivo que abraza las aguas de la bahía con vitalidad. Su corazón late a diario en su casco antiguo, una joya que es más que un simple decorado de postal y que merece ser explorado sin prisas. Un paseo por el centro y el paseo marítimo revelan la rica historia del lugar, donde se destacan el edificio del Alfolí de la Sal, la iglesia parroquial de Sant Pere y el antiguo Cementerio Marino. La atmósfera en el entorno de La Platja es especialmente vibrante, ya que aquí se celebran numerosos eventos a lo largo del año, enmarcados por la belleza del paisaje marino.

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Más allá de la historia, las playas de L'Escala son un regalo para los sentidos. Desde la serenidad de Platja de Riells hasta la majestuosidad de Platja de Portitxol, cada rincón de arena y mar ofrece una experiencia única. Y, por supuesto, no se puede hablar de L'Escala sin mencionar su famosa anchoa.

 

Calella de Palafrugell PC

CALELLA DE PALAFRUGELL

Una retahíla de pequeñas calas de arena dorada rodeadas de bosque de pino y precedidas por un mar turquesa salpicado de barquitas de pescadores es el microclima litoral del que goza el pueblo marinero más genuino de la Costa Brava. Dicen que Serrat se inspiró en este rincón de la Costa Brava para componer Mediterráneo y no parece descabellado, pues entre sus casas blancas de tejado inclinado y las calles y soportales del barrio de Port Bo se respira el más puro ambiente marinero. Algo que llega a su culmen cada primer sábado de agosto, cuando tiene lugar la tradicional Cantada de Habaneras.

Siguiendo el camino de ronda hacia el norte se descubren las bellas calas de Llafranc, y hacia el sur los frondosos Jardines de Cap Roig, poblados por un millar de especies botánicas de origen mediterráneo que maridan a la perfección con el azul marino que reina en el horizonte.

 

Casco histórico de Begur
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Begur

Entre los destinos que destacan en la Costa Brava se encuentra el pintoresco pueblo de Begur, un lugar que fusiona la majestuosidad de un castillo medieval con la serenidad de las calas de aguas cristalinas y la influencia de los indianos que regresaron de Cuba en el siglo XIX.  La imagen de Begur es inolvidable, con su imponente castillo alzándose a 200 metros sobre el mar, una vista que sin duda figura entre las más impresionantes de toda la región. Pero Begur es mucho más que una vista panorámica. Este lugar abraza su pasado marinero y de montaña con gracia y elegancia, y lo demuestra a través de su patrimonio arquitectónico. Entre sus calles empedradas se encuentran las casas de "americanos" o "indianos", nombres dados a aquellos que regresaron de Cuba con riqueza en el siglo XIX. Un verdadero homenaje a esta historia se celebra cada primer fin de semana de septiembre con una festiva fiesta y feria en honor a estos emigrantes exitosos.

Un siglo después, Begur se transformó gracias al turismo, atrayendo a urbanitas en busca de segundas residencias y también a artistas y escritores bohemios que encontraron inspiración en sus costas. En los años 60, personalidades como Truman Capote, Tom Sharpe y Ava Gardner paseaban por estas tierras, dejando su huella en la historia del lugar.

 

Cala Sa Tuna de Begur
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El encanto natural de Begur se combina con su rica oferta histórica y patrimonial. El Parador d'Aiguablava, ubicado en su término municipal, ofrece un destino familiar y relajado con actividades como paseos en barcas de pedales y disfrute de las suaves olas. El Camí de Ronda invita a los visitantes a explorar la costa y sus alrededores, disfrutando de la belleza en todas las estaciones del año. Begur no es solo un destino estival, sino un lugar que ofrece 365 días de vida familiar y auténtica.

Una de las joyas naturales de Begur es Cala Sa Tuna, una cala semiurbana que evoca postales perfectas. Con sus aguas turquesas y su encanto marinero, esta playa de grava de unos 80 metros se encuentra cerca del camino de ronda y concentra todas las bellezas de las que es capaz la Costa Brava.

 

Pals PC

Pals

Decía Josep Pla que “Pals no es bueno para una, sino para cientos de visitas”. Y después de conocerlo alguien podría pensar que quizás es bueno incluso para instalarse... El escritor catalán cuenta con un mirador que lleva su nombre desde el que se puede contemplar las Islas Medes, el Canigó y la Sierra de l’Albera. La Torre de las Horas y la iglesia de Sant Pere, ambos monumentos de estilo románico, definen el perfil de este pueblo de origen medieval construido alrededor de un castillo.

La piedra de los muros y los tejados anaranjados de las típicas casas catalanas lo bañan de un característico color cálido. Y a su alrededor los campos de arroz, el producto local del que no hay que olvidarse y que se puede probar en cualquiera de los locales repartidos por el municipio. Todo ello una receta que sin riesgo de error.

 

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La Edad Media conformó el aspecto de este pueblo ampurdanés y parece que desde entonces el tiempo no haya pasado. La villa se organizó siglos atrás alrededor del castillo-palacio, cuyos primeros datos se remontan, al menos, al siglo XI. Un laberinto de estrechas calles empedradas invita a perderse por esta población, entrar en los comercios del núcleo antiguo para llevarse a casa alguno de los deliciosos productos artesanales, probar la gastronomía tradicional en sus restaurantes y seguir la inercia del caminar hasta llegar a las murallas. Antaño protección infranqueable del pueblo, actualmente todavía se puede pasear por los impresionantes fosos excavados directamente de la roca. De ahí su nombre, claro.

PERATALLADA

La Edad Media conformó el aspecto de este pueblo ampurdanés y parece que desde entonces el tiempo no haya pasado. La villa se organizó siglos atrás alrededor del castillo-palacio, cuyos primeros datos se remontan, al menos, al siglo XI, y alejada del mar, de donde entonces venían muchos de los peligros.

