Hubo un tiempo en el que el sol y playa lo era todo para esta isla. En el que las alegrías llegaban empaquetadas en un chárter y la visita a Las Palmas era un recurso aftersun para aquellos días en los que la panza de burro (la acumulación de nubes que a veces encapota la isla) se expandía más de lo común. Y sin embargo, a golpe de cosmopolitismo, de sabor y de indianos contemporáneos que han vuelto de sus peripecias por los viejos continentes con sus retinas frescas, esta urbe ha conseguido ser un destino mucho más urbano que chancletero.