
Bruce Chatwin con su libro En la Patagonia, uno de los clásicos de la literatura de viajes, trasladó a cientos de lectores a las tierras australes de las provincias de Chubut y Santa Cruz en la década de los setenta. Los paisajes salvajes de bosques, glaciares, montañas escarpadas y estrechos oceánicos que describió el autor inglés permanecen hoy tan intactos como entonces. No existe una delimitación clara de dónde empieza y dónde acaba, pero el corazón patagónico habita sin duda en las extensiones ocres de, que desde el océano Atlántico se dilatan hasta la cordillera de los Andes.
Un lugar de partida perfecto para comenzar a descubrir ese territorio apenas habitado es la ciudad de San Carlos de Bariloche, a un par de horas en avión de Buenos Aires y a orillas del lago Nahuel Huapi. Fundada como casi todas las poblaciones patagónicas hace apenas un siglo, tiene el aspecto de las poblaciones alpinas que dejaron atrás sus primeros pobladores, de origen alemán: edificios de madera con tejados a dos aguas de pizarra negra y campanarios de cúspides afiladas. Bariloche es la puerta de entrada del Parque Nacional Nahuel Huapi y una de las etapas de la mítica Ruta Nacional 40. Esta carretera de 5.301 kilómetros cruza Argentina de norte a sur, paralela a los Andes, y atraviesa hasta 21 parques nacionales entre los que se encuentra el espectacular parque de los Glaciares. Si en Bariloche se toma rumbo sur aparecen los pequeños pueblos de Villa Mascardi y El Bolsón. El primero se halla enclavado a orillas del lago Mascardi y está rodeado de bosques; El Bolsón es conocido por sus artesanos, una comunidad que lleva una vida alternativa y de respeto a la naturaleza, alejada de los valores urbanos.
Etapa en Puerto Deseado
Con el lienzo de las cumbres andinas como telón de fondo es posible viajar por tierra hasta el Atlántico: casi 1.200 kilómetros de pistas que discurren por un paisaje conmovedor. Pero la alternativa más rápida y cómoda es volar de San Carlos de Bariloche a Comodoro Rivadavia y proseguir luego hasta Puerto Deseado por carretera, en coche de alquiler o en alguno de los magníficos autobuses patagónicos. Puerto Deseado es un pueblecito pesquero de diez mil habitantes que parece sacado del far west norteamericano. Las reservas naturales de Ría Deseado y de Cabo Blanco son su mayor atractivo.
La leyenda que dice que quien prueba los frutos del calafate regresa a la Patagonia
A unas cuatro horas de Deseado, Puerto San Julián –localidad típica patagónica de edificios bajos y calles desiertas– fue el primer lugar en el que los componentes de la expedición de Magallanes, que decidió invernar en aquel refugio natural en 1520, se toparon con los robustos tehuelches. Pigafetta, el cronista, escribió: «Un día, cuando menos lo esperábamos, un hombre de aspecto gigantesco se presentó ante nosotros… El capitán general (Magallanes) llamó a estos pueblos patagones». A la entrada de la bahía, sobre una pequeña plataforma, una réplica de la nao Victoria recuerda a aquellos navegantes.
La siguiente etapa del viaje es el Parque Nacional de Los Glaciares, 790 kilómetros al oeste de Puerto Deseado y conectado por avión en menos de una hora a través de El Calafate. La población de El Calafate, el acceso sur a la reserva, es la antesala de una de las mayores maravillas naturales del planeta: el glaciar Perito Moreno. Una carretera en buen estado conduce hasta esta gigantesca lengua de hielo tras recorrer 75 kilómetros entre bosques de lengas y calafates. El arbusto que da nombre a la localidad es el ingrediente de licores y mermeladas artesanales, productos elaborados tal vez para perpetuar la leyenda que dice que quien prueba los frutos del calafate regresa a la Patagonia.
Un mundo de hielo
El Perito Moreno es uno de los 47 glaciares que contiene el Campo de Hielo Patagónico, la mayor superficie helada del planeta después de la Antártida. La masa del Perito Moreno se localiza en el brazo Sur del lago Argentino, en el canal de los Témpanos. Un circuito de pasarelas se asoma a este glaciar de 35 kilómetros de largo, 5 kilómetros de frente y 60 metros de alto, que regala un espectáculo colosal cuando, con gran estruendo, sus farallones azules se desprenden y se quiebran en miles de cristales que flotan en el lago. Hay otras formas de contemplarlo aun más de cerca: caminar con crampones sobre la superficie helada o embarcarse en alguno de los barcos que zarpan de Punta Bandera y que navegan entre icebergs hasta alcanzar su base. Esta última opción permite contemplar los gigantescos glaciares Upsala, Onelli, Bolados, Agazzis, Heim, Spegazzini y Mayo.
