La isla del 7 al 1

Puerto Rico como un boricua: siete lugares para visitar sí o sí

Un viaje a la esencia de esta acogedora isla caribeña para descubrir sus ciudades de herencia colonial, playas infinitas, islas intactas y selvas con bosques húmedos y cascadas, idóneas para la práctica de turismo activo.

Puerto Rico es una de las llamadas «perlas del Caribe», un destino donde se puede elegir entre caminar por ciudades y plazas históricas que conservan la arquitectura colonial, descansar en playas de arena blanca y bucear en aguas cristalinas, practicar senderismo y otras actividades de turismo activo en frondosos bosques húmedos, navegar de noche por bahías luminiscentes o descubrir una gastronomía de raíces caribeñas. Una auténtica «isla del tesoro» por la diversidad de joyas históricas y naturales que reúne.

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Cueva Ventana

Cueva Ventana, zona de Arecibo. Foto: Shutterstock

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En el noroeste... Arecibo

La pequeña localidad norteña de Arecibo, donde entre otras visitas destacan varias iglesias y en especial su Catedral de San Felipe, es conocida en Puerto Rico como «la Ciudad Esmeralda». Su entorno lo componen amplios valles delimitados por el cauce del río Grande y montes horadados por grutas, algunas de enorme misterio y fácil acceso como la Cueva Ventana, una de las principales atracciones de la región. Se proponen muchas excursiones para disfrutar de otros valores naturales de esta zona, entre otros más cuevas kársticas como la del Indio o las cavidades de Camuy, una serie de sumideros que va excavando el río bajo tierra, el Parque Nacional del Bosque Cambalache o la Cascada del Obispo.

Aguadilla

Playa de Aguadilla. Foto: iStock

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El Dorado, una costa sin fin

Esta población al oeste de la capital puertorriqueña es uno de los destinos de descanso más buscados, por su infraestructura no masificada y oferta de actividades. En su costa se alinean playas de arena dorada y palmeras, como Mayagüez y Boquerón, o algo más alejada, la playa de Aguadilla, para muchos la más encantadora de este litoral, que preserva su antigua atmósfera de pueblo de pescadores con sus barcas varadas sobre la arena. No muy lejos, en esta misma costa noroeste, Rincón e Isabela tienen el mejor oleaje para practicar windsurf.

Hacia el interior de El Dorado, los paisajes se tapizan de vegetación mientras se aproximan hasta la Cordillera Central que cruza la isla de este a oeste, ofreciendo otros muchos destinos de ecoturismo donde se proponen visitas a cañones y a cascadas camufladas por la selva como la Charca El Roble, cerca del recóndito pueblo de San Sebastián.

Vieques

Isla de Viques. Foto: Shutterstock

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Isla de Vieques

En el noreste de Puerto Rico se sitúa este refugio protegido donde es posible descansar en las playas de su Costa Azul y realizar excursiones a pie o en todoterreno, compartiendo los caminos con manadas de caballos que allí habitan en libertad. Vieques está conectada desde el puerto de Fajardo en barco, a poco más de una hora, o en diez minutos de avioneta desde el mismo Fajardo o desde San Juan. Fajardo también es la base para visitar los cayos de mar adentro. Hasta el año 2003, el 70% de la isla fue una base militar –Puerto Rico es un estado libre asociado a Estados Unidos– y después pasó a ser declarada reserva natural, de ahí que se salvara de la construcción de complejos hoteleros.

Una de las máximas atracciones de la isla de Viques son sus tres bahías luminiscentes. En sus aguas y lagunas se puede disfrutar de un baño nocturno sumergido entre aguas centelleantes. Para comprobarlo solo hay que pasear o bañarse de noche en alguna de estas bahías donde se experimenta el sorprendente fenómeno de la bioluminiscencia marina. El prodigio se produce cuando el plancton y otros organismos –también es el caso de las luciérnagas– emiten una luz brillante y generan agua debido a la oxidación de la proteína luciferina. La superficie del mar parece entonces cubierta por un manto estrellado. Las excursiones para ver este fenómeno resplandeciente se realizan en botes desde los que el agua se ilumina solo con tocarla con los dedos o se expande en círculos concéntricos cuando nos sumergimos. Puerto Rico tiene fama de reunir los mejores enclaves para observar aguas luminosas, destacando la Bahía Mosquito de esta isla, la más brillante del planeta según el Libro Guiness de los Récords.

Ponce

Ponce. Foto: iStock

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Ponce, la perla colonial del sur

En la costa meridional de Puerto Rico brilla esta ciudad cuyo casco antiguo, junto al de la capital San Juan de Puerto Rico, son los mejores ejemplos de urbanismo colonial. Ponce es hoy una agradable ciudad señorial donde el neoclasicismo redibujó la antigua urbe. En su paseo se descubren la Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe, el Teatro La Perla y el edificio de la Alcaldía, un rosario de plazas como Central, Degetau o Muños Rivera, y un barrio portuario lleno de tipismo. Una época vibrante para viajar a Ponce es durante el Carnaval de febrero, uno de los más famosos del Caribe y también de los más antiguos, de 1858. En los alrededores de Ponce, como en otros enclaves de Puerto Rico, se pueden visitar antiguas refinerías de azúcar, que en el pasado impulsaron la economía de la isla y hoy proponen visitas culturales, y haciendas cafeteras convertidas en exclusivos alojamientos.  

