Del accidente del tren cremallera al funicular actual
A finales del siglo XX, quien subía a pie al santuario de Montserrat atravesaba el túnel de la antigua vía del tren cremallera de vapor, que se clausuró en 1957 al no poder competir con la nueva carretera... ni con los ecos del pavoroso accidente de 1953, en el que perdieron la vida ocho personas y hubo dos centenares de heridos, entre vagones de madera hechos astillas.
Naturaleza, espiritualidad y arte convergen en la montaña más sagrada de Cataluña y parecen rivalizar con sus singulares creaciones. Eso ha multiplicado la afluencia turística, el mayor problema que vive el santuario. En 2019 Montserrat batió su récord de visitantes: 2,67 millones, es decir, más de 50.000 a la semana, de los que el 66% fueron extranjeros. En 2020 la epidemia del covid y el confinamiento redujeron drásticamente esas cifras; 2022 concluyó con 1.595.000 visitantes. Una quinta parte de ellos accedieron con el moderno funicular inaugurado en 2003.
Evitar los días festivos es la forma de conocer Montserrat con más tranquilidad (la impresionante biblioteca de la abadía, con más de 300.000 volúmenes y 400 incunables, se visita de lunes a viernes con reserva previa). Otra opción es llegar lo antes posible a la montaña, o bien hacerlo a primera hora de la tarde, cuando ha partido el grueso de visitantes, por ejemplo, para disfrutar de la puesta de sol en las crestas orientadas al oeste. Se puede escuchar entonces a los monjes cantar vespres (vísperas) a las 18.45 horas, o al coro de niños de la Escolanía en función de su calendario lectivo.
CÓMO AMANECER EN MONTSERRAT
De noche y al amanecer en Montserrat se respira una paz especial, por eso pernoctar en la montaña permite disfrutar de su atmósfera más genuina. Es posible hacerlo en las antiguas celdas de peregrinos Abat Marcel, reconvertidas en apartamentos con cocina totalmente equipada, en el refugio Abat Oliva o en el hotel Abat Cisneros, de tres estrellas y contiguo al monasterio, que resulta muy acogedor.

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LAS PIEDRAS TIENEN NOMBRE
Todos los grandes monolitos rocosos de Montserrat tienen nombre. La Embarazada, la Momia, el Elefante o el Mono, si traducimos esas palabras del catalán, son inconfundibles y muy populares, dada su considerable altura y su proximidad al santuario. Otros pináculos, como el Centinela, el Loro, la Salamandra o la Procesión de los Monjes, reclaman más imaginación, pero pronto se percibe la analogía. Esto contribuye a acrecentar la sensación de que la naturaleza que envuelve al monasterio configura un escenario mítico o de cuento, donde incluso las rocas tienen algo de seres animados y cierto tipo de conciencia flota en el aire.

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LA VIRGEN QUE SE APARECIÓ EN UNA CUEVA
La leyenda dice que la primera talla de la Virgen de Montserrat la encontraron unos niños pastores en el año 880, atraídos por una luz que descendía desde el cielo a una cueva de la montaña. Esa visión se repitió varias veces y siempre en sábado. Cuando el obispo de Manresa acudió para trasladar aquella escultura a la ciudad, esta parecía resistirse milagrosamente a la mudanza. Considerándolo un designio de que la Virgen deseaba permanecer en el lugar, se erigió la ermita de Santa María para acogerla, núcleo del futuro monasterio, que se edificó en el siglo XI. La ermita rupestre de la Santa Cova se construyó algo más abajo, alrededor del año 1700, en la cueva donde se halló la Virgen.
La virgen negra patrona de Cataluña, la Moreneta, es una talla en madera de álamo. Data del siglo XII, época en que Montserrat comenzó su expansión monástica y alcanzó el rango de abadía. Para verla de cerca se avanza por el ala derecha de la basílica, lo que permite observar el monumental órgano de 4.242 tubos inaugurado en 2010, cuyas formas recuerdan las de la montaña, junto a diversos frescos. Uno de ellos recrea la aparición de la luz celestial a los pastorcillos.
¿UN PORTAL MULTIDIMENSIONAL?
Como Montserrat es un enclave muy famoso entre los aficionados a los ovnis, que acuden de noche para escrutar sus cielos, viendo la pintura se diría que cada época encuentra sus propios cauces para abrir una puerta a lo sobrenatural, sea a través de la religión... o de la ciencia y de la tecnología. El cristal de seguridad que protege a la Virgen con el Niño deja libre la esfera que sostiene en su mano derecha, símbolo del mundo. Los devotos tocan esa bola de madera con reverencia o devoción en su paso frente a ella.

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LA CAPILLA DEL JOVEN GAUDÍ
Justo detrás de la Virgen, en el ábside de la iglesia, se halla el Cambril (camarín), una acogedora capilla ovalada construida por Villar y Carmona a partir del diseño de un joven Antonio Gaudí. Se trata de un espacio óptimo para sentarse en silencio en actitud contemplativa. En las primeras horas de la mañana, el sol proyecta el colorido de las vidrieras en los bancos o en el suelo, mientras la espalda vertical de la Virgen se perfila en el altar visto por detrás. Al salir, los visitantes encienden velas en el corredor descendente que forman la pared norte de la basílica y la roca, y las ofrendan al pie de las imágenes pintadas. En todas ellas, una fortaleza de monolitos rocosos guarnece a la Virgen.

