Burdeos es un vino, un color y hasta una forma de vivir en la que el sol sureño y el savoire-faire galo se mezclan sin extravagancias. Olvidada durante años, las últimas décadas han transformado una ciudad que, desde que es Patrimonio de la Humanidad (2007), ha ido ganando peso por su encanto propio. Si antes era un mal menor para llegar hasta el Médoc o hasta Saint-Emilion, ahora son estas regiones viticultoras las que presumen de capital. Para disfrutarla en condiciones, solo hay que seguir estos siete mandamientos.