El silencio en mitad de un lago congelado, el sonido esponjoso de las pisadas en la nieve y el ladrido del husky que se muere por tirar del trineo. O el silbido del viento del Ártico que nos recuerda que estamos lejos, muy lejos del sur de Europa. Y también que aquí hace frío, llegando a registrarse temperaturas de hasta -50 °C. Los lapones prefieren hablar de «personas mal equipadas». Conviene tomarles la palabra.
El invierno revela el lado más salvaje y a la vez el más dulce de la Laponia finlandesa, una región de 100.367 km2 situada sobre la línea del Círculo Polar Ártico. En esta estación, los días desaparecen y las noches, lejos de oscurecerse, se tiñen de blanco. Hasta 75 cm de nieve se acumulan sobre las praderas, donde el reno campa a sus anchas, ajeno 364 días al año a los mandatos de Papá Noel, cuya morada se encuentra también por esta latitud. Pero más allá del Napapiiri, como los finlandeses denominan a la línea del Círculo Polar (66° 33’ 49” N), la Navidad se vive de forma diferente.
Kittilä es una de las puertas de entrada y el municipio más extenso de la Laponia finlandesa. Con apenas seis mil habitantes y una superficie de 8263 km2, se presenta como un territorio prístino donde las masificaciones no existen ni en Navidad. Aun así, en temporada invernal el aeropuerto de Kittilä recibe vuelos a diario desde España repletos de pasajeros que acuden en familia en busca de las estampas de la película de dibujos animados Frozen.

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El termómetro marca -17 ºC y el GPS, que nos hallamos 170 km al norte del Círculo Polar. La Carretera 79 atraviesa el bosque de pino enano que envuelve aldeas con cabañas de madera que asoman con timidez en este indómito lugar. El sol, en esta época del año, lo hace apenas cuatro horas al día. La llanura forestal se eleva en torno a las colinas dominadas por el monte Levitunturi, de 531 m de altitud. En apenas 15 minutos al volante desde Kittilä aparece Levi, el principal centro de actividades en la naturaleza de Laponia y el resort de esquí donde se congrega la jet set finlandesa desde comienzos de octubre a finales de mayo.
Levi cuenta con 43 pistas y 44 km de dominio esquiable, con un ambiente exclusivo, parques recreativos para niños y 230 km de senderos para el esquí nórdico. Cada año se celebra en esta estación una de las citas de la Copa del Mundo de Esquí Alpino y de Fondo, convirtiéndola en un destino de nieve de referencia a nivel europeo. De esto tiene la culpa tanto su oferta de esquí como la del après ski, así como el alojamiento en cabañas de madera con techo panorámico para contemplar las auroras boreales –una alarma avisa para no perdérselas–, en un exclusivo hotel a pie de pistas o en uno esculpido cada año en el hielo.

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La estación cuenta con dos teleféricos de estilo góndola para llegar hasta la cima del Levitunturi. Desde el mirador más privilegiado de la zona se puede contemplar el entorno ondulado que envuelve el complejo de Levi y de Kittilä. También el preciado sininen hetki, o «momento azul», que sucede cada día al salir o ponerse sol. Un intervalo de luz tenue y fría entre la noche oscura y el día que se presencia en el Ártico en esta época.
En la lejanía también se distingue el territorio del Parque Nacional Pallas-Yllästunturi. Es el tercero en extensión de toda Finlandia, con más de 1000 km2 de colinas tapizadas de taiga (bosques de coníferas) que se combinan con llanuras de tundra salpicadas por lagunas y pantanos. En un país donde el relieve apenas existe, el carácter abrupto de Kittilä hace las delicias de los amantes de las actividades en el medio natural. Rutas en raquetas, safaris en moto de nieve, pesca en el hielo, circuitos de fatbike (bicicletas de neumáticos gruesos) o paseos en trineo de renos. De las múltiples maneras para explorar este desierto blanco, ahora domesticado, la más popular es el trineo de huskies.