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MONTSERRAT DESDE LO MÁS ALTO
Para disfrutar de la belleza natural de Montserrat es preciso alejarse del trajín de visitantes que envuelve al santuario y caminar por los niveles superiores de la sierra. El funicular de Sant Joan permite alcanzar sin esfuerzo los mil metros de altitud. Desde ahí se puede caminar serpenteando entre las crestas hasta el pico de Sant Jeroni (1.236 metros), techo del macizo, o bien emprender paseos más breves. Uno de ellos lleva a las cercanas ermitas de Sant Joan y Sant Onofre. Desde esta última, que se encuentra prácticamente empotrada en la roca junto a las cisternas que usaban los ermitaños, la remozada Escalera de Jacob asciende audazmente entre las peñas y corona la Miranda de Santa Magdalena, un monolito con extraordinarias panorámicas. Tal vez haya escaladores en las paredes vecinas, pero a este pináculo puede subir casi todo el mundo a pie.
Existen dos caminos básicos para alcanzar las alturas de Montserrat sin funicular. El más cómodo sale de la estación inferior del funicular de Sant Joan rumbo a la capilla de Sant Miquel y asciende hasta la estación superior. Casi al principio, un pequeño sendero señalizado a la derecha conduce a la Miranda de Fra Garí, tras remontar 80 metros de desnivel en zigzags a través del bosque. Este discreto mirador al monasterio y a las enormes rocas del Elefante o la Momia es un enclave apacible y con una acústica extraordinaria. El otro sendero que asciende a las cumbres, el Pas dels Francesos, es directo y dramático. Mediante barandillas y centenares de peldaños, entre angosturas rocosas donde a veces solo cabe una persona, el camino se encarama hacia las antiguas ermitas del norte de la montaña (algunas todavía en uso, otras cerradas bajo llave) y al refugio de escaladores Vicenç Barbé. Superado el tramo de escaleras, también enlaza con los senderos que conducen a la cumbre de Sant Jeroni.

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UN AUTÉNTICO JARDÍN BOTÁNICO DE CATALUÑA
Montserrat ocupa apenas 25 kilómetros cuadrados, pero en ellos hallamos la mitad de las tres mil especies botánicas de Cataluña. En las alturas prevalece el encinar acompañado de laureles. Madreselvas, zarzaparrillas y plantas aromáticas forman una maraña de verdor en cualquier espacio ganado a la roca. Gracias tal vez a esa diversidad vegetal, los arbustos de boj han resistido el ataque de la voraz oruga Cydalima perspectalis que asoló los de otras sierras catalanas. Apartándose de los caminos más frecuentados, o incluso en ellos, es fácil toparse con algunas de las 250 cabras montesas que viven hoy en la montaña.
VIAJE A UNA ANTIGUA DESEMBOCADURA
Sorprende saber que las escultóricas peñas de Montserrat son los depósitos de cantos rodados y grava que un río torrencial ya desaparecido acumuló en su delta. Todavía asombra más que ese río fluyera en dirección oeste desde unas montañas tan altas como los actuales Pirineos, pero situadas donde hoy se hallan las islas Baleares, y que desembocase en un mar que se extendía por Lérida y Aragón. Conforme se iba desecando el delta, los materiales arrastrados por el río fueron cimentándose. Posteriormente esas tierras se elevaron, el mar se retiró y nuevos ríos se abrieron paso por ellas. Durante millones de años el agua, el viento y otros agentes erosivos disgregaron y arrastraron las rocas más blandas de la zona, pero apenas pudieron hacer mella en los duros conglomerados del macizo de Montserrat, unidos por una matriz de sílice, que de ese modo se vio realzado y esculpido como un gigantesco bajorrelieve.

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UNA SIERRA asombrosamente LINEAL
Las vistas de Montserrat desde el espacio muestran la forma casi lineal de la sierra. Las paredes de la zona oriental corresponden al inicio de la desembocadura del río, pues las integran cantos rodados de múltiples tamaños y con una disposición desordenada. En cambio, las de la zona occidental presentan una textura más fina y uniforme, dado que la corriente del río, debilitada, solo arrastraba ya arenas o gravas. Durante los períodos más secos, el río languidecía y solo llevaba partículas de lodo en suspensión. En los pináculos de Montserrat eso se traduce en bandas horizontales de menor circunferencia y tono anaranjado, que se retraen de la pared de modo parecido a las uniones de los neumáticos de un muñeco Michelin. Esas franjas arcillosas, como si fueran una pasta de turrón blando de Jijona, presentan menos resistencia a la erosión que el pétreo turrón de Alicante o el guirlache de cantos rodados en el que se intercalan.

