Spoiler: no es un chiste

¿Qué se ve desde la torre más alta de Toronto?

En las calles que rodean la CN Tower, los mercados, restaurantes y museos son los protagonistas.

La respuesta no es ningún chiste, sino una ciudad cosmopolita, repleta de buena comida, cultura, playas y hasta vida nocturna servida con una buena dosis de civilización. Esto es Canadá, claro.

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Toronto

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La gran ciudad del 'slow life'

En Toronto no hace tanto frío como cabía esperar, y sí, a pesar de que puede ser un riesgo comenzar un artículo con un topicazo espacio-tiempo, se trata de un detalle importante para una ciudad en cuyo invierno se congelan hasta las aceras. Más allá del tiempo, en cuestiones de espacio la ciudad está muy bien conectada a través de una nueva línea de tren que desemboca en el aeropuerto y también con numerosas apps como Uber o Lyft. Toronto es una de las ciudades más grandes de Norteamérica, aunque es complicado que el viajero lo perciba así. A menudo comparada con Nueva York, Toronto es muchísimo más civilizada, pero también más aburrida. Aquí residen apenas 3 millones de personas distribuidas en un mosaico de barrios donde impera la filosofía slow life de vive y deja vivir. No hace falta pasar mucho tiempo en la ciudad para darse cuenta de que a Toronto le falta experiencia como destino turístico, aunque esto supone un problema para el visitante, sino más bien todo lo contrario: nunca ha habido un mejor momento para visitarla. Entre sus grandes atractivos se encuentra su apabullante panorama gastronómico, con influencias de infinidad de culturas, continuando por su oferta cultural, o sus planes de renovación urbana, no obstante la ciudad es todo un ejemplo de cómo llevar a cabo proyectos de gentrificación donde prima la sociedad por encima del dinero. Esto es Canadá, sí, otra vez.

Bloor-Yorkville

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De espacio hippie a epicentro del capitalismo

Desde la torre más alta de Toronto, que tiene nombre y es la CN Tower, se puede ver uno de los barrios más modernos y elegantes de la ciudad, aunque también uno de los más pintorescos. ¿Esto es posible? Claro. La explicación a este contraste se debe a que Bloor-Yorkville fue una vez un popular lugar de reunión hippie allá por los años 60, y donde hace medio siglo se mezclaban cantautores con poetas y demás agentes de la cultura, hoy se encuentra el epicentro del capitalismo, no obstante en la calle Bloor Street se encuentran tiendas de primeras firmas internacionales como Louis Vuitton o Hermès, así como las sedes de las empresas más punteras. Frente al lujo, que no la ostentación porque eso en Toronto no se lleva, también se puede encontrar un vecindario que cuenta con coquetos patios y encantadoras casas victorianas, mezcladas con galerías de arte y alguna que otra obra arquitectónica que despunta sobre las demás, como la espectacular fachada del Royal Ontario Museum, conocida como “El Cristal”, y que se trata de una ampliación del edificio llevada a cabo por el arquitecto Daniel Libeskind.

Royal Ontario Museum

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Con gran oferta cultural y 'gastro'

En su interior, el ROM contiene la mayor muestra de historia natural y cultura mundial del país. Para un relajado alto en el camino en la ciudad en la que el brunch es una religión, Trattoria Nervosa es un excelente restaurante italiano donde disfrutar de uno a base de buena pasta y excelente masa de pizza elaborada al estilo clásico o, en otras palabras, como tiene que ser. En Toronto no existen las direcciones locales, ya que si hay algo que hace grande -e interesante- a esta ciudad, es su amalgama de ciudadanos, culturas y religiones. Y de lo mejor de la cocina italiana a la francesa para reservar mesa en Smith, uno de los mejores lugares para disfrutar de un brunch de la ciudad. Deliciosos pancakes de tarta de queso servidos con mucho estilo en este elegante y cómodo restaurante francés del barrio de Yorkville.

