Bodhgaya, el lugar de la India donde Buda alcanzó la iluminación, acoge templos de Sri Lanka, Nepal, Sikkim, Bután, Tíbet, Birmania, Tailandia, China y Japón. Y el Dálai Lama ha elegido ese enclave para celebrar el próximo Kalachakra, una ceremonia esencial del budismo tibetano.
El ritual empieza solicitando permiso a los espíritus locales para utilizar su casa. Como son reacios, los monjes los calman realizando la Danza de la Tierra. A continuación una cuerda sumergida en agua con polvo de tiza permite trazar las líneas del mandala, proceso que lleva dos días. Trabajando sin pausa seis jornadas más y mediante el chakpu, un estilizado embudo, los monjes rellenan con arena coloreada el intrincado dibujo.
El centro del mandala muestra a la divinidad de Kalachakra unido a su consorte, encarnando la compasión y la sabiduría. Las múltiples cámaras del laberíntico palacio cuadrado son las sucesivas pruebas del camino a la liberación.
Durante cuatro días, miles de personas desfilarán ante el mandala, sea para recibir sus bendiciones o realizar votos. Luego el Dálai Lama pedirá a las 722 deidades invitadas que retornen a sus moradas. Cepillará la arena hacia el centro y esta se pondrá en una vasija y se verterá en un río, a fin de que la perfecta paz del Kalachakra fluya hacia el mundo cotidiano.