Esta es la Ibiza que quieren los ibicencos. O al menos la mayoría de ellos. Ya a las puertas del invierno empieza a asomar el frío en la isla pitiusa y a desaparecer el eco de la electrónica, de la frivolidad, el frenesí y la masificación. Cosas del verano. Ahora en otoño la isla reposa tranquila y desvela su esencia más pura, a ritmo siempre slow y con el silencio como única melodía entre el murmullo del Mediterráneo y del pinar.
Fuera de temporada y fuera de ruta. Es tiempo de pasear por las calles solitarias de Dalt Vila o descubrir calas desiertas entre bosques de sabinas. El espíritu hippie resurge ahora como el buen hacer payés y el suave barniz tan chic que engalana hoteles, restaurantes y mercados de Ibiza. Aquí se apuesta por lo orgánico, del campo a la mesa, en una gastronomía cuidada al detalle y en un emplazamiento privilegiado. Porque cualquier preocupación desaparece cóctel en mano al atardecer. ¿Objetivo bienestar? Estos son los planes para saborear los mejores frutos del otoño e invierno ibicenco.