Sicilia

Paseo por Siracusa

Ruinas griegas y palacios barrocos se funden en esta ciudad siciliana

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Mapa: BLAUSET

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Cinco visitas imprescindibles

1 Catedral. Reconstruida en 1693 tras un seísmo, se eleva sobre los cimientos de un templo griego. Domina junto a la iglesia de Santa Luzia la céntrica plaza del Duomo.

2 Plaza Archimede. Con una bella fuente dedicada a la diosa Artemisa, obra de Giulio Moschetti (siglo XIX), esta elegante plaza sobresale por sus palacios góticos.

3 Fuente Aretusa. Origen de leyendas mitológicas, fue construida en una terraza con vistas al mar Jónico.

4 Castillo de Maniace. Presidiendo el extremo sur de Ortigia, este bastión defensivo tiene sus orígenes en el siglo XIII, cuando se decidió fortificar toda la isla.

5 Parque Arqueológico. El lugar más visitado de la isla aglutina vestigios de la ciudad griega: el teatro (V a.C.), un altar de sacrificios (III a. C.) y un anfiteatro (II a.C.).

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Vista aérea de Siracusa, con el volcán Etna al fondo

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Palacio medieval en Ortigia.

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Edificio de Correos, junto al Porto Piccolo.

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El Duomo milenario

La Catedral fue construida por el arquitecto siciliano Andrea Palma tras el terremoto que sacudió la isla en 1693. Reúne vestigios del templo griego original dedicado a la diosa Atenea, y elementos del barroco español, de cuando la isla formaba parte de la Corona de Aragón.

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La sala principal del Castillo de Maniace.

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La terraza de la fuente de Aretusa se asoma al Puerto Grande.

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Mercado de Ortigia

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Vestigios del teatro griego, en el Parque Arqueológico de Neapolis.

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Una luz que parece de otro tiempo invade las calles y plazas de Siracusa, la mayor y más poderosa ciudad del mundo griego entre los siglos V y III a.C., y donde hoy siguen conversando el mar y la piedra, el ajetreo cotidiano y los mitos de la Antigüedad clásica. Fundada por los corintios el año 734 a.C., la ciudad vivió una gran prosperidad que duró hasta la invasión romana, quinientos años después. Tras ser colonia de Roma y fugaz capital del imperio bizantino, el saqueo de los sarracenos del año 878 inauguró una decadencia que duró largo tiempo.

Hoy, después de renovarse, Siracusa se presenta como una ciudad vibrante que conserva en buen estado su núcleo antiguo en Ortigia, en realidad una isla a la que se accede por el Ponte Nuovo, dejando a un lado el Palacio de Correos y sus inconfundibles torres hexagonales.

Ortigia. Desde el pequeño puerto que preside la plaza de la Posta (Correos), y tras contemplar los vestigios del templo de Apolo (siglo VI a.C.), el más antiguo de Silicia, lo mejor será deambular a paso lento y al azar por las calles estrechas de Ortigia. Si el paseo no desemboca en el mar, con su catálogo de azules, será una de sus plazas la que reciba al visitante.

Plaza del Duomo. Esta piazza está considerada la más atractiva y monumental de Siracusa. Con su forma de estilizado arco, a diario se llena de paseantes, en especial al caer la tarde. La Catedral que le da nombre se eleva entre bares con terrazas como la del Gran Caffé del Duomo, donde degustar un capuccino y la típica tarta cassata, y palacios barrocos como el del Arcivescovile, depósito de antiquísimos manuscritos, y el del Senatoriale, hoy el Ayuntamiento. Cierra la plaza por el sur la iglesia de Santa Luzia alla Badia, mezcla de estilos barroco y rococó.

Catedral. Pocos edificios en Siracusa muestran como el Duomo las huellas de las culturas que ha acogido la ciudad. Reconstruida en estilo barroco tras el seísmo de 1693, fue edificada sobre un templo griego (siglo V a.C.). Completa el mosaico artístico una pila bautismal normanda del siglo XIII.

Castillo de Maniace. Casi igual de mestiza resulta esta fortaleza, que se asienta en el extremo de Ortigia. Fue construida hacia 1240 por orden del emperador Federico II, sobre un bastión bizantino que gobernaba el comandante Giorgio Maniace (998-1043). Desde el paseo de sus murallas puede reconocerse la perfecta estructura defensiva, rematada en las esquinas por torres que hablan de la necesidad de la isla de defenderse. De hecho, el recinto sirvió de cañonera en tiempos de Napoleón y de prisión militar en el siglo XIX durante la unificación italiana. En su interior destaca la Sala Central, decorada con columnas y bóvedas de crucería que demuestran que la arquitectura castrense no está reñida con la belleza.

