1. Selva de Irati
La Selva de Irati es sinónimo de bosque. Y a la inversa. Porque la imagen que se hace alguien en la mente cuando piensa en verdor y naturaleza en Navarra es esta. El Pirineo tiene en esta masa forestal, declarada Zona de Especial Protección de Avifauna, uno de sus mayores tesoros de fauna y flora. Explotado forestalmente desde el siglo XV, el respeto de los ciudadanos del valle por el lugar ha permitido que se mantenga en perfecto estado hasta la actualidad.
Poblado de hayas, robles, abetos, musgos y sauces, los ciervos y los jabalíes, entre otros, campan a sus anchas en un paraíso natural donde los pájaros también tienen su fama. Las rutas de senderismo de la Selva de Irati se dividen entre las del Valle de Aezkoa y las del Valle de Salazar. Una de las más famosas es la Ruta de Gartxot, que parte de la localidad de Izalzu y adentrarse entre robles para ascender con las vistas de algunas de las cimas del Pirineo, recorriendo después hayedos y regatas donde destacan la cueva de Elkorreta – donde se cree que se refugió el bardo Gartxot – y algunas cascadas.
2. Olite
Pensar en Olite es dibujar en la mente su castillo de cuento de hadas, pero esta pequeña localidad navarra es mucho más. Sus calles adoquinadas, custodiadas por nobles caserones y galerías que se asoman al medievo, se disputan las miradas con sus iglesias y sus murallas, más allá de las cuales se extienden los campos y viñedos de la zona. El Palacio Real, con impresionantes torres, frondosos jardines y elegantes estancias, es Monumento Nacional desde 1925 y uno de los castillos más lujosos de Europa, en el que se mezcla la arquitectura francesa y la decoración mudéjar.
La Iglesia de Santa María la Real está unida al castillo, pero su estilo es gótico, a pesar de que lo parisino también puede verse en alguno de sus detalles. Sin embargo, hay más que visitar en Olite: su casco histórico, con arcadas góticas y fachadas nobles, la Torre del Chapitel o la plaza Carlos III y los palacios renacentistas y barrocos, además del Enozentrum, el centro de la cultura vitivinícola. En el entorno, vale la pena relajarse en algunas de sus bodegas y vivir alguna experiencia enoturística que avala a Olite como capital del vino de Navarra.

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3. Ochagavía
Uno de los pueblos más bonitos del Pirineo se asoma tímidamente entre montañas y el arruyo del agua para ser carne de postal de los visitantes que no pueden resistirse a recorrerlo. Con una historia que se remonta al siglo XII, fue realmente con la afluencia de peregrinos del Camino de Santiago un siglo después cuando Ochagavía comenzó a crecer y desarrollar las iglesias y casas señoriales que pueden verse hoy, una muestra de la importancia de este enclave del Valle de Salazar.
Las casas y calles de piedra no han dejado de ser un atractivo también en la actualidad, en la que los puentes medievales y las montañas y los bosques que la rodean hacen de ella una de las localidades más pintorescas del norte de Navarra. También contribuye a su aire idílico los palacios medievales de Urrutia, Iriarte y Donamaría, además de las casas blasonadas, el paso del río Anduña, el Santuario de Nuestra Señora de Muskilda y la Iglesia de San Juan Evangelista. Los amantes de la naturaleza también podrán disfrutar del Centro de Interpretación de la Naturaleza de Ochagavía, donde conocer más sobre la cercana Selva de Irati.

