A pie de calle

Un paseo por Sevilla

Desde su imponente Catedral hasta sus barrios más tradicionales, esta ruta se detiene en los pequeños detalles de la ciudad.

Sevilla es una ciudad bulliciosa pero lenta, que hay que aprender a mirar despacio. Atesora grandes monumentos, pero también pequeños detalles en los que se agazapa una belleza sutil, rebosante de vida. La mejor manera de adentrarse en su historia y esencia es con un paseo que parte de su centro, pero que se extiende por barrios y calles que dibujan una Sevilla donde la tradición y la modernidad se reverencian mutuamente.

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Catedral de Sevilla. Catedral

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Los imprescindibles

Presidido por la imponente Catedral, su casco histórico es uno de los mayores de Europa. A este templo gótico construido sobre una mezquita lo acompaña el minarete de la Giralda, campanario de más de 100 m de altura que se recorta contra un cielo por lo general muy azul. Podría decirse que el conjunto catedralicio es el punto cero del turismo en la ciudad y, sin duda, no se puede pasar por Sevilla sin admirar el Patio de los Naranjos o la bóveda estrellada de la Capilla Mayor, entre otros tesoros artísticos. Además, a un paso de allí se encuentran dos lugares de obligada parada: los Reales Alcázares, con sus ricos tapices, mosaicos, fuentes y jardines con gatos que toman el sol entre el trasiego de los visitantes, y el barrio de Santa Cruz, la antigua judería con callejuelas y placitas llenas de encanto –geranios, patios, casas encaladas...–, el Callejón del Agua, el Palacio Arzobispal y el Hospital de los Venerables, sede del Centro Cultural Velázquez. 

 

Calles de Sevilla con la Giralda de fondo. En busca de comercios tradicionales

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En busca de comercios tradicionales

A partir de esta Sevilla reconocible y fotogénica pueden emprenderse otros caminos menos convencionales, dejándonos llevar por la intuición y los gustos personales, con la garantía de que, se vaya donde se vaya, la ciudad es generosa con sus visitantes. Uno de estos paseos puede comenzar subiendo por la calle Placentines y continuar por Francos, en un entorno en el que perviven comercios tradicionales como corseterías, mercerías, establecimientos de imaginería religiosa y tiendas de antigüedades.

 

Plaza Nueva de Sevilla. Plaza Nueva

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De Plaza Nueva a La Alfalfa

Desde allí se desemboca en la plaza Nueva, donde está el Ayuntamiento, una de las muestras más significativas de arquitectura plateresca, y donde nace la animada calle Sierpes. Hacia el este, se puede visitar el Museo de Bellas Artes, la segunda pinacoteca más grande de España, con importantes obras de Murillo, Zurbarán o Velázquez, mientras que hacia el oeste comienza el barrio de La Alfalfa, con sus coquetas platerías, bares y otros pequeños establecimientos de toda la vida. 

 

Las Setas / Metropol Parasol. Las Setas

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No solo se ve Sevilla desde la Giralda

La imagen más moderna de Sevilla está representada actualmente por la llamativa estructura de Metropol Parasol, conocida como Las Setas, situada en la plaza de La Encarnación y obra del arquitecto Jürgen Mayer, cuyas líneas rompen –o dialogan– con la arquitectura tradicional del entorno.

 

Omnium Sanctorum. La Sevilla más religiosa

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La Sevilla más religiosa

Se puede seguir por la calle Regina, con sus comercios de decoración y moda alternativa; visitar El Rinconcillo, una taberna que, fundada en 1670, se considera la más antigua de Sevilla; y continuar por los barrios de Santa Catalina y San Julián, cuyas calles salpicadas de iglesias de estilo gótico-mudéjar y palacios renacentistas garantizan el interés a los amantes del patrimonio histórico. A este respecto, varias curiosidades: la iglesia de Omnium Sanctorum, del siglo XIII, tiene su muro pegado al bullicioso mercado de abastos de la calle Feria; en el convento de clausura de Santa Paula las monjas elaboran dulces típicos como torrijas y pestiños; la iglesia de San Luis de los Franceses, en la calle San Luis, destaca por su barroco abigarrado justo frente a la piedra tallada y los arcos ojivales de Santa Marina; y el Palacio de Pilatos, renacentista con elementos platerescos y mudéjares, ha servido de escenario en películas como Lawrence de Arabia.

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No todo va a ser la Giralda

Sevilla en plan sacro y sin pisar la catedral

 

Alameda de Hércuels. Alameda de Hércules

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Entre la tradición y la modernidad

A pesar de algunos síntomas de gentrificación, en toda esta zona pervive el espíritu de la Sevilla más genuina, visible en abacerías, patios de vecinos, viejas tabernas y mercadillos de quincallería. Más joven y dinámica es la cercana Alameda de Hércules, encabezada por las columnas romanas de Hércules y Julio César. Salas de exposiciones, pubs con música en vivo y modernos restaurantes conviven con bares de tapeo tradicionales donde se toman –de pie o en la barra– caracoles, garbanzos con espinacas, montaditos de pringá (carnes de cocido) o albóndigas de chocos, entre otras delicias sevillanas.

Triana

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La cuna del Flamenco

Si desde la Catedral nos hubiésemos encaminado hacia el Guadalquivir tendríamos una ruta muy distinta, marcada por el puerto fluvial y algunos de los más famosos puentes sevillanos. El de Triana y el del Cachorro conducen, respectivamente, al barrio del mismo nombre, cuna del flamenco por excelencia, y a la Isla de la Cartuja, donde se encuentran los pabellones que alojaron la Expo’92 y el monasterio de la Cartuja, hoy sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. A ambos lados del río se extienden la calle Betis, con sus edificios de colores que se reflejan en el agua, y el barrio del Arenal, de ambiente taurino; y más adelante, la Torre del Oro y los pabellones de la Exposición de 1927.

Plaza España

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Plazas, parques y muchos naranjos

Mención aparte merece el Parque de María Luisa, de espíritu francés y trazado irregular, que acoge la monumental plaza de España, el Museo Arqueológico y rincones deliciosos y tranquilos, como la glorieta de Bécquer, la isleta de los Pájaros y el Monte Gurugú. Más allá de este parque, Sevilla es una de las ciudades más verdes del país, y lo atestiguan los 40.000 naranjos que adornan sus calles y avenidas. Con su fruto, la naranja amarga, se fabrica una sabrosa mermelada, y hay quien asegura que hasta la reina Isabel II desayuna con ella en el Buckingham Palace.

Plaza España