Hay un viejo dicho portugués que afirma que “mientras Lisboa presume, Oporto trabaja”. Razón no le falta a este refrán popular, aunque cabe añadir que la segunda ciudad de Portugal disfruta ya de una innovadora regeneración urbana que le está permitiendo alardear de belleza ante el resto del país en particular y el mundo en general. Unas vistas de postal, una impecable arquitectura, un tamaño compacto y el ritmo relajado que gobierna en la ciudad han convertido a Oporto en el lugar perfecto para perderse entre su rompecabezas de calles adoquinadas. Y ahora, por si todo esto no fuera suficiente, y gracias al empeño (también conocido como locura) de Adrian Bridge, dueño también del hotel The Yeatman, la ciudad cuenta con un atractivo más. Y no se trata de uno cualquiera.