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4. Cuevas de Zugarramurdi
Si hay un lugar donde la magia y el misterio se manifiestan con mayor fuerza es en las cuevas de Zugarramurdi.El pueblo de las brujas, como ya se le conoce más allá de sus confines, está plagado de leyendas sobre aquelarres y brujería, que juegan por las noches en una fina línea entre historia y fantasía. Para sumergirse en el halo de misterio que envuelve el lugar, nada mejor que acercarse al Museo de las Brujas, donde se exploran las historias sobre brujas locales, los ritos paganos y el papel de la Inquisición.
Metidos ya en el papel, los visitantes pueden adentrarse en la Cueva de Zugarramurdi, supuesto escenario de brujería, con grandes y profundas galerías donde conocer más sobre los acontecimientos del siglo XVII. Siguiendo el sendero de la Pottoka Azul se llega hasta otra cueva, la de Urdazubi/Urdax, donde las estalagmitas y las estalactitas pueblan los techos que fueron refugio durante la Guerra de la Independencia y, quien sabe, testigos de la existencia de lamias, seres mitológicos.
Cuevas de Zugarramurdi
Horario de invierno
De 10:30 a 17:00
Precio
Adultos: 5,50€
Tarifa infantil (entre 6 y 12 años): 3,50€
Gratis hasta los 5 años
Duración de la visita
45 minutos - 1 hora aproximadamente

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5. Pamplona
Un viaje por Navarra no está completo si no se visita la capital. El lugar más vibrante de toda la Comunidad Foral se hace de querer, con sus fiestas, sus bonitos rincones, su gente acogedora y su gran oferta cultural y de ocio, además de los distintos monumentos y lugares históricos que esconde tras su entramado. El casco antiguo es el mejor lugar por el que comenzar una visita, con su trazado medieval, sus iglesias góticas, el Museo de Navarra, el Palacio Real, el Centro de Interpretación del Camino de Santiago-Ultreia y más.
El Ayuntamiento de Pamplona, con su colorida fachada barroca, es el escenario del famoso chupinazo que da comienzo a San Fermín. Desde ahí, un paseo lleva hasta la Catedral de Santa María, donde el gótico maravilla en todos sus detalles. Además de la Plaza del Castillo, centro de la ciudad y donde se ubican algunos de los hoteles más míticos, las calles Estafeta, San Nicolás, Comedias o Mercaderes son algunos de los mejores lugares para rendirse al pincho, la estrella gastronómica del lugar, y otras delicias, como los fritos y, cómo no, el buen vino.

Estella/Lizarra | Francis Vaquero - Turismo de Navarra
6. Estella-Lizarra
Estella es una de esas ciudades que respira Camino de Santiago por sus siete costados. La Toledo del Norte, como se la conoce popularmente, es jacobea hasta la médula, y los peregrinos encuentran aquí joyas románicas, iglesias señoriales, palacios adornados con escudos y puentes imposibles. Además, una de sus particularidades es que su judería envuelve toda la ciudad. El barrio de San Pedro, que da la bienvenida a los cansados caminantes, devuelve el reflejo de lo que antaño fue un centro de artesanos, hospederías y monumentos civiles y religiosos.
La Iglesia de San Pedro de la Rúa es uno de los puntos más interesantes que visitar, con su bello pórtico del siglo XIII, su capilla barroca de San Andrés y el maravilloso claustro del siglo XII, uno de los conjuntos de mayor riqueza del románico navarro. Muy cerca, el Palacio de los Reyes de Navarra, con sus capiteles historiados, acoge el Museo del pintor Gustavo de Maeztu. El Museo del Carlismo en el antiguo palacio del Gobernador, la biblioteca en el antiguo Palacio de los Eguía o la Iglesia de San Miguel, con su portada norte, donde destaca el románico tardío son, sin duda, paradas obligatorias en Estella.

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7. Nacedero del Urederra
Las aguas azul turquesa no están solo destinadas a las playas y las pozas de las islas paradisíacas, y sino que se lo digan a los navarros, que tienen en el Nacedero del Urederra una de las aguas más envidiables del mundo. El lugar, por supuesto, acompaña. El ecosistema que le envuelve está plagado de hayas, olmos, roblos, arces y fresnos, además de pequeñas cascadas y pozas que recogen el agua del Parque Natural de Urbasa-Andía y bordean una de las rutas más conocidas de toda Navarra, así como uno de los nacederos de ríos más espectaculares de España.
El acceso, limitado a 500 personas por día, requiere de una reserva previa que hay que hacer con bastante antelación para no quedarse con las ganas. Partiendo desde el pueblo de Baquedano, el camino, fácil de realizar, discurre a lo largo de 6,2 kilómetros (ida y vuelta) en los que el sonido de la naturaleza bastará para olvidar el resto del mundo y centrarse en la maravilla que se muestra ante los ojos.

