El Pirineo aragonés conforma el sector más formidable de la cordillera. Constituye una frontera pétrea en apariencia impenetrable, pues allí se encuentran las montañas más altas, unos titanes de roca que vigilan diminutos y pueblos que se han atrevido a apostarse en un clima y un territorio exigentes. El resultado son hitos que se encuentran en las maravillas naturales más espectaculares de España.
Se diría que en los Pirineos centrales, cuando se deciden a colocar una puerta, esta debe ser recia y marcar claramente un límite. Es la señal de que detrás de ella se guardan los tesoros de la familia. Así se explica que la escogida para señalizar dónde se acaba la Hoya de Huesca y comienza el territorio definitivamente montano sean unas mamparas de piedra conglomerada de 275 m de alto. Se levantan como guardianes enhiestos y anuncian que, una vez los traspase, el viajero entrará en un mundo diferente, el de las alturas, los grandes colosos pirenaicos, las selvas ocupadas por osos y urogallos, los pueblos arrebujados a la orilla de ríos frenéticos.