A Shibuya le viene de perlas la música pegadiza de La casa azul. De hecho, el grupo más nipón del pop español le dedicó un tema en su primer álbum: “cerca de Shibuya olvidaré tu amor y encontraré un nuevo océano, un huracán de sensaciones pop, algo nuevo, diferente y muy moderno”, decía la letra. Y eso es exactamente Shibuya: una suma infinita de sensaciones pop.
El momento de salir de la estación de Shibuya a la calle no se olvida jamás. Tal vez sea la sensación más vibrante que se pueda sentir en una ciudad moderna. De seguida, aparece un remolino de gente con el que habrá que coordinar los pasos. Los sonidos vienen de todos los ángulos, mientras que las pantallas gigantes de los anuncios compiten por captar la atención. El conjunto es un maravilloso horror vacui de impactos que ni Times Square, en Nueva York.
Shibuya aparece como un microcosmos dentro de Tokio. El barrio se reinventa a cada momento y hay que avanzar por él tanto en horizontal como en vertical, porque se expande como una enredadera de abajo hacia arriba —en realidad, en pocas ciudades como las de Japón donde sentir la verticalidad urbana—. A pesar de toda esa constante mutación, Shibuya no sería lo que es sin sus grandes clásicos.