Tavora, Siza, Souto-Moura son nombres importantes en la evolución de la arquitectura portuguesa más reciente. Los tres son exponentes de la Escuela de Oporto, pero hay muchos más. Entre ellos, Alexandre Alves Costa, quien dijo aquello de que “la arquitectura no se inventa, sino que avanza sobre la realidad a pequeños pasos”. Así es como la arquitectura en Oporto ha avanzado: a pequeños pasos, manteniendo un dialecto entre la tradición y la contemporaneidad, convirtiendo a una ciudad periférica en centro de esplendor arquitectónico.
Entre melancólica y colorida, medio portuaria y terrestre, tan llena de azulejos, tejados rojos, escaleras, ropa tendida, tranvías renqueantes y gatos que practican el funambulismo en los callejones. Sí, y además de todo ello, Oporto como escaparate de una arquitectura viva y variada que va del románico al contemporáneo, pasando por el barroco y el art noveau.
Una ruta sencilla permite abordar algunos de sus edificios más interesantes sin necesidad de hincharse a caminar demasiado. Aquel argonauta griego al que el mito da como nombre Cale y que fundó el primer asentamiento allá por el siglo III a.C. caería maravillado de cómo aquel pedazo de tierra junto al Duero ha ido avanzando con el correr de los siglos.