Volver a París nunca es una locura. No solo porque su oferta cultural resulta inabarcable en una sola escapada. Ni por ese je-ne-sais-quoi que se respira en la capital francesa. Ni tan siquiera porque reina en el Olimpo de las ciudades más románticas del mundo. Es que hay mucho más. Un extrarradio, desconocido por muchos, que resulta perfecto para los que regresan con la lección aprendida. Sin el estrés de la primera vez, sin el agobio de tener que cuadrar días y barrios, horas y museos, para completar el abecé de sus imprescindibles. Su nombre: el Grand París, o lo que es lo mismo, los distritos que están situados fuera del bulevar Periférico, la gran autopista que rodea el centro histórico a lo largo de 35 kilómetros.