En el mapa, el pueblo aparece apenas como un rectángulo de casas apiñadas. A la vera del río Argoza, junto al trazado de la antigua vía que comunicaba el valle del Saja con Castilla, Bárcena Mayor está enclavado en un espectacular valle flanqueado por pequeñas colinas. Un paraíso rural declarado Conjunto Histórico Artístico desde 1979 con apenas un centenar de habitantes, un número que se antoja escaso para la belleza de uno de los pueblos más bonitos de España. Bárcena Mayor es un pueblo-monumento perfecto para una escapada rural de fin de semana por Cantabria.
SIN COCHES NI GPS
De seguir en coche hasta la misma entrada, se verían los tejados de Bárcena Mayor despuntar por encima de la carretera, rodeados eso sí, de colinas pobladas de bosques de robles y hayas. El efecto es como si todo el pueblo brotara del mismo asfalto, que se interrumpe para dar paso sin tropiezo alguno a las calles adoquinadas. Sin embargo, sólo los vecinos tienen permitido entrar hasta su casa en vehículo propio, el resto debe dejarlo estacionado en el parking municipal. Mejor, así no están los coches inoportunos que suelen romper los encuadres de las fotografías como ocurre en otros lugares.
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Bárcena Mayor es un auténtico refugio para el flâneur rural. Aquí hasta el menos dotado en cuestiones de orientación puede andar tranquilamente sin hacer caso al GPS del móvil y sin perderse. Y es que el pueblo se organiza en un único barrio formado por dos calles, unidas entre sí por un entramado de corrales, plazuelas, callejones e hileras de casas pegadas que parece casi un zoco. La otra referencia urbana es el río, salvado por un puente de piedra, convertido a su vez, en popular punto fotográfico.

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Micro-atlas de la arquitectura montañesa
Caminar, aquí se viene a caminar y la cosa no podía ser más fácil. Caminar entre casas que son perfecto exponente de la arquitectura montañesa rural. Perfección y esmero es lo que han puesto sus vecinos en las sucesivas reformas de sus viviendas desde la década de 1990. El resultado es una postal de calles empedradas, casas con sus balcones adornados con geranios y con sus soportales, donde aún se guarda la leña para el invierno. La excepción viene de las casas nobiliarias, en cuyo caso los arcos de sillería anteceden al portal.

Algunos detalles como relojes de sol, algunos tallados en la piedra o escudos van entreteniendo aquí y allí la vista. Entre tanta casa solana, casa con casetón, casa rectoral y casona, lavadero, plaza, plazuela y rinconcito con encanto, como se suele decir, tal vez pase algo desapercibida la iglesia de estilo barroco montañés.
RUMBO AL MAYOR HAYEDO DE EUROPA
Para cuando ya se han dado suficientes vueltas por el pequeño entramado de callejuelas, afuera esperan una buena cantidad de senderos. El punto de partida de todos ellos está en el puente de piedra. Bárcena Mayor es el único núcleo habitado del Parque Natural Saja-Besaya, que es el mayor hayedo de Europa y al que se puede acceder cómodamente a pie desde el pueblo. Entre los ríos Saja y Besaya, es el parque natural más extenso de Cantabria (24.000 hectáreas: una galaxia natural prácticamente inalterada), el lugar donde crecen los bosques caducifolios mejor conservados de la Cordillera Cantábrica. Robles, hayas, acebos, abedules convierten el lugar en una auténtica explosión otoñal y lo elevan entre los seis mejores paisajes para disfrutar del otoño en Cantabria.

EN BUSCA DE UN BUEN COCIDO MONTAÑÉS
No hay plato más literario que una buena olla, ni plato con más versiones a lo largo de la geografía española, tantas que recibe nombre distinto según donde se meta la cuchara. En Cantabria, la olla es cocido montañés y el valle de Cabuérniga, donde se ubica Bárcena Mayor, es algo así como el epicentro del plato insignia de la gastronomía cántabra. Tanto que es de esos platos que por mucho que te expliquen difícilmente se pueden recrear en casa, a no ser que se viva con alguien de la tierruca y logre los ingredientes de allí.
El caso es que a Bárcena Mayor también se viene a comer. Entre sus casas y balcones floridos se encuentra el restaurante La Solana, cuyo cocido recibió en 2019 el reconocimiento como mejor cocido montañés del año por la prensa de la región. Se sirve en puchero, para servir el plato las veces que guste. Judías y berzas, y esa bomba calórica de tocino, costilla, morcilla y chorizo que en estas tierras se conoce como el “compango” hacen de este plato un auténtico monumento para los sentidos.

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CORZOS, MIRADORES Y BERREAS
El corzo, símbolo de la fauna salvaje del parque, está petrificado en el balcón de La Cardosa. Parece a punto de saltar en cualquier momento para perderse por la espesura del hayedo de Saja que queda enfrente. Situado en la CA-280, junto a la carretera que va dirección al puerto de Palombera en su recorrido sinuoso entre laderas, se trata del mirador definitivo sobre el valle y las cumbres que lo rodean. Dependiendo de la época del año, el espectáculo cambia de cromatismo. Durante la Berrea, el mirador es la mejor plaza para quienes sean novatos en eso de escuchar los bramidos del ciervo en su celo.

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