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8. Ujué
Incluida en la lista de Los Pueblos Más Bonitos de España, Ujué es una villa medieval ubicada en la sierra, desde la que domina la zona media oriental de Navarra. Desde la cordillera pirenaica hasta la ribera del Ebro, divisando el Moncayo al sur, puede observarse desde la atalaya que ofrece. Uno de sus mayores atractivos es el Santuario de Santa María La Real de Ujué, levantado sobre una iglesia románica del siglo XI por orden de Sancho Ramírez.
Pasear por las calles empedradas de la localidad es hacer un viaje en el tiempo hacia el medievo, con su apelotonado conjunto de pequeñas y antiguas casas que se distribuyen alrededor de la iglesia como para defenderla. La Ermita de la Virgen de la Blanca, del siglo XIII, es otra de las joyas que pueden visitarse, además de la Cruz del saludo y las ruinas de la Iglesia de San Miguel. Por otro lado, si de algose ha de disfrutar en esta villa es de la gastronomía, con especial mención a sus reconocidas migas del pastor, un plato con historia.

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9. Valle del Baztán
El paraíso rural podría dibujarse sin ningún tipo de duda con el perfil, los colores y las tonalidades que se aparecen ante los ojos cuando se llega al Valle del Baztán. Sus suaves colinas, salpicadas de pastos donde ovejas y vacas se pasean, día sí día también, mientras pequeños caseríos asoman aquí y allá con sus tejados rosados entre regatas cristalinas y senderos para grabarse a fuego. Uno de los lugares más frecuentados del valle es el pueblo de Elizondo, famoso por sus quesos y chocolates, además de por la belleza que enmarca al río Bidasoa.
La cascada de Xorroxin es otro punto del viaje. Entre hayas y castaños, en un sendero de fácil recorrido, se puede llegar hasta este salto de agua cuya imagen se merece una postal. El Castillo de Amaiur, en el pueblo que le da nombre, es otro imprescindible, al igual que el cercano Parque Natural Señorío de Bertiz, el pequeño pueblo de Erratzu o el Molino del Infierno, una excusa para hacer una ruta más rodeados de naturaleza.

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10. Puente la reina
En el recorrido del Camino de Santiago se encuentra esta localidad, nombrada así por el puente románico que cruza el río Arga y que se construyó bajo las órdenes de la realeza. Al igual que Estella, el paso de peregrinos en la Edad Media contribuyó a su rápido crecimiento comercial, lo que derivó en la llegada de ordenes religiosas tan importantes como la de los Caballeros Templarios.
Más allá del puente, de 110 metros de longitud y siete arcos de medio punto, hay mucho más que ver. Un buen ejemplo es la Iglesia de San Pedro, del siglo XVI, y que actualmente custodio la imagen de la Virgen del Puy que antes guardaba el puente. Sin embargo, la más destacada es la de Santiago, en la que destaca su portada y su torre, además de tallas y retablos. Después de seguir la calle mayor, con sus casonas nobles, se puede observar su Ayuntamiento,en la antigua Casa de los Cubiertos, un edificio del siglo XVII que albergaba en su galería el mercado del pueblo.

