
País Vasco francés (Pays Basque)costa desde Hendaya hasta BayonaSan Juan de Luz y en el célebre destino de Biarritz
Tal vez no haya otro rincón de la costa atlántica francesa que sea tan sofisticado, cosmopolita, surfero y, al mismo tiempo, tan tradicional y marinero como el
, un territorio histórico y fronterizo que, desde las estribaciones pirenaicas, desciende hasta el océano. Nuestro viaje comienza recorriendo su
(unos 50 km), realizando etapas en el acogedor pueblo de
. La ruta se completa visitando el interior, cuajado de cuevas, aldeas rodeadas de valles, balnearios y vestigios jacobeos.
Hendaya es un consolidado centro de talasoterapia de Francia y además ofrece la playa más larga de esta costa, idónea para iniciarse en el surf. A solo unos metros del mar se puede contemplar la primera sorpresa del viaje, el castillo neogótico que el arquitecto Viollet-Le-Duc diseñó hacia 1870 para el científico Antoine d’Abbadie. Situado sobre un acantilado, llama la atención por fuera, pero también por dentro, pues su interior alberga el universo de este excéntrico visionario.
A doce kilómetros está San Juan de Luz, la localidad más pintoresca de la ruta, que conserva su puerto pesquero y un laberinto de calles con tiendas tradicionales. Merece la pena entrar en una pastelería para probar las galletas mouchous y los kanougas de chocolate, aunque si es la hora de almorzar habrá que degustar la sopa de pescado ttoro, seguida de un atún à la luziene. En San Juan de Luz son de obligada visita la iglesia de San Juan Bautista, donde Luis XIV se casó en 1660 con María Teresa de Austria, y los palacetes que los antiguos armadores vascos del siglo XIX se construyeron frente al mar, y que rememoran la prosperidad que tenía la villa en aquella época.
Hendaya es un consolidado centro de talasoterapia de Francia y además ofrece la playa más larga de esta costa
Vale la pena entretenerse en la costa que rodea San Juan de Luz para descubrir rincones como el castillo de Uturbie, en Urrugne, testigo de seis siglos de historia; la casa natal del compositor Maurice Ravel, en Ciboure; y el faro de Guétary, que durante años sirvió para avisar de la llegada de piratas y también para avistar ballenas que los pescadores no dudaban en arponear desde sus traineras. Ahora, al estar considerado un excelente destino de surf, lo que se pescan son olas.
Más adelante, siguiendo la carretera costera hacia Biarritz, se atraviesa Bidart, donde sobresalen el palacete Chateau d’Ilbarritz, otra caprichosa construcción del siglo XIX, y más playas entre acantilados. Desde que Eugenia de Montijo –emperatriz tras su boda con Napoleón III– puso de moda Biarritz en el siglo XIX, la fama del lugar no hizo más que crecer. Símbolo de aquel lujo es la que fuera su residencia, hoy Hotel Le Palais by Belmond, aunque en Biarritz no se da un paso sin encontrar tiendas y restaurantes exclusivos, siempre con el fondo de la costa punteada por surfistas.
Las playas de Biarritz y su continuación en las del pueblo de Anglet, a cuál más espectacular, acompañan hasta Bayona, la ciudad más monumental de esta ruta. Conserva la red de fortificaciones diseñada por Vauban (1633-1707), el mejor ingeniero militar de su tiempo, y un sobresaliente núcleo medieval alrededor de la Catedral. Otras zonas de visita son la Pequeña Bayona, donde hoy se concentra la vida nocturna, y Saint Esprit, el barrio judío más antiguo de Francia. Bayona, además, sigue siendo una localidad pesquera, así que es recomendable degustar su pescado, pero también su chocolate, que según dicen es el mejor de Francia.

Solo hay que alejarse unos pocos kilómetros para descubrir un mundo profundamente rural y vinculado al Camino de Santiago, donde aún se esconden estelas semipaganas alrededor de las iglesias. Entre los pueblos que se encuentran está La Bastide-Clairence (26 km de Bayona), uno de Les plus beaux village de France, por el que resulta un placer deambular.
Este enclave medieval introduce en una comarca horadada por cuevas. Las espectaculares Oxocelhaya e Isturitz, de gran valor prehistórico y geológico, se sitúan cerca de Hasparren, otro lugar que no hay que perderse por sus tiendas de productos locales, ermitas y fachadas entramadas.
El siguiente punto de interés es Cambo-les-Bains (10 km), que cuenta con el balneario más conocido de la zona. Aquí pasó largas temporadas Edmond de Ronstand, quien dedicó el dinero ganado con su famosa novela Cirano de Bergerac (1897) a construir el que quizá sea el palacio más llamativo del Pays Basque: la Villa Arnaga, con espléndidos jardines. Cambo-les-Bains también es la entrada al llamado «País del Pimentón», cuya capital es la deliciosa Espelette, un pueblo blanco con fachadas coloreadas por los pimientos rojos puestos a secar. Desde allí la ruta zigzaguea entre aldeas como Ainhoa que, con la vecina Sare y las fronterizas Zugarramurdi y Urdazubi (Navarra), forma la Tierra Xareta, con muchas grutas vinculadas a leyendas que pondrán el broche final a este recorrido.
MÁS INFORMACIÓN
El aeropuerto Biarritz-Bayona recibe vuelos low cost; el de San Sebastián está a 10 minutos en coche. En Hendaya hay estación de tren.
Turismo de los Pirineos Atlánticos de Francia