Islas Culebra y Mona

Isla Culetra. Foto: Shutterstock

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Islas Culebra y Mona

Famosa por sus playas de arena blanca y sus arrecifes de fama mundial para practicar submarinismo, Culebra dista 27 km de la costa noreste de Puerto Rico. Se llega en una hora y media de transbordador desde Fajardo o en quince minutos de avioneta desde San Juan. La tranquilidad y el contacto con el mar y los paisajes son sus principales atractivos. En sus aguas se contemplan todas las tonalidades de azul, desde el marino al brillante y transparente turquesa. Aquí se halla uno de los arenales más bellos de Puerto Rico, la Playa Flamenco, extendiéndose por un par de kilómetros en una bahía con forma de media luna, flanqueada por vegetación y palmeras que parecen querer besar el mar. Una laguna cercana a la que suelen acudir los flamencos es la que ha dado nombre a esta playa.

Por su lado, la Isla de Mona, localizada esta unos 70 km al oeste de Puerto Rico y accesible por avioneta, más que un destino vacacional es un centro de gran valor ecológico. Solo se puede visitar con tours organizados que limitan la afluencia de personas, para así garantizar su preservación. Con alojamientos sostenibles integrados en el entorno, el destino está indicado para auténticos amantes de la naturales, la espeleología de cuevas, el submarinismo o la pesca (restringida).

Bosque El Yunque

Parque Nacional El Yunque. Foto: iStock

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El misterio del frondoso El Yunque

Con 161 kilómetros de largo por 51 de ancho, Puerto Rico es todavía una enorme reserva natural. La belleza del corazón verde de la isla proviene de la exuberante selva tropical que protege el Parque Nacional El Yunque, el más importante del país, al que da nombre su principal pico de 1055 metros de altitud. La húmeda frondosidad de su bosque lluvioso se descubre realizando caminatas bajo la vegetación gigante que cubre rincones como las paredes de la Sierra de Luquillo, con sus laderas que llegan hasta playas como la homónima de Luquillo, una de las más idílicas de Puerto Rico. En el corazón de El Yunque se escoden cascadas como La Coca, con un salto de unos 26 metros de alto, y lagunas donde es posible darse un baño para refrescarse. En la reserva se organizan actividades de turismo activo, paseos botánicos para conocer su flora y otras que rastrean la pequeña fauna que lo habita. Así se descubre que, gracias a los 3400 litros de lluvia que recibe al año, en El Yunque conviven más de 240 especies de árboles y otras tantas de insectos, aves y reptiles –como la rana arborícola coquis– esparcidos a lo largo de más de mil metros de desnivel, en los que es posible diferenciar hasta cuatro biotopos.

San Juan

Barrio histórico de la San Juan de Puerto Rico. Foto: Shutterstock

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San Juan de Puerto Rico

El Viejo San Juan, el barrio histórico de la capital puertorriqueña, invita a caminar por calles adoquinadas, la mayoría peatonales, entre edificios de arquitectura colonial de los siglos XVI y XVII, bellamente recuperados con sus fachadas pintadas en vivos tonos pastel. Muchos albergan en la actualidad hoteles con encanto y restaurantes con historia como La Bombonera, que abrió sus puertas en 1902. Asimismo, en sus calles se alínean artesanos y galerías de arte que también ocupan emblemáticos edificios del Viejo San Juan. La Plaza de Armas y las calles de San Sebastián y del Cristo concentran el ambiente de este barrio. Pero el paseo por San Juan, el asentamiento más antiguo de la isla con más de 500 años de historia, también lleva a conocer otros edificios curiosos como un antiguo parque de bomberos, un cementerio frente al mar y varias fortalezas que en el pasado defendían la isla de piratas y conquistadores. Todo el distrito del Viejo San Juan está catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Otro imprescindible de la capital es la vasta fortificación El Morro, cuyo castillo original de San Felipe empezó a construirse en 1539 sobre un altozano desde el que se permitía obtener una amplia vista hacia el mar. El paseo sobre sus murallas y explanadas son hoy un balcón con vistas al Caribe. El bastión, con muros de más de 40 metros de alto y algunos de hasta 5 metros de grosor, esta considerado el fuerte español más antiguo construido en América. El segundo «morro» de San Juan es el Castillo de San Cristóbal, uno de los recintos defensivos más grandes de la isla. En su origen cubría más de 10 hectáreas de superficie, con un laberinto de fosos, puentes, garitas y hasta seis fuertes conectados entre sí, que protegían el litoral de San Juan de Puerto Rico. Ambos recintos se pueden recorrer por libre o en visitas comentadas.

Antes de abandonar la capital puertorriqueña para descubrir el resto de la isla, es recomendable visitar el Museo de las Américas, de antropología, arte e historia. En él se integran estas disciplinas de manera reflexiva y presentando un abanico del desarrollo de las culturas precolombinas. En otro contexto museístico está la Casa Bacardí, apodada «la catedral del ron», cerca de la bahía de San Juan, al otro lado del barrio antiguo. La familia más famosa del ron comenzó su negocio en Cuba hace más de cien años, y empezó a trasladarse a Puerto Rico en 1936. Hoy su destilería, que realiza una enorme producción industrial, propone además visitas guiadas y catas para descubrir esta bebida tan caribeña.