Sevilla es una ciudad bulliciosa pero lenta, que hay que aprender a mirar despacio. Atesora grandes monumentos, pero también pequeños detalles en los que se agazapa una belleza sutil, rebosante de vida. La mejor manera de adentrarse en su historia y esencia es con un paseo que parte de su centro, pero que se extiende por barrios y calles que dibujan una Sevilla donde la tradición y la modernidad se reverencian mutuamente.