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11. Roncesvalles
La Colegiata de Roncesvalles marca un antes y un después en cualquier peregrino que escoja este como el camino a realizar hasta Santiago, tanto si lo inician desde aquí como si llegan desde Francia. Es por eso que en este lugar se respira buen ambiente, paz y hospitalidad. Perdido en el pirineo navarro, este pueblo de apenas un puñado de habitantes es todo pasto, bosque y, en muchas ocasiones, niebla, lo que le aporta también algo de misterio.
La cultura y el paisaje son lo que definen a este enclave navarro donde el arte se mezcla con hayas y robles para abrazar al visitante. La colegiata, del siglo XII, fue un hospital-monasterio que más tarde dejó sus labores sanitarias. El esplendor gótico de la Iglesia de Santa María, con su talla de la virgen y sus cuidadas vidrieras, además del claustro gótico y la sala capitular con el mausoleo de Sancho VII “El Fuerte” o Itzandiega, el edificio medieval que curaba a los peregrinos, son de visita obligada.

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12. Javier y Monasterio de Leyre
Javiertiene origen en el castillo donde residían los señores feudales, pero poco a poco se fue formando un pequeño pueblo que ahora mira a la fortaleza para entender su pasado. Un paseo por la localidad permite ver la Casa Consistorial, con una figura en bronce que homenajea al santo y evangelizador Francisco Javier, la plaza de su mismo nombre, donde se encuentra la gran parroquia de la Anunciación, del siglo XVIII, y si alguien decide alejarse algo más del centro, podrá encontrarse con un antiguo molino de origen medieval y un agradable paseo al margen del barranco de Undués.
A escasos minutos se encuentra San Salvador de Leyre, uno de los conjuntos monásticos altomedievales más importantes de España no solo por su historia, sino por el interés arquitectónico y el marco natural que se dibuja a su alrededor. Más de mil años después de su creación, los monjes benedictinos siguen habitándolo. Sin embargo, es posible visitarlo, aventurarse por sus pasadizos de piedra, visitar el panteón de los Primeros Reyes de Navarra y su cripta, muestra del arte románico más antiguo de la península ibérica.
Castillo de Javier
Horario de invierno
De 10:00 a 16:00
Precio
Adultos: 3,50€
Infantil (entre 6 y 12 años): 2€
Gratis hasta los 5 años

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13. Foz de Arbaiun y Foz de Lumbier
En el prepirineo Navarro existe un lugar rodeado de naturaleza que es todo un santuario de las aves rapaces. Sus gargantas, esculpidas por los ríos Irati y Salazar durante millones de años, esbozan grandes y escarpadas paredes, perfectas para anidar. Pero ellas no son las únicas que disfrutan del enclave, pues los visitantes pueden recorrer estos lugares a a través de la Vía Verde del Irati, de seis kilómetros entre túneles y puentes, u otro sendero circular que permite ver el lugar desde las alturas.
En la Foz de Arbaiun, el mirador de Iso es una de las maravillas que muestra la verdadera magnitud de la garganta y descubrir, a través de sus paneles informativos, los pormenores de la Reserva Natural y Zona de Especial Protección de las Aves. Y para profundizar en el tema, nada mejor que acercarse el Centro de Interpretación de la naturaleza en Lumbier, donde aprender más sobre las tradiciones y la gente de la cuenca.

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14. Bardenas Reales
La erosión ha esculpido los montículos de arcilla y formas fantásticas que se admiran en las Bardenas Reales, declaradas Parque Natural en 1999 y Reserva de la Biosfera un año después. En este territorio despoblado de 45 kilómetros de largo y 24 de ancho, las formaciones más singulares son las columnas puntiagudas –en la fotografía, la de Castildeterra–, que adquieren tonalidades distintas según sea la luz del día.
El pueblo de Arguedas es la puerta a este laberinto de caminos, torrentes secos y vaguadas que se recorren a pie, en bicicleta y en todoterreno. Las rutas conectan los ecosistemas del parque y llevan a lugares como la ermita del Yugo, sobre una loma con vistas, y al castillo de Peñaflor -siglo XII-, vestigio del pasado como enclave fronterizo de este lugar.
P. N de las Bardenas Reales
Horario de visita al parque
Desde las 8:00 hasta una hora antes del anochecer
Horario de invierno de atención en el Centro
De 9:00 a 14:00 y de 15:00 a 17:00