Las tres 'B'

Por qué es tan importante el barroco en Roma

Bernini, Borromini y Berretini tienen la "culpa" de ello.

Roma, ciudad a la que el apelativo de ‘Ciudad Eterna’ le sienta como anillo al dedo, es, en fondo y forma, como una especie de lasaña, construida a base de capas y más capas de diferentes épocas que se comunican entre ellas. Un símil que puede resultar banal, pero que “define a la perfección la construcción de Roma y el legado presente en nuestros días”, cuenta Mariasole Garacci, historiadora de la ciudad y guía de If Experiencie. Pero lo que significa ser eterna en un mundo cada vez más cambiante y evolutivo es mucho menos terrenal de lo que imaginamos, y hace referencia a “valores como belleza o la libertad”, algo de lo que Roma va sobrada.

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La Roma barroca

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Así se moldeó la Roma barroca

El Barroco fue el estilo artístico que dio forma a la Roma moderna tras la herencia de los grandes maestros del Renacimiento. Esta fue “la corriente artística más innovadora e interesante del siglo XVII, que nació en Roma y luego se extendió por Europa y Sudamérica”, cuenta Garacci. Y continúa: “El Barroco transmite precisamente una fuerte ideología que la iglesia Católica necesitaba demostrar en un momento de triunfo sobre la Reforma Luterana”. O lo que es lo mismo, el barroco es la corriente artística que la Iglesia y la aristocracia utilizaron para demostrar su poder y difundir su particular propaganda. Y contaron con los mejores artistas para lograr su cometido.

San Carlo alle Cuatro Fontane

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En todas las facetas de la vida

¿Y por qué el barroco fue tan importante? (y lo sigue siendo hoy en día). Pues además de por su legado, lo fue sobre todo porque su corriente involucró todos los aspectos de la vida en la ciudad: arte, moda, literatura, teatro, música y hasta danza.

En la más estricta de las definiciones, los elementos que definen esta corriente artística son la originalidad, la fantasía, la irregularidad, la rica decoración y las formas circulares en movimiento. Aunque siempre hay (sobresalientes) excepciones. Una de ellas es la iglesia de San Carlino alle quattro fontane, mucho más elegante, más discreta, más limpia, más fría y, sobre todo, con más geometría y mucha menos naturaleza de la que acostumbra el barroco. Obra del ultra católico Borromini, esta iglesia es la prueba de las licencias artísticas que se tomaba el artista, incumpliendo totalmente las reglas del la corriente artística cuando así le apetecía.

Roma. Las tres 'B'

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Las tres 'B'

Bernini, Borromini (de ahí que fuera considerado más ‘outsider’) y Berrettini, también conocido como Pietro da Cortona, lugar en el que nació, fueron los artistas más sobresalientes del barroco, un estilo que, al igual que sucedía con otra de las capas más imprescindibles de Roma, el Imperio Romano, también utilizaba el arte la arquitectura y la literatura como propaganda, pero en el caso del barroco, el foco fue puesto mayoritariamente en las iglesias porque su principal valedor fue, precisamente, la Iglesia Católica.

Fontana

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La influencia religiosa

El siglo XVII volvió a ubicar a Roma en el principal mapa religioso y cultural de Italia con los más grandes arquitectos italianos del barroco, quienes trabajaron en Roma y, bajo el patrocinio de los sucesivos Papas, contribuyeron a darle su actual aspecto barroco. Y aunque la mayor gloria, amén de las publicaciones en Instagram, de su genialidad se la llevan las numerosas fuentes (la Fontana della Barcaccia, de Bernini, es el mejor ejemplo) esparcidas por la ciudad, lo cierto es que las iglesias, patios y palacios recogen hoy la verdadera esencia de su trabajo.

Palazzo Barberini

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La joya del barroco: el Palazzo Barberini

Uno de los mejores ejemplos es el del Palazzo Barberini, construido en el siglo XVII por la familia Barberini (la aristocracia siempre presente), aunque desde el fin de la Segunda Guerra Mundial pertenece al Estado Italiano. Aquí se encuentra la Galería Nacional de Arte Antiguo, repleta de obras maestras, sobre todo pinturas desde el siglo XVI y XVII con especial hincapié en artistas italianos como Rafael, Andrea Del Sarto, Bronzino, Tintoretto y, cómo no, Caravaggio. La arquitectura y decoración del palacio son uno de los mejores ejemplos del barroco y además de la espectacular colección de arte que recoge, aquí destaca su escalera helicoidal, obra de Borromini, que cual columna vertebral arquitectónica gira sobre su propio eje a través de los diferentes pisos del palacio. En cada vuelta se pueden contar hasta doce columnas dóricas de doble torsión y capiteles decorados con pequeñas abejas (símbolo heráldico de la familia Barberini, presentes por todo el palacio). Junto a ella, otros dos aspectos que el visitante no debería dejar pasar: la gran escalera de acceso al primer piso, obra de Bernini, y el cuerpo central de la fachada, también de Bernini, con dos galerías acristaladas sobre el pórtico de entrada.

Palazzo Barberini. La poética barroca

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La poética barroca

Obra cumbre del ilusionismo barroco, el Palazzo Barberini también encierra entre sus históricas paredes, aunque en este caso es en el techo, El triunfo de la Divina Providencia, el monumental fresco de Berrettini (Pietro da Cortona). Ubicada en el gran salón central, proyectado por Bernini, la obra ocupa toda la bóveda y resume “el espectacular despliegue de retórica pictórica al servicio de la exaltación de la familia del Papa Urbano VIII, recién pontificado”, tal y como cuenta el conservador del Palacio Barberini, que continúa: “aquí se difuminaban las barreras entre pintura, escultura y arquitectura y es la clave de la poética barroca”. Desde el punto de vista del común de los mortales, la obra resulta del todo hipnótica, impidiendo al visitante dejar de mirar hacia arriba ante los efectos de perspectiva de la obra vista desde abajo.

Roma

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La ciudad eterna

Michele Di Monte, conservador del Palazzo Barberini, aporta también su visión sobre el legado que el barroco dejó no solo en la ciudad, sino también en el resto del mundo donde “geometrías a un lado, lo que verdaderamente le importaba al barroco era la noción de que el tiempo, que todo lo devoraba: Tempus Edax Rerum”. Y es que si bien es cierto que el estilo demuestra la sensualidad y el hedonismo de la época, que lo había a raudales, no deja de lado la sensación de que todo se va a acabar pronto, “la importancia del factor tiempo siempre está presente en las obras barrocas”, matiza Di Monte. Suerte que Roma es eterna.