La frontera lo fue todo. Hace no mucho, la Península Ibérica se unió en pos de la Reconquista y, después, Castilla y Portugal pelearon por la hegemonía de este territorio. Es decir, que entre unas cosas y otras, el país vecino tuvo que defenderse, rearmarse, esforzarse y levantar fortalezas, castillos y murallas con las que repeler al enemigo. Hoy aquellas fortificaciones sirven para embellecer el paisaje, recordar tanta historia e inspirar un viaje con atardeceres con sonido a fado, sabor a bacalhau y regusto inolvidable.