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UN EMPLAZAMIENTO MONÁSTICO
Montserrat no sería lo que es sin sus extraordinarias rocas. Cuarzos, granitos, pizarras, gneis, areniscas, esquistos, calizas..., procedentes de los distintos terrenos que atravesó aquel río, vieron pulidas sus aristas y rugosidades en el curso de la corriente hasta depositarse en un delta. En las esbeltas moles que vemos, cada canto rodado tiene su propia historia, pero se integra junto a otros miles en un sólido bloque. Desgajarse de él y recuperar la antigua individualidad implica a menudo rodar ladera abajo. Los conglomerados de Montserrat constituyen así una roca coral, incluso en el sentido musical del término. La verticalidad resulta consustancial a ellos. Eso depara escenarios que ni pintados a la hora de establecer comunidades monásticas: San Juan de la Peña (Huesca) o los monasterios de Meteora (Grecia) se alzan en escenarios geológicos primos hermanos de Montserrat.

PIEDRAS CON NOMBRES INDECOROSOS
Ir y volver hasta la cumbre de Sant Jeroni, desde el monasterio a través del Pas dels Francesos (11 km, 500 metros de desnivel positivo) o desde la estación superior del funicular, supone una agradable excursión de media jornada. Pero escalar el Cavall Bernat (1.111 metros), la más prominente de las agujas pétreas, requiere desenvolverse por una chimenea de 250 metros de altura. El nombre original de este pináculo de forma fálica, que se yergue en el centro de la sierra por su cara norte dividiéndola en dos, ya pasó a la historia. Sin embargo, en postales en blanco y negro de hace más de un siglo, podía leerse en letras de imprenta: «Carall Venerat» (Carajo Venerado), un topónimo que compartían algunas cimas catalanas de formas parecidas pero menores dimensiones. En adelante, la decorosa expresión «Cavall Bernat» (Caballo Bernat: una montura rápida como el relámpago que el diablo prestó temporalmente a un leñador, según la leyenda) enmascaró el significado sexual a lo largo y ancho del territorio.

Figura de Isis expuesta en el Museo Británico
DE ISIS A LA MORENETA
Bajo el suelo de la gran plaza que se abre ante el monasterio se aloja uno de los museos más notables y menos conocidos de Cataluña. Inicialmente exponía obras y piezas de las culturas bíblicas que el monje políglota Bonaventura Ubach adquirió en el curso de sus estancias y expediciones en camello por Tierra Santa, Egipto, Siria e Irak. Entre todas ellas, la más emblemática siempre ha sido la momia de una joven, como recalcando que, una vez fuera del museo, la Momia es precisamente el monolito más popular entre los que custodian a la Virgen. Eso sugiere que la Moreneta pudo tener como antecesora a la diosa egipcia Isis, protectora de la vida y la salud, aliada en el más allá y madre del dios Horus. Las fiestas en gloria de Horus, considerado el fundador de la civilización egipcia, duraban desde la medianoche del 24 de diciembre a la mañana del 7 de enero. Precisamente en esas fechas en que hoy los hogares españoles se decoran con belenes, Horus se mostraba al pueblo egipcio en forma de niño desvalido y desnudo en brazos de su madre Isis. El culto a Isis se extendió por el Mediterráneo gracias a griegos y romanos, pero empezó a transformarse y desaparecer cuando el cristianismo se convirtió en la religión del Imperio romano tardío. La zona de ermitas situada más arriba del monasterio de Montserrat se llama precisamente la Tebaida, en recuerdo de los primeros anacoretas cristianos que se retiraron al desierto egipcio.

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El Museo de Montserrat no se limita a la arqueología bíblica: la colección de pintura de los siglos XIX y XX donada por el empresario textil Josep Sala Ardiz justifica por sí sola el viaje a la montaña. Los extraordinarios cuadros de Ramón Casas, Martí Alsina, Joaquín Vayreda, Santiago Rusiñol, Isidre Nonell, Pablo Picasso o Joaquín Mir, entre otros, invitan a asomarse a las profundidades del alma humana, captadas como solo el arte puede hacerlo, o a escenas y paisajes de conmovedora belleza. Montserrat es un balcón con vistas sorprendentes a todos los niveles.
EXVOTOS Y OTRAS OFRENDAS a la virgen... o al universo
El tren cremallera a vapor, inaugurado en 1892, facilitó el acceso del público a Montserrat. Pero hay que recordar que durante muchos siglos la motivación esencial para viajar a la montaña fue solicitarla ayuda de la Virgen o expresarle gratitud. Lo siguen atestiguando las velas encendidas junto a la abadía; y también los exvotos de quienes han recuperado la salud, aprobado un examen o alumbrado un hijo que se ofrendan en la ermita de la Santa Cova. Los fieles a la Virgen y quienes emprenden algún tipo de práctica espiritual en Montserrat ceden hoy terreno ante quienes acuden para hacer ejercicio en una naturaleza espectacular y apenas se acercan a la basílica. Pero a su modo y por diferentes caminos, unos y otros buscan mayor profundidad, armonía y equilibrio en sus vidas. En eso parece haberse especializado precisamente durante los últimos mil años esta montaña. Sea lo que sea lo que nos falte, se puede alimentar la esperanza de que la Virgen o el Universo están ahí, sosteniendo nuestro crecimiento y enseñando cómo ayudar sin pedir nada a cambio.