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Laponia es el reino del silencio, pero en las granjas donde se cría y adiestra este perro siberiano esa calma no existe. El ladrido es la banda sonora que acompaña al visitante hasta que se sube al trineo de madera para guiar a una jauría de canes por el laberinto de coníferas de la taiga. En nuestra expedición participan tres mushers primerizos liderados por una guía experta en un recorrido circular de 45 minutos, que siempre saben a poco. El frío extremo parece no importar a nadie ante este deleite de sensaciones y adrenalina al estilo Jack London. Después de la ruta en trineo, es tradición calentarse al fuego de la kota, una pequeña choza de techo picudo que sirve de refugio y donde se toma zumo de baya caliente en una taza Kupil-ka, una marca finlandesa que se ha convertido en un icono nacional.
Pero si se habla de fuego y de calor, enseguida viene a la mente el ritual más famoso del país: la sauna finlandesa, declarada Patrimonio Mundial. Para disfrutar de ella en Laponia, hay que acudir a orillas del lago Järvenperä. Löyly es cómo los fineses denominan el vapor que emana de las piedras calientes al lanzarles agua en una cabaña solitaria. La sauna aquí se combina con el avanto, el baño en las aguas de una laguna congelada para potenciar su efecto terapéutico, reservado a quien no tenga problemas cardiacos. Otra opción es zambullirse de lleno en la nieve.

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Sápmi es el nombre con el que los samis hablan de su patria. Este territorio se extiende por el norte, no solo de Finlandia, también de Noruega, Suecia y una pequeña parte de Rusia, donde habitan alrededor de 82.000 personas que conservan las tradiciones del primer pueblo en habitar Laponia.
El museo etnográfico de Samiland, situado en Levi, explora los miles de años de historia, cultura y mitología de este grupo étnico, ligado a un modo de vida trashumante, a la pesca y al pastoreo del reno. A través de los diferentes espacios de este centro, al amparo de la Unesco, el viajero descubre las distintas lenguas, los grupos, el joik o canto tradicional, la artesanía y los personajes más relevantes del pueblo sami. Los guías visten el gatki o vestimenta nacional, con los colores azul, rojo, verde y amarillo, que simbolizan respectivamente el agua, el fuego, la naturaleza y el sol.

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Bienvenidos a Rovaniemi
Las dimensiones y posibilidades del entorno de Levi y de Kittilä hacen que un viaje a Laponia se pueda concentrar fácilmente en esta área si lo que se busca es saciar los placeres bajo cero. Sin embargo, el viaje por el Ártico debe descender hasta el Napapiiri para descubrir qué se esconde en la línea que marca el paso al territorio boreal, cómo es la capital de la región y, sobre todo, la casa de Papá Noel. Todo pasa por Rovaniemi.
El viaje por la Carretera 79 rumbo sur se convierte en un recorrido solitario donde el asfalto desaparece entre la nieve y donde los renos dificultan el tránsito. Dicen que hay tantos ejemplares de este cérvido semidomesticado como personas viven en Laponia. Son el símbolo de esta región y su cornamenta, el patrón en el que se basaría el arquitecto Alvar Aalto para diseñar la nueva estructura urbanística de Rovaniemi tras su destrucción durante la Segunda Guerra Mundial. En dos horas se llega desde Kittilä a la mayor ciudad de la Laponia finlandesa.

