Montpellier tiene ya más de mil años, pero como si fuera un Dorian Grey urbano se muestra joven y vibrante, con ese toque entre medio hedonista y bohemio que tienen algunas ciudades del sur de Francia. Su fórmula de seducción está hecha de bastante encanto medieval, mucho de bohemia contemporánea y altas dosis de ambiente mediterráneo.
Hay suficientes museos, arte callejero, plazas que son universos propios, tiendas que aparecen como sorpresas en sus calles medievales, bistrós de lo más golosos y mercadillos domingueros como para encabezar la lista de escapadas de fin de semana del urbanita más descarado. Si se le añade el clima, que acostumbra a ser templado la mayor parte del año, entonces Montpellier no tiene ninguna excusa.