Del 7 al 1

Burdeos, todo lo que hay que ver (y catar) en la gran capital francesa del vino

Pese a su pequeño tamaño, esta urbe es de las más atractivas e icónicas del mundo. Estos son sus siete lugares imprescindibles.

Burdeos es un vino, un color y hasta una forma de vivir en la que el sol sureño y el savoire-faire galo se mezclan sin extravagancias. Olvidada durante años, las últimas décadas han transformado una ciudad que, desde que es Patrimonio de la Humanidad (2007), ha ido ganando peso por su encanto propio. Si antes era un mal menor para llegar hasta el Médoc o hasta Saint-Emilion, ahora son estas regiones viticultoras las que presumen de capital. Para disfrutarla en condiciones, solo hay que seguir estos siete mandamientos. 

 

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Méca©Loïc Graniczny. Saint-Jeann y la nueva Méca

Foto: Loïc Graniczny. Turismo de Burdeos.

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En el #7: La Méca de Saint-Jean

De la noche a la mañana, el sureste de la ciudad ha recuperado la vida. Un par de decisiones han sido las culpables de que ahora todo el mundo se fije en la estación de tren de Saint-Jean y sus alrededores. La primera, la inauguración de la primera línea de altísima velocidad del país galo que une París con esta ciudad en poco más de dos horas. La segunda, el traslado del Fondo Regional de Arte Contemporáneo (conocido como FRAC) a este distrito, con renombre incluído -Méca-, con sede nueva y fastuosa firmada por Bjarke Ingles y un calendario de actividades a tener en cuenta. Un aperitivo para empezar a descubrir los primeros metros del Garona a su paso por la ciudad y para adentrarse en el barrio anexo de Saint-Croix, donde esta basílica románica recuerda que hasta el siglo XIV esta zona tuvo un puerto propio y prosperó gracias a sus astilleros.

Street Art & hybride©Nicolas Duffaure

Foto: Nicolas Duffaure. Turismo de Burdeos

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En el #6: Darwin y la teoría de las nuevas especies (urbanas)

La Caserne Niel llevaba libre de militares más de un siglo y, pese a ello, nadie se había planteado qué hacer con los barracones y hangares que antaño acogían a centenares de soldados. Hasta que en 2005 apareció Philippe Barre, un empresario local que dio con la tecla: transformar estas instalaciones en un pequeño universo marcado por un adjetivo: ecológico. Su primera medida fue transformar los edificios que estaban en mejor estado en un coworking creativo para empresas que cumplan unos estándares verdes mínimos o cuyos objetivos son hacer del mundo algo más sostenible. El segundo, abrir Magasin Générale un restaurante y tienda Km. 0 que ha cambiado la relación entre la ciudad y su entorno. Y el tercero, dotarlo todo con conciertos, espectáculos de deportes alternativos como el Skate o el Bikepolo e instalaciones artísticas como Vórtex que, unidas a los numerosos murales de arte urbano, hacen de Darwin un paraíso alternativo que hoy en día es un absoluto im-pres-cin-di-ble.

Skate park©Teddy Verneuil - @lezbroz. En el #5: Desde Chartrons a Bassins à Flot

Foto: Teddy Verneuil. Turismo de Burdeos

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En el #5: Desde Chartrons a Bassins à Flot

Hace décadas que el puerto de Burdeos se trasladó hacia la desembocadura del Garona, lo que no quita que su huella hoy no sea una fuente de hedonismo y disfrute. Durante el siglo XVIII, el epicentro comercial estaba en Chartrons, un barrio rehabilitado ubicado en la ribera noroeste del Garona que se caracteriza por su homogeneidad constructiva: grandes fachadas frente al río atravesadas por pequeños callejones. Muchas de estas casas aún conservan la bodega donde fermentaban y curaban el vino en grandes barricas (naciendo, así, el método bordelés de crianza) como es el caso del museo del vino. Otro de los puntazos de esta zona es la ribera, transformada ahora en una sucesión de hangares que acogen cafeterías, tiendas y galerías de arte por donde pasear con calma al atardecer. Al final, justo donde asoma el faraónico puente de Jaques Chaban Delmas, la piedra se sustituye por el hierro y aparece el sector de Bassins à Flot, un complejo astillero, obsoleto desde hace unos años, y que hoy cuenta con atractivos como el museo del mar o la antigua base submarina nazi, hoy reconvertida en espacio para el video arte.