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Además del Centro Aalto y del Korundi o Casa de la Cultura Sami, el Arktikum es el principal reclamo cultural y arquitectónico de Rovaniemi. Se trata de un espacio científico, ubicado en un edificio acristalado que mira hacia el norte, que describe los diferentes ecosistemas, la fauna y la flora y los modos de vida de los pueblos que habitan la zona más septentrional del planeta Tierra. También las condiciones extremas y los fenómenos meteorológicos que aquí tienen lugar.
Más al norte del Círculo Polar, al menos un día al año no se pone el sol en torno al solsticio de verano y no aparece durante el de invierno. En Finlandia se habla del kaamos, el periodo de oscuridad y el momento en el que hay más posibilidades de ver la aurora boreal. Hasta 200 avistamientos se registran al año en esta región. Los afortunados disfrutarán en un espacio abierto de esta danza de luces verdes, amarillas, azules y rojas, cuyas formas varían a cada segundo mientras avanzan de este a oeste sobre el horizonte. Las revontulet se originan por el descenso de las partículas de viento solar, aprovechando las zonas de debilidad que presenta la magnetosfera terrestre en torno a las regiones polares.

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La carta a Papá Noel
Son muchos los viajeros que acuden a esta tierra para descubrir el espectáculo lumínico de la aurora boreal y puede que aún más los que lo hacen para conocer en persona al mismísimo Papá Noel.
El anciano guardián de los deseos de Navidad aguarda al visitante –sea de la edad que sea–, que acude cargado de ilusión al poblado de Santa Claus, construido sobre la línea del Círculo Polar Ártico, a 8 km de Rovaniemi. En esta aldea siempre es Navidad, los elfos trabajan sin descanso en la oficina de correos y Papá Noel recibe al público en sus dependencias. Santa Claus Village cuenta además con numerosas tiendas de regalos, restaurantes y hoteles que muestran su inherente carácter turístico. Si lo que se busca es un encuentro navideño más íntimo, en Joulukka se esconde la cabaña secreta de Papá Noel, perdida en el bosque.
La mayoría de los vuelos desde España a la Laponia finlandesa hacen escala en Helsinki, aunque estas navidades Madrid y Barcelona contarán con dos vuelos semanales directos, y brindan la oportunidad de conocer esta urbe nórdica situada a orillas del Báltico. Conviene dedicarle al menos 24 horas. Desde la independencia de Finlandia del dominio ruso en 1917, su capital ha ido creciendo como una ciudad dinámica y de diseño, que presume de una arquitectura elegante, mezcla de lo clásico y el art nouveau, de lo posmoderno y el funcionalismo de Alvar Aalto.

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Los imprescindibles de helsinki
Cualquier recorrido para descubrir Helsinki empieza en la amplia plaza del Mercado. El epicentro de esta población de 635.000 habitantes es también su principal puerta al mar. De aquí parten los barcos en su travesía báltica y aquí desemboca el bulevar Esplanadi, entre edificios neoclásicos que albergan hoteles de lujo y cafés con solera idóneos para refugiarse del frío. Entre los puestos de comida y antigüedades de la plaza, reclama la atención la catedral ortodoxa de Uspenski, situada justo delante como el mayor vestigio del antiguo Imperio ruso en Helsinki.
Sin embargo, la catedral oficial es luterana y se yergue sobre la plaza del Senado, con su blanco inmaculado y estilo neoclásico en contraste con su hermana rusa y roja. Fue construida entre 1830 y 1852 y diseñada por el arquitecto alemán Carl Ludvig Engel. Frente a ella se emplaza el icónico mercadillo navideño de Helsinki, que se vuelve otro imprescindible en el último mes del año.

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Desde la plaza del Mercado se despliega la línea costera que conduce hasta el barrio portuario de Hernesaari, pasando por el mercado gastronómico cubierto de Vanha Kauppahalli y por Punavuori, donde florece el barrio del diseño de Helsinki. El punto más caliente de la ciudad tiene nombre y es Löyly. Los arquitectos Anu Puustinen y Ville Hara proyectaron en 2016 este edificio de vanguardia, de formas geométricas y revestimiento de madera de pino, situado a ras de mar. Löyly alberga un complejo de bienestar y ocio, con todo tipo de saunas, solárium, restaurante y terraza. Pocos placeres pueden ser comparables a culminar un viaje por las frías y duras tierras de Laponia que un homenaje al cuerpo y a la mente en el templo de la sauna de Finlandia.