Un espléndido jardín frente a la bahía
En la espléndida bahía de Santander, una de las más bellas del mundo, se ubica el paseo de Pereda, arteria dedicada al novelista José María de Pereda, cuyos concurridos jardines invitan al descanso. La renovación de este parque público ha transformado la zona, ya que, gracias a la construcción de un túnel, los Jardines de Pereda conectan el centro de la ciudad con la bahía. Con la ampliación realizada en 2014, la zona ajardinada pasó de dos hectáreas a cuatro, se pudo habilitar un nuevo espacio de juegos y se aumentó en casi 300 el número de árboles. A la sombra de alguna de sus palmeras o tejos, entre otras especies, el visitante se puede relajar mientras degusta un helado de las populares cadenas Regma o La Polar.
Un estimulante laberinto de pasarelas
El Centro Botín es mucho más que el imprescindible museístico de la ciudad. No en vano, su arquitecto Renzo Piano lo concibió como un espacio que se disfrutara, recuperando su celebérrimo estilo High Tech también utilizado en el Pompidou de París y en el Whitney de Nueva York. Eso sí, aquí algo más embellecido y delicado gracias a su piel cerámica que se funde, tanto en colores como en forma, con la bahía. El caso es que sus salidas de emergencia, necesarias por ley, se convierten en unas pasarelas desde las que se improvisan miradores y que regalan una vista inesperada, relajada y curiosa del corazón de la urbe.
Foto: Eurostars Hotel Real
3 / 7
Una elegante terraza en lo alto de la colina
La Dama Blanca, como se conoce popularmente al Eurostars Hotel Real de Santander, combina el clasicismo y la innovación. Las últimas reformas no han cambiado el distinguido diseño original, impulsado en 1917 por el rey Alfonso XIII. Gracias a su privilegiado emplazamiento, desde lo alto de la colina y frente a la Playa de los Peligros, continúa conservando su categoría de gran lujo, asomando en todo su esplendor sobre la bahía de Santander. Imprescindible una visita a su magnífica terraza, un enclave único para disfrutar de las vistas de la ciudad, con sesiones de música en directo. Rodeado de vistosos jardines, el hotel se encuentra en una de las zonas más tranquilas de Santander, y en este colorista vergel se concentran más de 80 especies diferentes de rosas. A sus amplios salones de estilo francés de grandes ventanales y su exclusivo restaurante El Puntal, se añade uno de los centros de talasoterapia más vanguardistas de Europa, lo que hacen del Eurostars Hotel Real un lugar idóneo para descansar y disfrutar de la belleza natural del entorno.
Una península para el descanso Real
En su origen, el Palacio de La Magdalena (Familia Real, 8), de estilo británico y construido a principios del siglo XX, fue residencia estival del rey Alfonso XIII. Hoy, su parque, de entrada gratuita, es uno de los lugares más frecuentados por las familias el fin de semana. Ideal para los más pequeños, alberga una gran zona de juegos y cuenta con un tren turístico con el que dar una vuelta por todo el recinto. Si lo que se desea es pasear en la más absoluta tranquilidad también es posible, pues resulta un espacio caprichoso para la aventura. La península de la Magdalena cuenta con unas 25 hectáreas de terreno, rodeada por acantilados, con árboles, estatuas y figuras de madera, y el Muelle de las Carabelas, en el que el visitante podrá recrearse con la réplica de tres galeones utilizados por el explorador Vital Alsar en su travesía del océano Atlántico, emulando la expedición de Francisco de Orellana cuando descubrió el río Amazonas.
Una sugerente isla para bucear
Declarada reserva natural en 1986, la isla de Mouro es un punto de encuentro para los buceadores por la variada biodiversidad de sus fondos marinos (con cerca de 40 especies de peces censadas). Para acceder a ella hace falta una embarcación privada, aunque desde el muelle varias empresas que recorren la bahía en barco realizan paseos cerca de la isla. Con un tamaño de 1.7 hectáreas, esta formación rocosa en medio del mar se ha convertido también en un lugar atractivo para los amantes de la fotografía. La bravura del mar que rompe sobre sus acantilados y cuyas olas pueden superar en altura a su faro, que se encuentra en el punto más alto, provoca que muchos curiosos tomen instantáneas desde la península de la Magdalena, que queda justo enfrente. Otro de los espectáculos de la naturaleza se da gracias a las colonias de aves, que anidan en las grietas de la roca, un desafío para el objetivo de las cámaras.
Un faro con sabor a rabas
Santander, en cierto modo, es una tregua en la lucha entre el Cantábrico y la tierra. Una especie de milagro civilizado ya que, en cuanto se deja atrás su bahía, aparecen los acantilados, el rumor de las olas y el viento incansable. Y el mejor punto para contemplar esta enérgica postal es el faro de Cabo Mayor, un espacio verde, salvaje, apenas domesticado por unos senderos que acaban en miradores concebidos para petarlo en Instagram. El otro reducto de humanidad es el bar que se acuesta bajo su linterna, una terraza que se ha hecho famosa por sus rabas, que preparan a destajo y cuyo sabor no se puede aislar con objetividad del impactante entorno.
Una playa aparentemente infinita
Dentro de las liturgias marineras de Santander está coger una pedreñera y cruzar la bahía. Estas embarcaciones han ejercido durante décadas de ferrys para acortar el camino y, con la llegada del turismo, de medio de transporte fetiche para descubrir la ciudad desde otro punto de vista. Y, también, para llegar a la playa de Somo, un arenal casi virgen y fetiche para surferos o para todo aquel que disfruta caminando por su ancha orilla.