Con rebequita

Lo pueblos más bonitos (y frescos) de España

Suman patrimonio, historia, naturaleza y, además, las altas temperaturas estivales no serán un problema.

Cada vez son más habituales los titulares que anuncian olas de calor en España coincidiendo con el verano. Días calurosos y también noches tropicales que no ayudan a conciliar el sueño obliga a buscar el refugio de la sombra y seguir los consejos para tratar de paliar las altas temperaturas. Consejos como los de irse de vacaciones a alguno de los pueblos más fresquitos de España, donde ver con cierta tranquilidad los picos de récord que anuncian los telediarios y los avisos de la Aemet por riesgo extremos en ciertas provincias. Estos pueblos no tendrán playa, pero son frescos y además tienen mucho que ver y disfrutar. 

Seguir viajando

Ezcaray (La Rioja)
Foto: iStock

EZCARAY (LA RIOJA)

En el sudoeste de La Rioja, a 59 km de Logroño, se asienta la villa de Ezcaray, en el corazón del valle del Alto Oja y enmarcada por la sierra de la Demanda. Esta localidad riojana ya fue declarada villa en el siglo XV, desde cuando ostenta el título de «Fuero de las Villas de Ojacastro». El pueblo guarda la esencia medieval de aquella época en sus calles con soportales y casas de piedra con vigas de madera, como las que se alinean en la hermosa calle Mayor. Ezcaray, que tiene poco más de 2000 habitantes, llegó a tener en el pasado cerca de mil obreros trabajando en 29 fábricas textiles. De la mayor y más importante, la Real Fábrica de Paños inaugurada en 1752, queda el imponente edificio que hoy se ha convertido en la Casa Consistorial, y también acoge el teatro y un albergue. Otro monumento llamativo es la iglesia de Santa María la Mayor, gótica y con aire de fortificación medieval. Y otro, la ermita barroca de Nuestra Señora de Allende, que guarda una curiosa colección de ángeles armados con escopetas: se trata de diez óleos procedentes de Perú, donde hubo un arzobispo ezcarayense en el siglo XVIII cuando este tema pictórico estaba de moda. Además, en las vecindades de Ezcaray están las iglesias románicas de San Esteban en Zorraquín y la de Tres Fuentes en Valgañón, y otros templos esparcidos por las aldeas de los alrededores, surgidos en el medievo por su cercanía al monasterio de Santo Domingo de la Calzada, que fue una destacada etapa del Camino de Santiago.

Ezcaray es también la base para acceder a Valdezcaray, a 12 km, en invierno una estación de esquí y en verano el escenario de múltiples rutas de senderismo. Sus paisajes de este dominio de 22 km se descubren esquiando por sus pistas nevadas o caminando por una decena de rutas señalizadas, una de las cuales asciende hasta los 2125 metros de altitud. Otra excursión muy popular en la zona es la que se dirige al pueblo de San Millán de la Cogolla, donde se pueden visitar los monasterios de Suso y Yuso, declarados en conjunto Patrimonio de la Humanidad.

Molina de Aragón
Foto: Shutterstock

Molina de Aragón (Castilla-La Mancha)

Por aquí pasó el Mío Cid, cuando la gobernaba Abengalbón, “que es mi amigo de paz, con otros cien caballeros bien os escoltará”. El dato literario no hace más que reafirmar la importante historia que acumula este pueblo que tiene el Aragón pegado a su topónimo a pesar de encontrarse en Castilla-La Mancha. Lo primero que llama la atención al llegar es la muralla exterior y sus torres, luego el mar de los tejados de Molina de Aragón, como queriéndose dar calor una casa con otra. Y es que además de ser uno de los pueblos más bellos de Guadalajara, aquí el frío es de récord:  el 28 de enero de 1952 cuando los termómetros llegaron a marcar los -28,2ºC. Situado en el nordeste de la provincia, Molina de Aragón es uno de los vértices del ‘Triángulo del frío’. Así la bautizó el periodista y divulgador Vicente Aupí en uno de sus libros. Los otros dos vértices están en Teruel capital y Calamocha.

PARA LEER MÁS: 

Grazalema
Foto: Shutterstock

GRAZALEMA (CÁDIZ)

El pueblo blanco de Grazalema ocupa una posición central en el territorio protegido de su sierra homónima, declarada Biosfera de la Biosfera por la Unesco. La villa da nombre a montes y bosques que rodean otros pueblos encalados y que son un compendio de arquitectura popular y tradiciones artesanas. Grazalema es la localidad de referencia para muchos de los itinerarios que recorren estas agrestes montañas gaditanas. A la villa se accede desde el pueblo de Zahara de la Sierra por la carretera que asciende al Puerto de las Palomas, a 1331 metros de altitud. Es una ruta sinuosa, pero también panorámica, consideradas de las más bellas de Andalucía. En plena subida aparece en un lateral la Garganta Verde: por la profundidad de este cañón discurre el arroyo Los Ballesteros. Grazalema está rodeado por un parque natural cuyo protagonista es el bosque de pinsapo, una reliquia vegetal de la Era Terciaria que cubre esta serranía. Además por él discurre la Ruta de los Pueblos Blancos donde, además de la propia Grazalema, hay que visita el genuino Zahara de la Sierra, encaramado a una loma entre chumberas y coronado por el torreón de un castillo de origen árabe.