La zona norte del parque cuenta con el poderoso atractivo de contemplar dos mitos del montañismo, el pico Fitz Roy (3.375 m) y el Cerro Torre (3.128 m). El Chaltén, a 212 kilómetros de El Calafate, es la base para explorar esta área situada en torno al lago Viedma. El pequeño poblado tiene unos mil habitantes y cuenta con la infraestructura necesaria para abordar excursiones de todo tipo: desde un trekking de cinco horas hasta la laguna de los Tres, en las cercanías del pico Fitz Roy, hasta rutas más cortas, como la de la laguna situada a los pies del Cerro Torre. Para alojarse, nada mejor que optar por alguna de las estancias ganaderas agrupadas en la Ruta de la Lana, una vía agropecuaria surgida a inicios del siglo XX.

Para cruzar a la isla de Tierra del Fuego, el sur del sur, lo mejor será regresar a El Calafate y volar directamente a la localidad de Río Grande. Desde el aire se divisa el estrecho de Magallanes, sembrado de bahías y playas. Alrededor de Río Grande, el paisaje continúa siendo similar al de la Patagonia atlántica, seco y áspero, pero cambia abruptamente al poco de salir de la ciudad: del dominio de la estepa y el llano, a los montes nevados que acompañan hasta Ushuaia. En las afueras de Río Grande se encuentra el Museo Histórico Monseñor Fagnano, salesiano que realizó una gran labor de protección de los indígenas en el siglo XIX, y que contiene fotografías de la época además de muestras de la fauna y flora de la zona.
Rumbo al sur del sur
La Ruta Nacional 3 continúa rumbo sur y luego hacia el oeste, encajonada entre los últimos riscos y montañas de la cordillera andina. Tras bordear el lago Fagnano, la carretera serpentea para ascender al paso Garibaldi, a 450 metros sobre el nivel del mar. Hasta aquí llegaba el territorio de los indios onas, emparentados con los tehuelches o patagones, mientras que las tierras de canales que se extienden más allá del paso Garibaldi eran de los yamanas, un pueblo nómada que vivía de la pesca.
A partir de ese puerto de montaña, el camino se despeña unos treinta kilómetros hasta alcanzar Ushuaia, autoproclamada la ciudad más austral del planeta. Asomada al canal de Beagle, Ushuaia («bahía mirando al poniente» en lengua yamana) basa su atractivo en la imponente naturaleza que la rodea. Hoy día es una ciudad ajetreada con una amplia oferta de actividades al aire libre que abarca desde esquí y paseos en trineos de perros, hasta recorridos a bordo del Tren del Fin del Mundo en el Parque Nacional Tierra de Fuego y cruceros por el canal de Beagle. Navegar las aguas del legendario paso marítimo hasta el faro de Les Éclaireurs y la pionera estancia Haberton, equivale a zambullirse en la historia de la exploración e intentar imaginar cómo era esta tierra cuando llegaron los primeros colonos ingleses en el siglo XIX. Más allá del sur patagónico no hay nada, solo la certeza de la Antártida.
Para saber más
Documentación: pasaporte en vigor. Para estancias superiores a 90 días, se precisa un visado que tramitan en la embajada (Tel. 917 710 519).
Idioma: castellano.
Moneda: peso argentino.
Diferencia horaria: 4 horas menos que en España.
Mejor época: El verano austral, de diciembre a marzo.
Cómo llegar: Desde Madrid y Barcelona se vuela directo a Buenos Aires (unas 12 horas). En su aeropuerto se puede conectar con vuelos domésticos a San Carlos de Bariloche, El Calafate (acceso al P. N. Los Glaciares), Puerto Deseado y Ushuaia. El abono Flypass ofrece descuentos.
Cómo moverse: El avión es el medio más rápido para viajar por la Patagonia. La carretera Ruta Nacional 40 recorre de norte a sur la región. En los parques nacionales hay que informar a los guardas sobre las rutas previstas. No todos los circuitos pueden realizarse en vehículo privado.
Alojamiento: La oferta abarca desde confortables hosterías a cabañas de madera, antiguas haciendas y hoteles con spa.
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