Mar, montaña y castillos

Los pueblos más bonitos de Castellón

Entre el Maestrazgo y el Mediterráneo, esta provincia demuestra que el tamaño (urbanístico) no importa y que atesora muchas joyas sorprendentes.

Castellón se resume en dos palabras: mar y montaña. Esta provincia del norte de la Comunidad Valenciana es costa y es verano, y lo es por sus 120 kilómetros de litoral bañado por el mar Mediterráneo. Pero también es una de las provincias más montañosas de España, hogar de bosques mediterráneos, ríos, desfiladeros, paisajes de lo más pintorescos y, también, pueblos amurallados. Entre naranjos, olivos y almendros, Castellón atesora un legado cultural e histórico que va del litoral al interior. 

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La Val d'Uixó

Foto: Diputación de Castellón

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La Val d'Uixó

Con lo mejor de la costa y lo mejor de la montaña, justo a las puertas del Parque Nacional de la Sierra de Espadán, la Vall d’Uixó esconde el río subterráneo navegable más largo de Europa. Durante siglos, su cauce ha formado una serie de cuevas naturales conocidas como Les Coves de Sant Josep, en su interior se esconde un tesoro fluvial repleto de estalactitas y estalagmitas, cuyo interior se puede explorar en bote.

Foto: Diputación de Castellón

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Culla

A medio camino entre Ares del Maestrat y el Penyagolosa, Culla se asoma para sorprender al visitante y hacerlo viajar en el tiempo. Declarado Bien de Interés Cultural, atesora las ruinas del castillo árabe del siglo XIII, el Antiguo Hospital, la Iglesia de El Salvador y el antiguo Granero del Comandador. Las calles encaramadas, las fachadas de piedra y unas vistas impresionantes, lo convierten en el pueblo perfecto para desconectar, desde donde emprender rutas y excursiones hacia el Mirador del Terrat o el Parque Minero del Maestrazgo.

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Segorbe

Castellón es una provincia que combina sus calas turquesas, la montaña y la naturaleza más abrupta con casos, como Segorbe, que reúne un gran patrimonio arquitectónico, cultural y gastronómico. Estratégicamente ubicada junto al río Palancia y anclada entre Aragón y Valencia, su localización la convirtió en una ciudad clave para el antiguo Reino de València. A día de hoy, sigue manteniendo ese lustre medieval que la convierte en uno de los pueblos más bonitos de Castellón. Sobre todo por su casco histórico que reúne multitud de ejemplos del gótico valenciano, como el acueducto o la Basílica-Catedral. Y todo, rodeado por dos parques naturales más importantes: la Sierra Calderona y la Sierra de Espadán.

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Montanejos

La naturaleza en su máximo esplendor. Montanejos es una escapada que nunca defrauda, sobre todo para aquellos amantes del senderismo, el descanso o simplemente la desconexión (o la conexión si se ve de otro modo). Escondida en el interior de la provincia de Castellón, concretamente en la comarca del Alto Mijares, se encuentra esta “Villa Termal” declarada desde 1863, por sus múltiples piscinas naturales y manantiales. El Sendero por el río Mijares, el embalse de El Chorro de Montanejos, La Cueva Negra, La Fuente de los Baños… son solo algunas de las rutas que esconde este paraje inigualable que desmonta los prejuicios de que en el Levante “no hay mucho verde”. 

Vilafamés

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Vilafamés

A lo alto de una mole de la Sierra de les Conteses, el Castillo de Vilafamés corona la localidad. Si por algo destaca esta fortaleza es por la pintura rupestre que alberga el abrigo, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO. Pero también despunta por ser el reflejo del origen árabe de este pueblo, que también se percibe en las callejuelas y los edificios que las flanquean. También merecen una visita la Iglesia de la Sangre, las ermitas de San Miguel y de San Ramón y la Iglesia de la Asunción, así como el Palau del Batlle, construido entre los siglos XIV y XV y que en la actualidad actúa como Museo de Arte Contemporáneo. También es importante destacar que Vilafamés es una de las localidades donde se ubican las bodegas con más solera de todo Castellón.

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Ares del Maestrat

Rumbo al sur, otro castillo se asoma en medio del paisaje de El Maestrazgo. En lo alto de Ares del Maestrat, las ruinas del antiguo castillo se entrelazan con los restos de muralla árabe de la Edad Media, mientras que a sus pies se encuentran la iglesia parroquial y la torre del campanario. Asimismo, en el corazón del pueblo, la Plaza Mayor actúa como eje central de otros edificios, entre los que se encuentran los Porches, la cárcel y el Ayuntamiento. A lo lejos, el Barranc dels Molins esconde cinco molinos de agua de los siglos XVII y XVIII, mientras que en la Cueva Remigia se puede apreciar el arte rupestre levantino.

Morella

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Morella

Un castillo y murallas medievales del siglo XIV se vislumbran a lo lejos al llegar a Morella por carretera. Y, una vez allí, el gótico se convierte en el protagonista. Este municipio atesora la iglesia de Santa María la Mayor, que cuenta con un bula papal, el antiguo convento de San Francisco, la iglesia de San Juan y la de San Nicolás y las ermitas de San Marcos y San Pedro Mártir. Si olvidar la arquitectura civil del Ayuntamiento, el Hospital y el Acueducto que, junto al resto, la hicieron merecedora de ser Bien de Interés Cultural. Al recorrer este conjunto histórico, el aroma a trufa negra se cuela en los restaurantes y establecimientos que la poseen y, quien lo desee, puede emprender una ruta gastronómica para olfatearla y saborearla.

Pen~íscola

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Peñíscola

A Peñíscola se la conoce por ser lugar de veraneo y por su estampa de postal coronada por el que fue el hogar del Papa Benedicto XIII, apodado Papa Luna. Anclado en el mar sobre un gran montículo, este castillo reconstruye parte de la historia de caballeros y fortalezas de las tierras del Maestrazgo. Su patio de Armas y torre del Homenaje son un balcón ideal para observar el Mediterráneo. Detrás de las murallas que bordean el centro histórico, los hoteles y urbanizaciones han crecido año tras año para acoger al turismo de costa de la zona. Desde allí, uno puede conocer el Faro, el Museo del Mar y adentrarse en el Parque Natural de Sierra de Irta.

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