 

CERCEDILLA (Madrid)
Foto: Shutterstock

CERCEDILLA (MADRID)

Esta localidad de la sierra de Guadarrama está dominada por el Puerto de Navacerrada donde se halla el pequeño pueblo de igual nombre, asentado a 1200 metros de altitud y puerta a una estación de esquí que en invierno disfruta de un ambiente familiar y en verano se descubre con caminatas. El pequeño y rural Cercedilla está rodeada por encantos naturales cerca de Madrid, como las montañas de Dos Hermanos, la citada sierra de Guadarrama, las tranquilas dehesas que enriquecen la visita y la bonita zona boscosa del Pinar de Valsaín. Junto a estos enclaves de valor natural, otro de los atractivos de Cercedilla es precisamente la proximidad a enclaves de enorme interés monumental, por ejemplo la ciudad de Segovia (distante 26 km) o los Sitios Reales de El Escorial y el Palacio de La Granja. Y una curiosidad final: en Cercedilla falleció en 1923 el pintor Joaquín Sorolla. Este año que se conmemora el centenario de su muerte puede ser una ocasión para seguir su huella en esta localidad.

 

AÍNSA (Huesca)
Foto: Shutterstock

AÍNSA (HUESCA)

El pueblo oscense de Aínsa, que fue capital del reino histórico del Sobrarbe en el siglo XI, creció gracias a los privilegios que le otorgaron los sucesivos reyes de la época, hasta convertir la villa medieval en un punto clave del Alto Aragón. En la actualidad, además de ser cabeza de comarca, es una población activa y frecuentada por los que quieren acercarse al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, con un despliegue de rutas de senderismo y actividades para disfrutar de su naturaleza. Este patrimonio natural conviven en Aínsa con un casco antiguo declarado Monumento Histórico-Artístico, y articulado a lo largo y ancho de las calles Mayor y Pequeña. Se conserva casi la totalidad de la muralla del siglo XII, el castillo y una colegiata, aunque la joya arquitectónica de este pueblo de Aragón es su armoniosa plaza Mayor porticada. A su alrededor se puede pasear por calles donde se levantan casonas de fachadas delicadas, como la Casa Latorre, sede del Museo de Artes y Tradiciones de la localidad.

Puebla de Lillo
Foto: Shutterstock

Puebla de Lillo (Castilla y León)

En el valle del Porma, al norte de la provincia de León. Praderías y pastizales hicieron de Puebla de Lillo un enclave vital para la trashumancia. Un territorio de gran belleza rural en el que se desperdigan multitud de pequeñas localidades y que está habitado desde antaño por los astures y vadinios. Los senderistas encuentran aquí muchas rutas señalizadas que nacen de cada uno de los pueblos que lo integran. La recompensa a tanto caminar es el disfrute de la naturaleza de arroyos, valles, picos, lagos y zonas boscosas tan singulares como el pinar de Villaoscura, o de Lillo, con algunos de los pinos más antiguos de Europa. 

Del calor no hay que preocuparse, pues de cómodas, como mucho, se suelen caracterizar las temperaturas de julio y agosto. Ahora ya no, pero tal vez antiguamente los campaneros -una tradición que como la de los campaneros de Utrera fue reconocida en noviembre de 202 por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad- también anunciaban los fríos con algún toque de campana especial. En cada pueblo había un campanero que  hacía tañer las campanas a voluntad según lo que tocara avisar a los vecinos. El toque de tente nube servía para alejar las grandes tormentas. 

Potes
Foto: Shutterstock

POTES (CANTABRIA)

Potes, capital y corazón de la encantadora comarca de La Liébana, distingue su casco antiguo con edificios notables y puentes arcaicos allí donde las aguas de los ríos Quiviesa y Bullón se entregan al Deva. La Torre del Infantado (siglo XIV), antaño esencial en la defensa del territorio y hoy sede del Ayuntamiento, y la Torre de Orejón de Lama son las únicas que perviven de las muchas que tuvo la villa. No ocurre así con las casonas que construyeron los oriundos ilustres y que aún conservan los escudos de sus fachadas pétreas. Los lunes en Potes es día de mercado, una cita perfecta para comprar productos gastronómicos como los famosos quesucos, el té de puerto y las legumbres que da esta tierra.

Potes se asienta en plena Liébana, donde las cimas y valles por los que corre el río Deva enmarcan esta comarca llena de atractivos naturales y etnográficos. Cuando los farallones se abren surge, por ejemplo, Lebeña, un pueblo encantador con uno de los parajes más mágicos: un llano donde la estrella es Santa María de Lebeña, uno de los templos más antiguos de Cantabria, que abrió al culto el año 924. La cántabra Potes también se distingue por ser una de las puertas al Parque Nacional de los Picos de Europa. Y además se abre al circo rocoso de Fuente Dé, a 1094 metros de altura, en un entorno tapizado por bosques de hayas, robles, encinas y alcornoques. Precisamente desde la aldea de Fuente Dé, nacida a sus pies y con solo una veintena de habitantes, un teleférico remonta las montañas hasta alcanzar el Mirador del Cable, a 1874 metros de altitud, con una panorámica de 360 grados tan imponente que llega a sobrecoger.