El Monte Ori
Muy cerca de la boca de la Piedra de San Martín, en el mojón número 262 de la pista que une el valle de Roncal con el francés de Baretous, se celebra cada 13 de julio el curioso Tributo de las Tres Vacas. Su historia se remonta al año 1375, cuando los vecinos del norte empezaron a entregar este pago en especias, obedeciendo a la sentencia que puso fin a una agria disputa sobre el límite de los pastos entre ambas vertientes pirenaicas. Con sus mejores galas, los alcaldes se reúnen en un acto de hermandad y, al grito de «pax avant», dan inicio a la fiesta tras librar los rumiantes. Si la visita no coincide con la ceremonia, seguro que algún sarrio nos compensará con su aparición.
Las rapaces sobrevuelan la carretera cuando desandamos el camino hasta Isaba para tomar luego el desvío hacía otro valle. El portillo de Lazar peca de modesto, ya que con sus 1117 m bien se podría considerar «puerto», con todas las letras. Además, marca el punto de entrada al valle de Salazar, ofreciendo la visión de la cumbre del Ori a la derecha. Se trata del «dosmil» más occidental del Pirineo y se puede ascender en una hora de marcha a pesar de su imponente aspecto.
Para subir a la cima del Ori, basta con acercarse en coche hasta el alto de Larrau, donde se aparca y se sigue a pie hasta arriba. En días despejados se ve el Moncayo e incluso el mar Cantábrico, y por el lado francés, el perfil del Midi d’Ossau. Pero atención con lo que hacemos, puesto que en esta cima habita Mari, la diosa de los genios de la naturaleza, y también el voluble Basajaun, señor del bosque que puede pasar de la actitud bonachona a la exaltada por menos de nada. Al bajar, y si los dioses nos son propicios –nunca mejor dicho –, 10 km de curvas nos depositarán en Ochagavía.