Una isla insólita

Por qué hay que visitar El Hierro en 2020

El director de la revista Viajes National Geographic desgrana sus motivos para elegir esta isla.

El Hierro, la menos poblada y visitada de las siete islas canarias, es un mundo aparte que mantiene sus esencias y cautiva al viajero con sus extraordinarios paisajes y su paz atemporal. En octubre de 2011, el nacimiento de un volcán en el Mar de las Calmas, junto a la aldea de La Restinga, amenazó uno de los mejores destinos de submarinismo de Europa. Pero en cuanto concluyó la erupción las especies marinas volvieron a conquistar el lugar.

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Según National Geographic

Los mejores viajes para 2020

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Isla del viento

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La isla del viento

En agosto de 2019 El Hierro volvió a ser noticia cuando la Central Hidroeólica de la Gorona del Viento cubrió durante 24 días seguidos el 100% de la demanda energética isleña –la media anual ronda el 60%–. El viento es de hecho la fuerza más activa en este territorio declarado Reserva de la Biosfera el año 2000. Omnipresente, barre los páramos y siembra el bosque de quejidos y susurros. En la meseta del oeste, enrosca los troncos de las sabinas, hasta darles forma helicoidal. En las crestas encaradas al norte, arremolina las nubes y la niebla, configurando un reino húmedo, poblado de líquenes barbudos, donde el musgo tapiza la lava y la corteza de los árboles. El agua en El Hierro no fluye por la tierra, más bien flota de modo sobrenatural en el aire de las cumbres y se condensa en las yemas de las plantas.

iStock-184302668. Sol, horizonte, mar

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Sol, horizonte, mar

Basta caminar media hora rumbo sur desde las alturas para que el escenario se transfigure. Un mosaico de campos cercados desciende hasta el océano en rampas interminables o en súbitos acantilados coronados por espléndidos miradores. Si es invierno, todo estará teñido de un verdor atlántico; si es verano, recordará el ocre de la meseta castellana. Los muros de piedra convierten aquí el paisaje en un inmenso puzzle. Dentro de cada pieza hallamos, desordenados, los mismos elementos: la viña, la chumbera, las papas, el almendro y la higuera, a resguardo del viento y de las cabras.

iStock-497710861. Tierra telúrica

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Tierra telúrica

La tierra junto al Mar de las Calmas es un joven campo de basalto, indomable para la agricultura. En ese universo mineral laten el silencio y la fuerza telúrica, mientras la mirada se prenda de las lavas cordadas, retorcidas cual toallas prestas a escurrir. Al oeste de La Restinga –el mejor lugar en la isla para disfrutar del mar– los colores negros y rojos de las rocas se enmarcan por el azul del océano. Cada palmo de suelo recaba la atención. ¿Qué formas, qué texturas, qué plantas deparará? El paseo se torna interminable y errático, de piedra en piedra o de cráter en cráter, embriagados de silencio y de luz. En el confín oeste se alza el centinela del lugar, el faro de Orchilla, antiguo meridiano cero, la última luz que divisaba el navegante camino de América, a donde tantos herreños partieron.

iStock-471380139. Por sus senderos y miradores

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Por sus senderos y miradores

Por sus cortas distancias y lo bien conservados que están los caminos tradicionales, El Hierro es ideal para descubrirla a pie. El sendero de mulas que desciende desde el Mirador del Jinama a El Golfo cautiva por su belleza. Los isleños lo subían y bajaban con todos sus enseres, en marzo y diciembre respectivamente, para pasar el verano pastoreando en las alturas o el invierno cultivando junto al mar. Otro sendero espectacular lleva al Mirador de la Peña –obra de César Manrique–, cerca del enclave donde se recupera de la extinción el lagarto gigante de El Hierro. Brinda una bella perspectiva de los Roques de Salmor. Y también asombra el camino que baja desde el Mirador de Isora a la playa donde emerge el emblemático Roque de la Bonanza, junto a un solitario Parador Nacional.

iStock-159006166. La virgen 'cuatrienal'

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La virgen 'cuatrienal'

Próxima a la aldea de Taibique, conocida popularmente como El Pinar –en El Hierro los nombres de los pueblos no siempre coinciden con los letreros de las carreteras– está la Hoya de Morcillo, el corazón de los bosques de pino canario. De ahí parte la carretera hacia la ermita de la Virgen de los Reyes, en cuyo honor tiene lugar cada cuatro años la mayor fiesta de la isla (la próxima, en 2021). Prosiguiendo hacia el norte se accede a las sabinas centenarias. Luego la carretera desciende dramáticamente hasta la playa de El Verodal, de arenas color granate

iStock-497751543. Rocas y mar

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Rocas y olas

Rumbo a Sabinosa y el balneario del Pozo de la Salud –mezcla de aguas dulces y salobres con propiedades medicinales– el bravo mar ha tallado puentes y bufaderos en los acantilados. Las rocas, de formas fantasmagórico, se visten de líquenes.

Hemos llegado a El Golfo, la zona agrícolamente más fecunda de la isla. El imponente acantilado semicircular insinúa que la mitad de un magno cráter fue devorado aquí por el mar. Las aguas del Charco Azul, enmarcadas por columnas de basalto, forman un enclave idílico para el baño. Algo más al norte se halla el diminuto hotel Punta Grande, cercado por el océano.

iStock-1126729261. Protegido de los piratas

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Protegido de los piratas

El campanario de la iglesia de la Candelaria, en la alto de la montaña Joapira, constituye una referencia estética y acústica en todo el valle de El Golfo. Habrá que dejarlo muy abajo para acceder a la apacible villa de Valverde, capital de la isla. Se halla a 700 m de altura –a resguardo de los ataques piratas del pasado– y presume de no poseer semáforos. El pequeño aeropuerto y el puerto de La Estaca, que devuelven al viajero al ajetreo de los continentes, se encuentran montaña abajo.

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