Roma, ciudad a la que el apelativo de ‘Ciudad Eterna’ le sienta como anillo al dedo, es, en fondo y forma, como una especie de lasaña, construida a base de capas y más capas de diferentes épocas que se comunican entre ellas. Un símil que puede resultar banal, pero que “define a la perfección la construcción de Roma y el legado presente en nuestros días”, cuenta Mariasole Garacci, historiadora de la ciudad y guía de If Experiencie. Pero lo que significa ser eterna en un mundo cada vez más cambiante y evolutivo es mucho menos terrenal de lo que imaginamos, y hace referencia a “valores como belleza o la libertad”, algo de lo que Roma va sobrada.