Los griegos, que tenían ojo clínico para la belleza, desembarcaron en una de las playas más serenas de la Península Ibérica y allí fundaron Emporion. Era el año 218 a.C. Han pasado veintidós siglos y ese arenal continúa en su misma belleza, peinado por el viento del norte. El golfo de Roses en el que los griegos fundaron también Rhode, hoy la ciudad de Roses, dibuja el filo de una hoz y parece la frontera natural de las dos almas de la Costa Brava. Desde esta hendidura hacia el sur hablamos de un litoral rocoso, de acantilados asumibles, de granito rosa y localidades al abrigo de los recodos. Al norte de aquí, la fiereza del Cap de Creus, negra piedra, aquilón sin freno. Este es un viaje de sur a norte, desde la bella Tossa de Mar hasta el confín con Francia.