Canadá

Parques Naturales de Quebec

El último tramo del río San Lorenzo vertebra este recorrido entre Montreal y Quebec, la capital del Canadá francófono

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Mapa

1. Montreal. Situada en la confluencia de los ríos San Lorenzo y Ottawa, es una metrópolis que mezcla la tradición europea con la modernidad americana.

2. P.N. Mont Tremblant. Declarado parque en 1894, es una meseta boscosa ideal para realizar caminatas.

3. P.N. La Maurice. Con más de 150 lagos, es uno de los principales destinos naturales de la región de Quebec.

4. Quebec. Dividida en Ciudad Alta y Baja (el núcleo antiguo), muestra una gran actividad cultural a través de museos y festivales de verano.

5. Península de Gaspé. Una carretera panorámica recorre su costa acantilada y alcanza pueblos de pescadores.

Ilustración: BLAUSET

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Península de Gaspé

El faro Pot à l’Eau-de-Vie, en servicio desde 1862 hasta 1964, forma parte de un circuito en barco y a pie por las islas enclavadas en la desembocadura del río San Lorenzo.

PIETRO CANALI / FOTOTECA 9X12

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Montreal, día y noche

Los centros culturales y artísticos, como el mercado de Bonsecours –en la fotografía, su fachada iluminada sobresale detrás del Vieux-Port– y el vanguardista Palacio de Congresos –a la izquierda–. El Boulevard Saint-Laurent, popularmente conocido como le Main, es el centro neurálgico de la marcha nocturna en la ciudad por sus numerosos restaurantes y discotecas.

PHILIPPE RENAULT / GTRES

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Península de Gaspé

El interior está cubierto por una gran masa forestal surcada por ríos. La costa presenta un perfil acantilado, con islas rocosas emergiendo cerca de la orilla.

PIETRO CANALI / FOTOTECA 9X12

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Área de Montreal

El Parque Nacional Mont Tremblant, al noroeste de la ciudad, protege bosques y cascadas impresionantes como las del Diable.

ALAMY / CORDON PRESS

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Riqueza forestal

Quebec ha sabido sacar provecho turístico de su abundancia de bosques. La política de protección forestal ha preservado de la explotación maderera grandes extensiones e incluso ha reconvertido antiguos caminos de leñadores en itinerarios senderistas. Hoy el oso negro, el alce, el ciervo y el lobo gris dan fe del excelente estado de conservación de los bosques quebequenses.

PHILIPPE RENAULT / GTRES

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Quebec

Desde los jardines de la Citadelle se distingue el castillo de Frontenac, sobresaliendo entre el Vieux Québec o Ciudad Vieja. A su derecha corren las aguas del San Lorenzo.

PIETRO CANALI / FOTOTECA 9X12

Quebec, el Canadá francófono, se vertebra en torno al fértil valle del río San Lorenzo, una auténtica autopista fluvial en cuyas orillas se asientan Montreal y Quebec, metrópolis de un viaje que finaliza en la península de Gaspé con las sorpresas naturales del enorme estuario en que se transforma el río.

Montreal tiene más de 500 años de historia. Comenzó como un pequeño fuerte para el comercio de pieles cuyos restos se conservan en el Museo Arqueológico e Histórico de Pointe-à-Callière. La ciudad se desarrolló en torno a ese punto y en dirección al promontorio del Mont Royal, hoy ocupado por un gran parque diseñado como el Central Park de Nueva York por Frederick Olmsted. El núcleo histórico alberga edificios de bella factura como el Ayuntamiento, el mercado de Bonsecours, la basílica de Notre-Dame y la sede del Banco de Montreal. Pero también posee testimonios de acontecimientos más recientes: la Biosfera, el enorme domo geodésico que fuera pabellón norteamericano en la Exposición Universal de 1967 y que ahora alberga el Museo del Agua y del Medio Ambiente, se halla en la isla de Santa Helena. La isla recibió el nombre de la joven esposa del fundador de Montreal, el explorador francés Samuel de Champlain (1567-1635).

En pleno invierno los ciudadanos de Montreal evitan las temperaturas gélidas moviéndose por el Reso, una malla de túneles peatonales, centros comerciales, plazas, cines y teatros subterráneos, conectados entre sí a través del metro y con acceso directo a oficinas, hoteles y campus universitarios. Cuando llega el buen tiempo, nadie quiere permanecer bajo tierra y todo el mundo acude a eventos al aire libre

como el festival cómico Just for Laughs del que ha surgido una serie para televisión. Es la época en que los quebequenses aprovechan al máximo parques y lugares como el Jardín Botánico, junto al que se erige el futurista Estadio Olímpico de los Juegos de 1976, así como el velódromo, que bajo el nombre de Biodome expone una recreación de cinco ecosistemas americanos.

Bosques del Mont Tremblant

El viaje hacia el estuario del río San Lorenzo comienza con una parada previa en el Parque Nacional Mont Tremblant, a dos horas de Montreal por la carretera Transcanadiense. Surcado por decenas de kilómetros de rutas a través de bosques, este enclave tiene su mejor base en la localidad de Mont Tremblant, a poca distancia de la montaña que da nombre al parque. La ciudad es un auténtico emporio del turismo de aventura, con un abanico de actividades que incluye desde acampadas a orillas de los lagos Cypres y Provost, hasta descensos en canoa o kayak por los rápidos del río Diablo, y vías ferratas en las paredes verticales de sus meandros. Los viajeros más golosos disfrutarán visitando una cabanne à sucre, las factorías tradicionales en las que se procesa la savia de los arces sacarinos hasta conseguir el famoso jarabe de arce, aderezo de guisos que pueden degustarse en las mismas cabannes.

