Cinco salerosas razones

Por qué Cádiz no es La Habana (ni falta que le hace)

La comparaciones fáciles no son siempre las más acertadas.

El año 1809, un jovencísimo Lord Byron pasó fugazmente por el sur de España y, entre otros enclaves andaluces, visitó Cádiz. Según la leyenda, durante su estancia en la capital gaditana, el escritor inglés se enamoró de la muchacha que posteriormente le inspiraría el poema The girl of Cadiz. Al parecer no fue solo la belleza de la chica lo que lo dejó deslumbrado. También la ciudad entera, a la que bautizó con admiración como «sirena del océano». Dos siglos después, Cádiz sigue siendo una ciudad de gran encanto y personalidad, que destaca por su luz marítima. Esta luminosidad tiene mucho que ver con su sobrenombre de «tacita de plata», posiblemente debido al reflejo plateado que produce en los edificios. Pero, a pesar de ello, no son pocos los que buscan el parecido de Cádiz con La Habana para describirla –su semejanza, de hecho, hizo que en la película de James Bond Muere otro día (2002) suplantara a la capital de Cuba–. Y sin embargo...

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Por su historia

Cádiz es la ciudad habitada más antigua de Europa. Bajo el Teatro de Títeres de la Tía Norica –Cádiz tiene tradición titiritera desde hace 200 años–, emerge el yacimiento de Gadir, considerado uno de los asentamientos fenicios más antiguos de Occidente con más de 3000 años de antigüedad.

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Por sus barrios populares

Otro de los encantos de Cádiz son sus barrios populares como El Pópulo, cuyo origen se remonta al siglo XIII. Para empezar a sentir Cádiz hay que adentrarse en este barrio peatonal, pavimentado con los lastres de los navíos que llegaban a la ciudad, entre el Ayuntamiento y la Catedral, cruzar el Arco del Pópulo, la puerta norte de la muralla de la antigua ciudad y dejarse llevar por sus calles. En el barrio destacan los arcos de entrada, el palacio barroco de la Casa del Almirante y el Teatro Romano. Hay que seguir hasta el muy genuino barrio de La Viña, lugar carnavalesco por excelencia.

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Por su gastronomía

Los comercios tradicionales y numerosas tascas en las que se puede disfrutar de la gastronomía gaditana son de destacar. Desde el pescaíto frito o las tortillas de camarones -toda una institución culinaria-, al cazón en adobo, papas aliñás y el lomo en manteca. El Mercado Central, una lonja de abastos recientemente reformada pero cargada de historia, con sus puestos de pescado, marisco y fruta, es básica para un primer contacto con los sabores de Cádiz. También es parada obligatoria la cercana plaza de las Flores, colorida y animada, de forma triangular. Lo es por los gloriosos churros, de finos o gordos, en el puesto de la Guapa. Por último, con la tarde, la playa urbana de La Victoria, con sus numerosas terrazas donde tomar algo, o en las menos transitadas y paraíso de surferos Santa María del Mar y Cortadura, ya en las afueras, son dos planes ideales.

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Por su carnaval

El paseo por Cádiz quedaría incompleto sin descubrir el emblemático Teatro Falla, un edificio de ladrillo rojo y estilo neomudéjar inaugurado en 1883, que durante el carnaval se convierte en el escenario de las chirigotas más célebres. La plaza Mina –donde se encuentra el Museo Provincial de Bellas Artes–, la plaza de la Candelaria o la del Mentidero son otros enclaves urbanos donde palpita el modo de entender la calle propio de esta ciudad llena de vida.

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Por sus playas

Con cuatro playas que suman en total más de 7 km de costa. La más mítica, sin duda, La Caleta, playa urbana que concentra la vida de Cádiz como ninguna otra. Para abarcar la fachada marítima de Cádiz existe la posibilidad de que el recién llegado realice un paseo en catamarán que conecta la ciudad con la cercana población de El Puerto de Santa María; las vistas, especialmente en días luminosos, son preciosas. Con el punto de embarque en pleno centro, no se trata de un recorrido solo pensado para el turismo, sino de un medio de transporte cotidiano utilizado por los gaditanos, lo cual lo hace aún más atractivo.

Un arenal mítico