Artes dECORATIVAS. En el #4: De museo en museo

Foto: Museo de Artes Decorativas y Diseño

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En el #4: De museo en museo

La sombra de París es muy alargada en términos museísticos, de ahí que a veces se tienda a infravalorar las colecciones de otras urbes galas. Burdeos no es ajena al monopolio capitalino, de ahí merezca la pena dedicar un par de horas a sus diferentes instituciones para derribar tópicos. Hay tres que merecen la pena por encima de todas. La primera, el Museo de Bellas Artes en cuya colección se puede disfrutar de lo mejor de la pintura holandesa y europea desde el siglo XV hasta las postvanguardias. La segunda, el museo de Artes Decorativas y Diseño, un espacio que destaca tanto por su sede, el Hôtel de Lalande, como por sus piezas que ofrecen una retrospectiva de la cerámica típica bordelesa. Y la tercera, el CAPC-Museo de Arte Contemporáneo, cuya principal virtud es la de estar ubicado en el antiguo almacén portuario, un edificio histórico de proporciones inmensas capaz de cobijar todo tipo de instalaciones y exposiciones.

pape clement. En el #3: De bodegas... sin salir de la ciudad

Foto: Pape Clement

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En el #3: De bodegas... sin salir de la ciudad

Burdeos le prestó su nombre a un vino y a un color, y ambas etimologías son bastante inteligibles. La vinatera proviene de su puerto, donde se centralizaban los caldos que venían de toda la región, y de su método de crianza en barrica. La cromática, del color de dicha bebida, más intenso por culpa de esos mese en los que madera y mosto fermentado conviven juntos. Sin embargo, la ciudad como tal no está repleta de viñas, lo que no quita que haya algunas bodega a las que se pueda llegar en transporte público y sin perder de vista la torre de la catedral. Dentro de su carretera de circunvalación destacan tres vinificadoras que aceptan visitas. La primera, Château Carmes Haut-Brion, una fincada cinco hectáreas donde las cepas maridan con un paisajismo del siglo XIX. La segunda, Château Luchey-Halde, un proyecto muy interesante liderado por el instituto Bordeaux Sciences Agro, quien fijó aquí su sede y su centro de investigación ampelográfica en 1999. Desde entonces, aquí se investigan métodos de vinificación ecológicos y, por supuesto, se elabora un vino soberbio. Y el tercero, quizás el más conocido, Château Pape Clément, el perfecto ejemplo de Château bordelés, tanto en lo estético como en lo organoléptico.

shutterstock 498048460. En el #2: Vivir la Cité du Vin

Foto: Shutterstock

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En el #2: Vivir la Cité du Vin

Pese a que Burdeos está repleto de enotecas y de bar à vins, la ciudad no se acabó de erigir como capital mundial de vinos hasta que levantó esta especie de Guggenheim enoturístico. Ubicado en la zona de Bassins à Flot, La Cité du Vin es ejemplar en muchísimos sentidos. Y es que aquí no solo se habla de los Grand Crus que rodean la ciudad, sino del vino como eje cultural y económico de la Humanidad desde hace milenios. A través de instalaciones multimedia, paneles interactivos y un audioguía (sí, en español), se recorren todos los aspectos posibles de esta bebida, desde su historia hasta su conexión con el cine. Por supuesto, no falta un bar de catas en lo más alto de este icónico edificio ni una vinoteca en la que pasarse horas… aunque sea por su fotogenia.

Place du Palais©Nicolas Duffaure. En el #1: Pasear su Patrimonio de la Humanidad

Foto: Nicolas Duffaure

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En el #1: Pasear su Patrimonio de la Humanidad

Burdeos se pasea y mucho. De hecho, excepto para ir a Darwin y a las bodegas, cualquier plan de esta selección es accesible a pie. Y el resto, en bicicleta, gracias a su sistema de alquiler público. La cuestión es que merece la pena recorrer esta ciudad a pie de calle, sobre todo porque toda su parte antigua, la denominada Puerto de la Luna, está protegida como Patrimonio de la Humanidad, en reconocimiento por su urbanismo del siglo XVIII y su convivencia con monumentos anteriores. Por eso merece la pena desgastar las suelas de los zapatos huyendo de los chorros de agua del Miroir d’Eau, disfrutando de la fotogenia de la Plaza de la Bolsa, cruzando mil veces la puerta Cailhau, circunvalando la catedral, practicar un poco de people watching en la puerta de la Ópera o comprando flores en la calle más parisina de la ciudad: la Rue de Notre Dame.

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