Para cambiar de paisaje sin abandonar la naturaleza salvaje, basta con dirigirse hacia el Parque Nacional de La Mauricie, 189 kilómetros al norte de Montreal. Su riqueza y diversidad de flora y fauna se debe al emplazamiento que ocupa, entre los bosques caducifolios meridionales y las florestas de pinos y abetos que dominan al norte. Al pasear por su red de senderos nada revela que hace dos siglos esta magnífica espesura sufrió una intensa explotación forestal. El único vestigio de aquella actividad es la Ruta de las Laurentidas, un camino de 75 kilómetros que circula por antiguas vías madereras en el sector más agreste de la reserva. Durante los tres días que se emplean recorriéndola en un sentido, se avistan alces, osos negros y glotones, un tipo de mustélido que pesa casi 20 kilos.

La siguiente etapa, la ciudad de Quebec, aparece tres horas después de dejar el parque. Fundada en 1608, es una de las ciudades más antiguas de Norteamérica, de ahí el atractivo de su casco antiguo, declarado Patrimonio de la Humanidad. Con las murallas originales casi intactas y calles que conservan la atmósfera de la ciudad antigua, perderse por el Vieux Québec es un auténtico viaje en el tiempo. En lo alto del promontorio que domina la ciudad se halla el castillo Frontenac, construido por la Canadian Pacific Railway en 1893 para promover el turismo de lujo entre sus clientes. Al sur del Vieux Québec se erige la Citadelle, otro edificio destacable, aunque con un origen muy distinto.

Actual sede de los cuarteles y del Museo del Regimiento Real 22, ofrece en verano un curioso espectáculo: soldados con casacas rojas y gorros de piel de oso realizan cada día el cambio de guardia. Más al sur, siguiendo la orilla del San Lorenzo, se halla el parque de las Llanuras de Abraham, escenario de la batalla en que los ingleses arrebataron Quebec a los franceses en 1759. Cada 23 de junio los quebequeses reivindican su francofonía y su deseos de independencia celebrando la Fiesta Nacional. Pocas semanas después y en el mismo lugar, tiene lugar el Festival d’Été, con numerosos espectáculos musicales, y la fiesta histórica de la Nueva Francia, que recrea el ambiente del siglo XVII.

El Parque Jacques Cartier

La agenda cultural de Quebec es un agradable paréntesis en el recorrido por los enclaves naturales de esta porción del Canadá atlántico. A media hora de la ciudad, el Parque Nacional Jacques Cartier invita a conocer la geología del continente a través del cauce del río homónimo, que fluye por un largo valle glaciar, ancho y profundo, donde habitan lobos grises y ciervos. Recorrerlo a pie y en canoa equivale a emular al explorador francés que da nombre al parque, al río y a otros accidentes topográficos, pues en 1535 remontó el curso del San Lorenzo y tomó posesión de la región para Francia.

La península de Gaspé, meta de nuestro viaje, fue precisamente el lugar donde Cartier fundó los primeros asentamientos franceses. La carretera 132 conduce hasta su principal localidad, Gaspé, a través de un paisaje de suaves colinas, cubiertas por prados y cultivos, y punteadas por coníferas en las cimas menos expuestas al viento. De vez en cuando, la monotonía cromática queda interrumpida por alguno de los vistosos faros que bordean la península y que trazan una agradable ruta junto al océano. El primero que se perfila en el horizonte es el de Pot à l’Eau-de-Vie, que emerge sobre la Île aux Lièvres, una isla situada frente al pueblo Rivière-du-Loup. Tres horas por tierra lo separan del pueblo de Matane, cuyo faro de cuerpo blanco posee la parte superior de color rojo chillón para hacerlo más visible. El faro de La Martre, completamente rojo y con una curiosa sección hexagonal, y el de Pointe-à-la-Renommée, también rojo pero de sección circular, cierran este itinerario costero.

Pointe-à-la-Renommée es la entrada del Parque Nacional Forillon, cuyos acantilados calizos son lugar de cría de aves marinas y excelentes miradores para divisar ballenas y focas. Nos encontramos frente al golfo de San Lorenzo, una de las mejores zonas del mundo para ver cetáceos. En Gaspé y en Grande-Grave existen varias empresas que ofrecen salidas en barco para avistarlos. Contemplar una ballena azul o el salto de una yubarta en estas oscuras aguas atlánticas es un final de viaje insuperable.

A TENER EN CUENTA

Documentación: pasaporte.

Idioma: francés e inglés.

Moneda: dólar canadiense.

Diferencia horaria: 6 horas menos que en España.

Cómo llegar: Existen conexiones áreas directas con Montreal desde Barcelona, Madrid y Málaga varias veces por semana, especialmente de junio a octubre. El vuelo dura unas 7 horas.

Cómo moverse: Montreal dista 253 km de Quebec y 930 de Gaspé. Para viajar por libre lo mejor es alquilar un coche o una autocaravana. El tren es una buena opción para trasladarse entre ciudades; el abono Via Rail es útil para un mínimo de 12 días. Los autocares interurbanos son muy eficaces; el Rout-Pass sirve para 7, 14 o 18 días. La región de Quebec tiene una Ruta Verde para bicicletas, de 4.500 km. De la docena de itinerarios señalizados, destaca el histórico Camino del Rey (de Montreal a Quebec) y la Ruta de los Navegantes (de Quebec a la península de Gaspé, por la carretera 132).

Más información:

Web Oficina de Turismo Región de Quebec

Web Oficina de Turismo Ciudad de Quebec

Web Oficina de Turismo Montreal