
Rodeada de altos muros y con uno de los puertos más bonitos del Mediterráneo, Dubrovnik ofrece decenas de joyas medievales a pocos minutos una de otra. Tras franquear la puerta de Ploce, la calle de los Dominicos describe una curva hasta alcanzar la plaza Luza o de la Logia, en medio de la cual se alza la Columna de Orlando. Esculpida en 1418, era el símbolo del poder de la República de Ragusa, que alcanzó su esplendor comercial y artístico entre los siglos XV y XVI, e incluso llegó a competir con Venecia y Bizancio.
La calle Stradun (Placa) cruza la ciudad hasta la puerta de Pile, pasando primero junto a la Fuente Grande de Onofrio, una estructura circular que culminaba la canalización de agua que llevó a cabo la ciudad en el siglo XV. Esta amplia y animada avenida comunica también los monasterios franciscano y dominico, dos bellas muestras de arquitectura gótica de la región dálmata. Por último conviene echar un vistazo a la ciudad desde el paseo de lizas, el mejor balcón a esta vieja y preciosa ciudad croata.