El año 1809, un jovencísimo Lord Byron pasó fugazmente por el sur de España y, entre otros enclaves andaluces, visitó Cádiz. Según la leyenda, durante su estancia en la capital gaditana, el escritor inglés se enamoró de la muchacha que posteriormente le inspiraría el poema The girl of Cadiz. Al parecer no fue solo la belleza de la chica lo que lo dejó deslumbrado. También la ciudad entera, a la que bautizó con admiración como «sirena del océano». Dos siglos después, Cádiz sigue siendo una ciudad de gran encanto y personalidad, que destaca por su luz marítima. Esta luminosidad tiene mucho que ver con su sobrenombre de «tacita de plata», posiblemente debido al reflejo plateado que produce en los edificios. Pero, a pesar de ello, no son pocos los que buscan el parecido de Cádiz con La Habana para describirla –su semejanza, de hecho, hizo que en la película de James Bond Muere otro día (2002) suplantara a la capital de Cuba–. Y sin embargo...