Dicen los gallegos que la lluvia es arte y que la piedra realza su esplendor con las gotas de agua. Algo de verdad hay en ello pues la Galicia otoñal se vuelve todavía más fragante y atractiva. Los bosques que conservan las especies autóctonas multiplican sus matices en esta época del año, cuando robles y castaños pierden sus hojas y la tierra se cubre de un manto entre dorado y rojizo que contrasta con el verde intenso de los laureles y acebos.
Seguir cualquiera de las rutas señalizadas que atraviesan el parque de las Fragas del Eume son placer para los aficionados al senderismo. Como también lo es visitar los monasterios situados en sus límites. El camino a San Xoan de Caaveiro, fundado el año 936, es un buen ejemplo. El itinerario que conduce hasta este monasterio se inicia en el Centro de Interpretación que hay entrando en As Fragas por la carretera que llega desde Pontedeume, pueblo emplazado a 14 km; en Monfera hay otra oficina del parque.
ENTRE AGUAS MÁGICAS Y PUENTES
Las aguas del Eume acompañan este paseo con su verde asombroso, casi turquesa. Avanzando un poco, se encuentra uno de los puentes colgantes del parque. Situados en la otra orilla, es posible seguir la ruta por enclaves más recónditos y de gran belleza: cascadas que mueren al pie del camino y alguna bajada a pequeños arenales que, a modo de diminutas playas, invitan a la contemplación.

Una vez superados los puentes y recorridos 9 km desde el inicio de la caminata, se llega al pie de la subida al monasterio de Caaveiro, una armoniosa construcción de muros robustos y un ábside circular, que en su origen acogió a una pequeña comunidad de monjes anacoretas. El edificio, declarado Monumento Histórico Artístico, conserva en buen estado la planta románica y un campanario posterior de estilo barroco.

EL CORAZÓN VERDE DE AS FRAGAS
Desde ese rincón una estrecha senda desciende hasta las ruinas de un viejo molino, situado junto al puente que salva el río Sesín. Es el corazón de As Fragas, rodeado por un bosque con aspecto de encantado y un entramado de árboles tan frondoso que casi impide penetrar los rayos del sol.
Otra posible caminata es la que conduce al monasterio de Monfero, con su original fachada elaborada en piedra y pizarra a modo de tablero de ajedrez. De allí parten otros senderos que se adentran por paisajes distintos, aunque también muy bellos. Sobresalen los itinerarios que ofrecen vistas del embalse y del río.

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EL ENCANTO MARINERO DE PONTEDEUME
Después de disfrutar de las caminatas señalizadas que ofrece el Parque Natural das Fragas do Eume, el viaje por este territorio puede complementarse visitando dos de los pueblos más tradicionales del litoral norte gallego: Pontedeume y Betanzos. El primero, además de constituir uno de los accesos al parque, es un bello enclave marinero. Su paseo junto al río y el casco antiguo preservan casas blasonadas y la iglesia parroquial de Santiago, de líneas neoclásicas y detalles barrocos.

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Irremediablemente también hay que acercarse a Betanzos, apenas a media hora del parque. Al entrar en el pueblo cruzando uno de sus puentes se puede tener la falsa sensación de penetrar en un enclave de acento pesquero sin mayores pretensiones. Sin embargo, pronto aparece su centro histórico, Conjunto Histórico Artístico, jalonado de hermosos caserones, muchos de ellos porticados con típicos soportales de piedra, presentes en muchas ciudades gallegas.
Betanzos, además de ser una etapa destacada del Camino Inglés a Santiago de Compostela, tiene el doble encanto de ser villa marinera y pueblo rural. Frente a su ría se erigen edificios de escasa altura con características fachadas cubiertas de galerías acristaladas que ofrecen la cara más luminosa del otoño gallego. Las callejuelas del pueblo reúnen tabernas de aire marinero que conviven con monumentales iglesias y plazas custodiadas por casonas solariegas. Recorrer el casco antiguo de Betanzos es una experiencia más que recomendable, lo mismo que reposar tomando un café o una caña en una de sus terrazas o tapear en sus bares buscando la mejor tortilla betanceira, la especialidad de la zona, de la que incluso llega a celebrarse un concurso anual.