Sea verano o invierno, la ría es un imán para paseantes. Un ejército de árboles y bancos se reparte en paralelo y mucha gente sale de los restaurantes cercanos para disfrutar del aperitivo sentados al sol. Otros ocupan el muro que pone límites al río Butrón, salpicado de pequeñas embarcaciones de todos los colores que se dispersan hasta la desembocadura, a pocos metros, donde la playa invita a descalzarse y seguir caminando.
EL MEDIEVO CANTÁBRICO
En lo que anteriormente era la anteiglesia de la vecina localidad de Gorliz, Don López Díaz de Haro fundó Placencia de Butrón con fines comerciales en 1236. Un paseo por el casco histórico de Plentzia, como se denomina ahora la localidad, se inicia en la Plaza del Astillero, donde se encuentra el actual ayuntamiento y el antiguo casino, reconvertido en el Hotel Boutique Bahía de Plentzia y su restaurante Bahía, muy frecuentado por visitantes y locales.
Entre fachadas coloridas de antiguas casas de pescadores y palacetes señoriales con balcones de madera y cristal, las calles, que conservan el trazado medieval, reflejan con sus nombres la importancia naval que tuvo el lugar.

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Para conocerla, nada mejor que visitar el Museo Plasentia de Butrón, ubicado en el antiguo ayuntamiento, del siglo XVI, y que muestra maquetas, barcos, fotografías, instrumentos y cartas de navegación, entre otros muchos objetos.
Pero no es el único museo de la pequeña población. La Farmacia Aramburu, fundada en 1888, también guarda una exposición en la botica y el laboratorio original, donde se organizaban tertulias a las que asistían intelectuales como Miguel de Unamuno, y donde se muestra la evolución de los medicamentos en el último siglo.
Sin embargo, el edificio más notable de Plentzia es la Iglesia de Santa María Magdalena, con un estilo único entre gótico y marinero, con una torre del siglo XVI que hizo las funciones de vigía de la ría gracias a su ubicación estratégica. En su interior, figuras barrocas policromadas y paneles de alabastro del siglo XV acompañan a la maqueta de un barco que le da el toque marítimo al lugar.
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A pocos pasos, el Arco de Santiago muestra la única parte en pie del antiguo recinto amurallado del municipio, que dejaba fuera lugares como la Ermita del Santo Cristo, y el Molino de agua de Gazteluondo, y dentro, edificaciones como la Torre Barri, de la familia Butrón, donde se exhibe su escudo y se lee un texto epigráfico que podría ser el más antiguo que se conserva en euskera, o el Caserío Goñi Portal, Bien Cultural de Plentzia.
UN IDÍLIO CON EL MAR
La caza de ballenas, la pesca, la construcción naval y el comercio fueron la razón del nacimiento de Plentzia y también su subsistencia. El fuerte carácter marítimo que se respira entre sus calles refleja que elagua está en su ADN: la historia del lugar, la presencia de la ría y el mar, su pequeño puerto, los deportes acuáticos, su bahía, su gastronomía, la playa… la definen por sus cuatro costados.
Los atardeceres sobre la ría muestran una postal de barcos que solo se ven perturbados por el paso de alguna embarcación que hace ondular el agua. Siguiendo la estela sinuosa de la ría se puede disfrutar del ir y venir de los piragüistas que entrenan en su recorrido, mientras algunas txalupas descansan en la otra orilla, casi en la desembocadura, con el espesor verde de la otra orilla, que escala hacia la localidad de Barrika, escasos metros más allá.

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Ya cerca del mar, el pequeño puerto de La Gallarda acoge 150 pequeñas barcas frente a la despreocupada mirada de un escaso grupo de marineros que charlan mientras recogen sus enseres. El espigón de San Valentín les sirve de medidor para saber a qué altura rompen las olas y si es buena idea salir a la mar.
Desde aquí es fácil ver el inicio de la Bahía de Plentzia, más animado y bullicioso, sin llegar a la masificación turística. Familias, parejas, niños, jóvenes y perros disfrutan de la caminata dentro o fuera del largo y dorado arenal de Plentzia, que se separa del de Gorliz, con el que comparte la bahía, gracias a la Estación Marina de Plentzia.
Es al final de la playa de Gorliz donde se puede gozar de un conjunto de gran valor geológico, las Dunas Petrificadas, e iniciar una pequeña ruta hasta la batería defensiva de Cabo Billano.
BOTELLAS A FLOTE
Más allá de la oferta gastronómica de Plentzia, que pasa por restaurantes como el asador Hondartzape, a pie de playa, la Casa de Marinos, con sus famosas tapas al borde de la ría, o el Arrarte, a pocos metros, con pescados y arroces increíbles, existe también un templo del vino: Crusoe Treasure, la primera bodega submarina-arrecife artificial del mundo, que ya lleva diez años de experiencia en la investigación de vino subacuático.

Crusoe Treasure
A 20 metros de profundidad y a 15 km de la bahía, envejecen los mejores vinos no solo del País Vasco, sino de otras denominaciones. La creación de un arrecife artificial ha sido la máxima que ha convertido este proyecto en uno de los más respetuosos con la biodiversidad de toda la costa cantábrica.
El escollo creado para proteger las botellas de las fuertes corrientes actuaron también en pro del ecosistema, dando lugar a un hogar para las especies marinas que en ella habitan. El equipo de enólogos liderado por Antonio T. Palacios crea vinos en su laboratorio de experimentación, y para ello, buscan los viñedos más singulares.
Con un packaging que refleja su amor al mar y varios premios bajo el ala, esta bodega organiza catas no solo virtuales, sino también en la que llaman su bodega terrestre, donde se realizará un almuerzo tras dar un paseo en barco hasta donde se encuentra la bodega submarina, que podrá verse a través de imágenes y videos, o incluso experiencias exclusivas a medida.

Crusoe Treasure
Los packs duet que ofrece son una manera de comparar un vino criado en tierra y envejecido en esta con su homólogo envejecido en el mar. Tintos, blancos, atesorados por seis meses bajo el mar y previamente en barrica, son muchos los que sucumben al encanto y el sabor de botellas únicas, cuyo sello se rompe con un curioso martillo que redondea la experiencia con la que se podría cumplir la fantasia de encontrar una botella en el mar.