Gracias a la cuidada restauración realizada en Ortigia, al pasear por el barrio se tiene la sensación de que ha cambiado poco desde que Arquímedes (287–212 a. C), uno de los hijos ilustres de Siracusa, corría desnudo por las calles gritando «¡Eureka, eureka!». El paso del tiempo tampoco ha impedido que al alzar la vista aún puedan contemplarse abundantes edificios con balcones barrocos, aquéllos que fueron «jaulas de damas españolas», al decir del poeta polaco Adam Zagajewski (1945).

Plaza Archimede. El paseo continúa por la Via Landoina hacia otro rincón emblemático: la piazza Archimede, que exhibe palacios de estilo gótico catalán –herencia de la expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo en los siglos XIII y XV– y una fuente central del XIX, coronada por Artemisa, la diosa cazadora.

Fuente de Aretusa. La sinuosa calle Picherali conduce a esta monumental fuente de inspiración mitológica. Creada en el siglo XVI sobre el que en tiempos de los griegos era el principal pozo de la ciudad, recuerda la leyenda de la hermosa ninfa a la que Artemisa convirtió en manantial para ayudarla a eludir el acoso de Alfeo, el dios griego del río. La plaza es hoy un recurrente punto de reunión, y de ella todavía emana «un frescor arcádico», como consignó Pier Paolo Pasolini (1922-1975) en su cuaderno de viajes Larga Carretera de Arena.

San Rocco. Siracusa es una de las ciudades con más animación de Sicilia, en parte gracias a contar con una universidad. Para comprobarlo lo más recomendable es citarse, como hacen los estudiantes, en la fuente Aretusa y desde allí visitar la zona de copas de la cercana piazzetta de San Rocco. Tampoco hay que ir muy lejos de ésta para encontrar restaurantes o tavole calde como las tradicionales Osteria da Mariano y la Trattoria La Foglia, donde degustar una pasta «a la siracusana» y un guiso de pez espada especiado, acompañados de vino dulce moscato. Y para comprobar la frescura de la materia prima que se sirve, nada como recorrer los puestos del mercado de Ortigia, un festín para los sentidos.

Parque Arqueológico. Pero Siracusa no es únicamente el barrio histórico de Ortigia. Al otro lado del Ponte Nuovo, las calles de tierra firme tienen también numerosos atractivos. El principal es el Parque Arqueológico, en el barrio de Neapolis, donde se conserva un espléndido teatro griego del siglo V a. C. que llegó a tener 67 filas. Aunque el emperador Carlos V utilizara sus piedras para reforzar las defensas de Ortigia, sus vestigios aún acogen representaciones de obras de Esquilo y de Píndaro, dos ilustres siracusanos del siglo VI a. C. Hacia el mar se localiza otro tesoro arqueológico, el Ara de Gerón, un altar sacrificial de 198 metros de largo donde, según los historiadores, llegaban a ejecutarse hasta 400 bueyes diarios en honor de Júpiter.

Canteras Latomias. Si se desea ver el lugar de dónde salieron los materiales con los que se construyó Siracusa hay que acercarse a estas canteras, en el mismo Parque Arqueológico. Fueron usadas también como cárcel de prisioneros atenienses en tiempos del tirano Dionisio I (432-367 a. C.), el mismo que vendió a Platón como esclavo. La más conocida es la del Paraíso, donde se encuentra la Oreja de Dionisio, una gruta de 65 metros de longitud, 23 de altura y una excepcional acústica; aunque hoy se sabe que su función era servir de caja de resonancia para las representaciones de teatro, su nombre le fue dado porque se pensaba que Dionisio espiaba allí las conversaciones de sus prisioneros.

Así finaliza el recorrido por Siracusa, un ciudad donde el espíritu de la Magna Grecia se funde con un universo mágico de leyendas y con la brisa marina del Mediterráneo, creando su atmósfera única.

Para saber más

Cómo llegar: Desde España salen vuelos directos a los principales aeropuertos de Sicilia: Palermo y Catania. Desde estas ciudades hay tren y autobús a Siracusa. La plaza de la Posta (Correos) es el nudo de transportes de la ciudad.

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