La distinción como Patrimonio Mundial abarca miradas diversas. Mientras que algunos reconocen la belleza de sierras intactas mediterráneas y otros cruzan el Atlántico en busca de paisajes volcánicos de las Canarias, los hay que prefieren tesoros más cercanos y urbanitas, como el Paseo del Prado y el Parque del Buen Retiro de Madrid, ejemplo de fusión entre cultural y humanidad, o Aranjuez, localidad que a su contundente Palacio Real suma la delicadeza de jardines con estanques y canales, y las riberas más silvestres de un prudente río Tajo.