Ser la capital de un país no es garantía de nada en términos turísticos. De hecho, hasta hace unos años, La Valeta no era más que un plan aftersun con cierta gracia por su esplendoroso pasado y su luz mediterránea. Pero poco más. Y sin embargo, la urbe capitalina más pequeña de la Unión Europea (no supera los 6.000 habitantes) se ha espabilado, se ha vestido de largo y se ha puesto tan guapa que ahora es imposible resistirse a sus encantos.