La vista del golfo de Nápoles es tan bella que los propios napolitanos, teniéndola todos los días, la definen como mozzafiato, es decir, que corta la respiración. De todas las cosas maravillosas de este golfo, hay algo que lo distingue de los demás: el Vesubio (1.281 m), el volcán prominente y solitario que gobierna el paisaje y la suerte de sus habitantes desde la Antigüedad. La panorámica entusiasma más todavía si se contempla desde el cráter, accesible por un camino desde la cota 1.000. Subir hasta el borde de la caldera conduce primero a través del Parque Nacional del Vesubio, recorriendo la ladera verde del monte Somma y pasando junto al observatorio vulcanológico más antiguo del mundo, que desde 1841 vigila el sueño del gigante.
A los pies del volcán se distingue la Circumvesuviana, la línea de tren que comunica Nápoles con el pueblo de Sorrento y que tiene parada en Pompeya (a 40 minutos), la esplendorosa ciudad romana que el Vesubio sepultó hace casi dos milenios. Solo unos metros separan la estación de Pompei Scavi del recinto arqueológico, de manera que el visitante se encuentra inmerso en una ciudad del Imperio romano apenas unos minutos después de haber bajado del tren. Las horas transcurren sin prisa entre calles adoquinadas que conducen hasta templos y teatros, flanqueadas por comercios, villas de patios decorados con mosaicos, baños públicos, tabernas... Todo dispuesto como el día en que el Vesubio, en el año 79 d.C., lo cubrió bajo un manto de cenizas, una capa que ha resultado ser la clave para que la ciudad se haya conservado hasta hoy.
El golfo de Nápoles era una zona muy poblada y próspera en época romana, como demuestra la abundancia de villas nobles dentro y fuera de Pompeya. Las ruinas de Herculano y Oplontis – en las localidades de Ercolano y Torre Annunziata, respectivamente– maravillan por el refinamiento de sus mosaicos y frescos, en especial los de la Villa de Popea, en Oplontis.

Las vistas del golfo desde esta última sedujeron en 1737 al rey Carlos de Nápoles (Carlos III de España) de tal forma que decidió erigir allí una residencia estival, la Reggia di Portici, y comenzar un año después las excavaciones del sitio de Pompeya. Inspirados por el rey, muchos nobles napolitanos se construyeron magníficas villas que darían a la zona el nombre de Il Miglio d’Oro (la Milla de Oro). Los 122 palacios componen ahora un interesante itinerario para seguir los trabajos de los más importantes arquitectos italianos del XVIII, como Vanvitelli y Ferdinando Fuga.
La costa sorrentina
Al llegar a la península Sorrentina, la carretera sigue los pliegues de la montaña y se encarama sobre el mar. El panorama abarca el golfo de Nápoles, con la ciudad al fondo y el Vesubio emergiendo a la derecha. El primer pueblo que aparece en este tramo por la Costiera Sorrentina es Castellammare di Stabia, que conserva varios palacios del siglo XIX. Unos kilómetros más allá, en Vico Equense, podemos darnos nuestro primer baño en uno de los magníficos «lidos», como se llama en Italia a las playas privadas, o bien reservarse para los Bagni della Regina Giovanna, una cala semiescondida entre las rocas del cabo Sorrento.
Sorrento es conocido por su licor de limoncello
Sorrento es conocido por su licor de limoncello (limón macerado en aguardiente) y también por su hotel Excelsior Vittoria, cuyos jardines y verandas asomadas al golfo de Nápoles han seducido a reyes, escritores y estrellas de Hollywood desde 1834.
El Metrò del Mare, un servicio de transbordadores que comunica los pueblos del golfo y de la costa Amalfitana, así como las islas de Ischia y Capri, es una tentadora alternativa para llegar al lado de la Costiera Amalfitana. Sin embargo, nada como subir hasta la localidad de Sant’Agata sui due Golfi y admirar, como su propio nombre indica, los dos golfos al mismo tiempo, el de Nápoles y el de Salerno. Luego, curva a curva, iremos bajando hasta la glamourosa Positano para comprarnos unas sandalias a medida, cruzarnos con algún famoso del cine y contemplar las islas de Li Galli, un pequeño archipiélago que fue propiedad del bailarín Rudolf Nureyev (1938-1993).
Limoneros sobre el mar
A diez kilómetros, en Praiano, la carretera se estrecha rumbo a Amalfi. De repente, aparece una vista asombrosa: una serpiente de curvas, terrazas con limoneros cubiertos con telas negras, rocas escarpadas llenas de vegetación, calas encajadas entre paredes de roca… A lo lejos, como en una atalaya, se erige el núcleo de Amalfi. Su importancia viene de lejos porque, ya entre los siglos IX y XI, fue una república marinera tan importante como la Serenissima de Venecia y la de Génova. El Duomo o Catedral, con su larga escalinata y su fachada a rayas, reconstruida en el xix y con algunas partes medievales, se ha convertido en uno de los emblemas artísticos de la región.
Los jardines de Parsifal
Muy cerca de Amalfi, a unos cinco kilómetros, se sitúa la escarpada Ravello. Esta población es conocida por su belleza de cuento y por el festival de música que celebra cada verano en los jardines de villa Rufolo, allí donde Richard Wagner se inspiró para recrear los jardines de Klingsor de su Parsifal y por donde los viajeros actuales pasean buscando el porqué de tanta belleza.
El último tramo de la Costiera desciende hasta Cetara, un pueblito de pescadores donde se produce la colatura d’ alici, una salsa líquida que resulta de macerar las anchoas y que combina a las mil maravillas con un buen plato de pasta. La tradición culinaria de Cetara se complementa con la cerámica de Vietri, el último pueblo de la Costiera Amalfitana y el más cercano a Salerno. Sus jarrones y platos de flores, limones y animales decoran las casas de la región de Campania con colores brillantes que son como reflejos de la alegre luz de esta porción de Mediterráneo.
PARA SABER MÁS
Documentación: DNI.
Idioma: italiano.
Moneda: euro.
Llegar y moverse: Hay vuelos diarios a Nápoles desde varias ciudades españolas. El coche de alquiler y el tren son los mejores medios para moverse. La línea Circumvesuviana une Nápoles, Pompeya y Sorrento. El Metrò del Mare es el servicio de barcos entre los golfos de Nápoles y Salerno.
Tarjeta turística: La Campania Arte Card (3 o 7 días) permite utilizar todos los transportes públicos y entrar en 80 sitios arqueológicos y museos.