El resultado es un laberinto de estrechas calles empedradas invita a perderse por esta población, entrar en los comercios del núcleo antiguo para llevarse a casa alguno de los deliciosos productos artesanales, probar la gastronomía tradicional en sus restaurantes y seguir la inercia del caminar hasta llegar a las murallas. Antaño protección infranqueable del pueblo, actualmente todavía se puede pasear por los impresionantes fosos excavados directamente de la roca. De ahí su nombre, claro.

 

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Foto: Getty Images

MONELLS

Su icónica plaza mayor se volvió más emblemática -si cabe- al protagonizar Ocho Apellidos Catalanes. Su uniformidad de piedra, sus arcadas humildes pero sólidas y sus poderosos edificios componen una estampa irresistible que al ser recorrida en carne y hueso resulta más fascinante que en la pantalla. Pero Monells es mucho que la plaza Jaume I -su nombre oficial- Es, también, otras plazuelas irregulares e inesperadas como la del Oli, calles que prolongan este idilio pétreo como la de Les Arcs o con una iglesia que, por contexto, se vuelve portentosa: la de Sant Genís al otro lado del río, en la riera. No muy lejos asoman otros pueblecitos con los que completar este paseo y que, aunque no están en este listado, merecen una parada como Cruïlles, Corçà o Madremanya. 

 

 

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TOSSA DE MAR

Este pueblo costero tiene una doble alma: la de ser un destino de sol y playa -como atestigua su playa principal y los hoteles a su alrededor- o ser un pueblito histórico protegido por su muralla y su castillo. Una dualidad que, a efectos viajeros, es irresistible ya que permite al visitante disfrutar del imaginario costero de la Costa Brava y del medieval del Empordà. A efectos pedestres, el recorrido por Tossa de Mar comienza a pie de playa, entre chiringuitos y hoteles con reminiscencias modernistas, y continúa coronando el castillo y el barrio fortificado, donde sorprenden lugares como la iglesia en ruinas de San Vicenç, el monumento a Ava Gardner (quien conectó este lugar con Hollywood) o el Museo Municipal, donde sobresale una colección de arte contemporáneo realmente notable. 

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Tamariu
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Tamariu

Aunque formalmente forma parte del municipio de Palafrugell, este pintoresco núcleo ha sabido forjar su propia identidad, cautivando a todos aquellos que tienen el privilegio de descubrirlo. Tamariu, con su rica historia y belleza natural, personifica la esencia de la región catalana, atrayendo a viajeros en busca de autenticidad y belleza en su estado más puro.

En las palabras inmortales de Josep Pla, se encuentra una descripción de lo más  evocadora de uno de los pueblos más bellos de la Costa Brava. Tamariu es un entrelazado de pasado y presente, donde el espíritu del lugar – el "genius loci" – se manifiesta en la quintaesencia de la libertad. Este espíritu perdura en la mente de quienes la visitan, envolviéndolos en una sensación de misterio y libertad. Un espíritu ideal para unas vacaciones.

Tamariu es el reflejo de sus raíces como antiguo asentamiento de pescadores. En esos tiempos, las barcas y aparejos de pesca se cuidaban en sus costas, y el eco de esas historias aún reverbera en cada rincón del lugar. El paisaje que abraza al pueblo es un cuadro natural de rocas, vegetación y playas de arena gruesa. La icónica Platja Gran, con sus aguas cristalinas, se convierte en el epicentro de un ecosistema veraniego perfecto para unas vacaciones en familia.

 

L’Estartit
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L’Estartit

Frente a las costas de L'Estartit se encuentra el archipiélago de les Illes Medes, una formación de siete islotes que alberga la Reserva Natural Integral de les Illes Medes. Desde la isla más grande, Meda Gran, hasta las diminutas Ferranelles, este conjunto de islotes es un verdadero tesoro para los amantes del buceo y la vida marina. Las aguas que rodean estos islotes son un santuario para la biodiversidad marina. Sus extensiones de praderas de posidonia, la presencia de coral rojo, diversas especies de peces, cangrejos y estrellas de mar crean un ecosistema marino vibrante y diverso. Además, las sorpresas submarinas son innumerables, con visitas esporádicas de majestuosos rorcuales comunes, tortugas marinas, delfines juguetones y el imponente pez luna. Junto al archipiélago, L’Estartit y Torroella de Montgrí forman una pequeña galaxia veraniega donde disfrutar de la Costa Brava junto a playas de arena fina hasta calas tranquilas escondidas entre bosques, cada rincón de este paraíso costero es un testimonio del esplendor natural. Los acantilados que ofrecen vistas panorámicas a las Illes Medes y los atardeceres pintados bajo campos de girasoles, forman parte del lienzo que hace de L’Estartit un destino mágico.
Esta naturaleza se enlaza a la Historia en Torroella de Montgrí, una villa real con siglos de historia que reposa al pie del imponente macizo calcáreo del Montgrí. Esta ciudad, rodeada de huertas y campos regados por las aguas finales del río Ter, traslada a una época en la que la tierra y el río procuraban la vida. 

La Fundación Mascort, ubicada en la histórica Casa Galibern, es un faro de conocimiento e historia. Esta casa del siglo XIX, inspirada en el propietario Ramon Galibern y su experiencia en América, es ahora un centro que difunde el pasado, apoya el arte y aboga por la naturaleza. Mientras que el Museo del Mediterráneo, un crisol de aromas, sonidos y visiones, acerca al corazón de este mar que ha sido testigo de innumerables historias a lo largo de los siglos y que caracteriza a la Costa Brava.