Kensington market. Kensington

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Hipsterismo en estado puro

Desde la torre más alta de Toronto también puede divisarse uno de los mejores mercados callejeros de América del Norte, el Kensington Market. Este laberinto de calles, callejones y diversidad cultural es hoy por hoy el área más hipster de la ciudad, y también una de las más interesantes. Que nadie espere una estructura a modo de mercado, sino locales (restaurantes, alimentación y tiendas vintage) y casas victorianas de colores brillantes. Durante la década de 1920, cuando era un barrio predominantemente judío, las familias instalaban puestos frente a sus hogares y vendían sus productos entre sí. Hoy no hay puestos callejeros (a menos que sea verano y último domingo de mes), pero sí locales como la Tortería San Cosme, donde al más puro estilo streed food mexicano sirven una excelente cochinilla pibil en una torta, que no en un taco. Hay que dejar hueco para el postre solo por probar cualquiera de la bollería recién hecha que sirven en Blackbird Baking, otra de las instituciones del mercado, que va ya por la cuarta generación. Y las que quedan. Que el Kengsinton Market es el rincón más ecléctico de la ciudad lo prueban el tesoro de tiendas de ropa vintage escondidas entre restaurantes y cafés eclécticos, y el animado y loco ambiente que se respira en él. Aquí la globalización solo se percibe en el panel de graffitis que artistas de medio mundo han ido estampando en fachadas y callejones y que merece la pena, también, visitar.

Art Gallery of Ontario. Frank Ghery

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La cuna de Frank Gehry

Seguro que Frank Gehry, que además nació en Toronto, le hace particular ilusión que el edificio que él diseñó y que sirve como ampliación a la Art Gallery of Ontario, también sea una de las estructuras que se pueden ver desde la torre más alta de Toronto, además de uno de los emblemas de la ciudad. La AGO, como se conoce al museo, se encuentra ubicada en mitad del barrio chino de la ciudad, uno de los más grandes de América del Norte y de los más impolutos. La realidad es que si no fuera porque los caracteres chinos adornan las tiendas y los letreros de las calles, apenas se nota que esto es Chinatown. Además de comprar productos electrónicos y alimentación, en Chinatown se puede encontrar una abundante selección de auténticos restaurantes chinos, tailandeses, japoneses y vietnamitas. De ahí que el mejor pato Pekín servido en dos platos lo elaboren en el Bright Pearl, o las colas para los dim sums del Golden Leaf den la vuelta a la esquina de su calle más importante, Spadina Avenue.

Queen Street

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La guinda de 'Queen Street'

Que la revista Vogue lo nombrara “el vecindario más cool del mundo” otorga a West Queen, y a su principal arteria, Queen Street, otra dosis más de glamour y buen rollo de la que ya de por sí goza este barrio de Toronto, que además es buen ejemplo de cómo la comunidad artística puede generar interés en un área y su eventual gentrificación. Cafés con punteros baristas, tiendas de jóvenes diseñadores e inversiones hoteleras como la del ‘instagrameable’ hotel The Drake, sirvieron de catalizador para el rápido crecimiento económico del área. The Drake, que no tiene nada que ver con el cantante aunque sí, y mucho, con la vida cultural del barrio, es un hotel boutique de tan solo 19 habitaciones, una tienda, un restaurante y una galería de arte que forman  el concepto perfecto para ser considerado como un emblema cultural en Toronto. Informal, peculiar y divertido, The Drake fue pionero en apostar por la experiencia boutique, añadiendo además buenas dosis artísticas y originales. Sus orígenes datan de finales del XIX y el edificio donde se ubica está protegido, por lo que sus huéspedes no encontrarán ascensor para acceder a ninguna de las dos plantas del hotel.

The Drake. Gastronomía...

Foto: The Drake

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Para todos los paladares

No hay drama, su joven y preparado staff está siempre dispuesto a ayudar en lo que haga falta, desde aupar una maleta por las escaleras hasta ofrecer los tips más insiders de este área de Toronto. Seguramente algunos de los mejores pasen por tomar un café con un delicioso roll de canela en Major Treat Coffee (que además de un café, también es una barbería), cenar en Union, un restaurante con una contemporaneidad a la altura del barrio, o tomar el cóctel de moda, el “Canadian Caesar”, en el popular brunch del propio hotel, donde hay que lanzarse sin remilgos a platos como el “pollo frito servido con wafles y mermelada de frambuesa”.

Y sí, seguramente esto también se vea desde la torre más alta de Toronto.